España no es Argentina
Esta fecha, 20-J, esta sigla o, mejor aún, este código alfanumérico, aspira, ya está en capilla, a entrar por derecho propio en el particular santoral sindicalista y ocupar el sillón de al lado del 14-D.
¿Desencadenantes? ¿ Motivos? Como en la 'parrala': unos decían que sí, otros decían que no, pero la verdad del cuento es que pasan quinientos -¿quinientos mil, cinco millones?- los partidarios del sí.
'!Recortes!' dicen los sindicatos. '!No es verdad, no hay recortes!', dice el Gobierno. Y los que estamos viendo, por ahora, y sufriremos consecuencias, depués, este partido de ping-pong donde la pelota de la responsabilidad o irresponsabilidad pasa de campo a campo, ¿qué decimos?
Pues, hombre, verá usted: recortes, lo que se dice recortes -que tampoco son tajos, oiga- haberlos, haylos. ¿Eran necesarios? Pues, tal vez; sería cuestión de discutirlo y negociarlo. ¿Eran urgentes, como plantear la cirugía a vida o muerte, a cara de perro? Pues creemos que no, pues tras veinte años de posibles acciones fraudulentas, unos meses más...
Tenemos que convenir, pues, que la precipitación gubernamental ha sido, al menos, tan 'oportuna' como la pastoral de los obispos vascos.
Veamos; el 17 de abril los sindicatos no tenían qué llevarse a la boca para la celebración del 1º de mayo y, por otra parte, por razones varias, tenían la necesidad de dar señales de vida y recomponer la unidad de acción. Vino Dios a verlos, y el Gobierno, vestido de Papá Noel, les regaló la pancarta ya confeccionada y todo. !Menuda suerte!
Cuando el Gobierno reaccionó, negando la mayor y ofreciendo negociación, los sindicatos 'que te lo has creído, a este traspié le vamos a sacar nosotros todo el jugo posible'. El precio para negociar, alto, inaceptable para el Gobierno: la retirada del Proyecto.
El Gobierno, en trance de morir de éxito, 'Ah, bueno, que no queréis lentejas, pues dos platos, decretazo y tente tieso'.
Y esta es la historia de la situación. Y aquí tenemos al señor Aznar, disfrazado de Margaret Thatcher, enfrentando a los huelguistas del carbón. Y es que hay más similitudes, porque el Gobierno lo que, de verdad, le ha dicho a los jornaleros andaluces y extremeños es que 'se acabó el carbón'.
Pero dicho todo esto, y anotado el error estratégico del Gobierno, hay que darle la razón en una cosa: en España no existen razones objetivas para una huelga general.
La huelga general, es y debe ser, además de un derecho constitucional, un último recurso ante situaciones desesperadas y, siempre, después de agotar el diálogo, pero nunca debe ser usada en sustitución del diálogo.
La huelga general es un argumento drástico y lesivo para la economía general que hay que reservar para los grandes males y, afortunadamente, hoy por hoy, España no es Argentina, pongamos por caso.
Si se utiliza como arma política, este derecho constitucional, se deslegitima de inmediato.
Sevilla es el punto neurálgico dónde se van a confrontar y dirimir una serie de contenciosos que exceden, en mucho, de las razones puramente laborales. La economía de Sevilla, como ciudad turística, está fuertemente ligada a la imagen.
Las autoridades autonómicas y locales que, tal vez, con la boca chica están apoyando la cumbre pero tienen su corazón en la huelga reventadora, y su 'comprensión' con otros antisistema, es muy posible que estén perdiendo la gran ocasión de poner los intereses de Sevilla por encima de sus intereses partidistas, con el evidente riesgo de que Sevilla, tarde o temprano, les pase factura.
Quiera Dios que la situación no se desmadre, que no se produzcan estampidas, pero hay que desconfiar de las reacciones de las masas. Son incontrolables. De las algaradas, puede salir roto el espejo que refleja la imagen de nuestra Sevilla en el mundo.
Los empresarios sevillanos, solamente pedimos que, en igual medida que se protege el derecho constitucional a la huelga, se proteja, y en este punto lo dudamos, el derecho constitucional al trabajo.
Pero, de cualquier forma, no quisiera cerrar este comentario dejando un sabor amargo de pesismismo.
Nuestros visitantes, en estos días, Jefes de Estado y de Gobierno, no se van a rasgar las vestiduras por el caos tan bien organizado, y nunca mejor dicho, que se van a encontrar en la ciudad.
Todos, afortunadamente, dirigen países democráticos y saben que estos son gajes del oficio del ejercicio democrático, que les puede ocurrir a cualquiera de ellos, y que estos gajes son parte del precio que gustosamente vamos a seguir pagando para continuar en este oficio.
Fernando Guerrero Marín es el presidente de la Confederación Empresarial Sevillana.
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