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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El doctor Arcángel

Cuando Baroja enumeraba los dislates propios de la ciudad de Córdoba (La Caridad en El Potro, La Verdad en el Campo y la Salud en el Cementerio) seguro que no imaginaba que 100 años después podría añadirse otro más: la Ciencia en la Sacristía. Seguro que en su condición de médico racionalista y enemigo de milagrerías supersticiosas lo hubiera suscrito sin pensárselo dos veces a la vista de la noticia sobre la decisión de la junta directiva del Colegio de Médicos de Córdoba de nombrar colegiado de honor al Arcángel Rafael.

Desde luego, su actual presidente se ha prestado a presentarlo como un hecho campechano, simpático e inocente, aunque, eso sí, no se ha privado de salpimentarlo con extravagantes y posiblemente desatinados llamamientos a coyundar impúdicamente magia y medicina moderna. Pero los que estamos mínimamente avisados de cuál es la sustancia del caldo del cocimiento en esta ciudad (bueno, en casi todas en este país) no lo consideramos ni tan simpático ni tan inocente.

Como nos gusta buscar siempre tres pies al gato no hemos podido menos que contemplarlo como toda una declaración en regla de confesionalidad, católica por supuesto, a la que retrecheramente se ha lanzado la junta del ilustrísimo colegio, sin parar en mientes en criterios de racionalidad, aconfesionalidad y respeto a todas las creencias religiosas ajenas (fundamentalmente a la de los que no gozamos de ninguna, sin duda los más necesitados) que deben presidir todas las actuaciones de una entidad de carácter científico y de control de las actuaciones sanitarias y éticas de sus afiliados, que, no hay que olvidarlo lo son obligatoriamente.

El que la actual junta directiva lo haya sido por mayoría de los facultativos (que votan) de esta ciudad no la autoriza a llevar a cabo actuaciones que suponen una regresión al espíritu de otros tiempos (¿recuerdan?: vírgenes alcaldesas y generalas, santos defensores de la mitad de la patria...) y a la imposición de sus creencias religiosas a sus compañeros que no comulgan con ellas y, lo que es más importante, a la sociedad libre a la que sirve. Porque en una profesión en la que muchas de las actuaciones de sus miembros pueden ser objeto de consideraciones morales de interpretación múltiple, la adscripción clara de su mayor órgano representativo a las fuentes nutricias de la Conferencia Episcopal que gestiona las conciencias de sus feligreses con mano de hierro no deja de ser cuanto menos desorientador para los que esperamos actuaciones ajustadas a los principios de ecuanimidad, equilibrio ético y seriedad del ilustrísimo colegio, que ha de mirar sólo por nuestra por salud física y no por la espiritual, que esa ya nos la curaremos nosotros por nuestra cuenta.

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