Comedia herida
Jean Charles Tacchella es un viejo y curtido corredor de fondo del cine francés, aquí desconocido.
Lo que de este hombre de cine sabemos aquí de manera directa es poca cosa. Su ya prolongada tarea arranca de la crítica, el ensayo histórico y la escritura de películas en los años cincuenta y sesenta, a caballo entre el cine previo (que ya la presagiaba) a la nouvelle vague y el de la fase de consolidación y rápida resaca de este movimiento fundacional de estilos y variantes de gran riqueza del cine moderno. Parece ser, sobre todo, Tacchella un escritor de películas que, tras mover sus ideas en una veintena de filmes realizados por otros, fue orientando poco a poco su trabajo de escritura hacia la puesta en pantalla de sus guiones, lo que le ha permitido realizar en los últimos 25 años alrededor de una docena de largometrajes, que raramente han escapado de las fronteras de su país.
LOS QUE SE AMAN
Dirección y guión: Jean Charles Tacchella. Intérpretes: Jacqueline Bisset, Charles Berry, Julie Gayet, Bruno Putzulu, Sandrine Bonjean, Alix de Konopka, Denis Chérer, Marie Wiart. Género: comedia. Francia, 1999. Duración: 95 minutos.
Es Los que se aman su último trabajo, procede de 1999 y hay en él resonanacias de un lado directo y diáfano de la explosión imaginativa de la nouvelle vague, el que, para entendernos, ocupan François Truffaut y, más cerca, Claude Sautet. Y despide este filme de Tacchella ecos de buena comedia agridulce sobre el buen vivir y el bien envejecer. Mueve, entre destellos de vivo ingenio literario, a un grupo de gente culta, refinada, libre y sentimental, personajes inteligentes pero secretamente heridos, a los que Tacchella trata con amor, tacto y mimo, enredándolos en un juego de cruces recíprocos, de fugas y de reencuentros mutuos con los que teje una especie de red o de tela de araña biográfica.
Los que se aman es la crónica de dos amantes, una mujer y un hombre que rozan la cincuentena y que, desde el día en que se conocieron, hace décadas, siguen enamorados y, a lo largo de los vaivenes de años y más años en que se unen y se separan, construyen en el espejo de su inagotable tú a tú una forma de tensión sentimental inagotable, una especie de primer amor que no cesa, con aires de eterno. E involucran, en este hallazgo vital, ella a una hija suya y él a un amigo joven, el hijo que no tiene, que toman sin saberlo el testigo de este inagotable encuentro y parecen, sin saberlo, destinados a repetir el mismo juego de unas vidas recorridas en línea quebrada, que se entrelazan, se enredan, se buscan, chocan y se alejan, para volver luego a encontrarse, en un itinerario siempre interrumpido y siempre renacido intacto. Bonito asunto, secretamente amargo y, un poco más al fondo, secretamente optimista.
El dúo de eternos enamorados lo componen Richard Berry (que sostiene con gran y meritoria soltura el tipo ante ella) y una Jacqueline Bisset en estado de gracia, cuya simple presencia hace creíble que alguien alimente y sostenga a través de tres décadas intacto un enamoramiento primerizo de ella. Y les flanquean un actor poco expresivo, Bruno Putzulu, y una actriz, Julie Gayet, que tiene fuerza fotogénica y que, aunque joven, comienza a abrirse un lugar en el cine francés.
Babelia
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