Albert Costa se corona en París
El jugador leridano logra su primer gran torneo al superar a Ferrero y se lo dedica a sus dos hijas y a su futura esposa
Él no lo vio porque estaba ya tendido en el suelo, con las manos en la cara y embargado por la emoción. Pero justo cuando Juan Carlos Ferrero estaba cometiendo la última doble falta que cerró el partido, sus dos hijas Alma y Claudia entraban en la pista central. Albert Costa acababa de ganar el torneo de Roland Garros y, a sus 26 años, comenzaba a vivir el día más feliz de su carrera tenística. Hacía mucho tiempo que había soñado con aquel momento, se había recreado en él muchas veces antes de cerrar los ojos, pensando cómo lo viviría. Pero en sus pensamientos de juventud no podía ni imaginarse que la vivencia resultaría tan íntima, tan emotiva, al lado de su compañera Cristina y de sus dos hijas gemelas de 13 meses, Alma y Claudia.
Poco importó que su beso y su abrazo se produjera en medio de más de 16.000 personas. Costa no las veía en aquel momento. No sabía con certeza todo lo que estaba sucediendo, aunque tenía ya la sensación de que era algo muy grande. Cuando levantó a sus hijas desde el palco de jugadores y escuchó el contundente aplauso que le dedicó el público, entonces descubrió que todo aquello había adquirido una dimensión impensable. Allí todo el mundo lloraba, unos por la victoria y los otros por la derrota. El final del partido no había dejado indiferente a nadie.
'Les dedico esta victoria a Cristina , a Alma y a Claudia', dijo por los altavoces de pista poco después de recibir la copa de los Mosqueteros que le acreditaba como nuevo campeón de Roland Garros. 'Quiero felicitar a Juan Carlos. Estoy convencido de que ganará más de un título aquí en los próximos años. Y quiero agradecer a mis padres, a Josep , a Iván, a Àlex [Corretja] que se ha quedado de vacaciones en París para ver mi partido, y a todos los que me han estado apoyando'.
Gracias a su triunfo en París, su carrera ha adquirido una dimensión que le sitúa en otro eslabón en la cadena del tenis español. Su nombre figurará ahora entre los de Manuel Santana, Andrés Gimeno, Manuel Orantes, Sergi Bruguera, Carlos Moyà, Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, todos ellos campeones del Grand Slam. Y lo más increíble es que las principales culpables de que eso haya ocurrido son dos niñas que apenas superan el año. 'Ellas suponen una responsabilidad para mí, me dan tranquilidad y me han ayudado mucho para quitar trascendencia a las derrotas y poder jugar al tenis tal como lo hago ahora'.
La victoria que ayer consiguió sobre Ferrero es probable que se le hubiera escapado hace sólo unos meses. Costa arrasó a su rival sin contemplaciones en las dos primeras mangas, hasta el punto de que le cedió sólo 10 puntos en la primera y otros 10 en la segunda, y se las anotó en sólo 47 minutos. 'Cuando me senté en la silla y miré el marcador', señaló Ferrero, 'me sentí algo desolado. Había un 6-1, 6-0 y había estado sintiendo muchas molestias en los abductores y en la zona abdominal que me impedían dar lo mejor de mí mismo. Pero la verdad es que en aquel momento pensé que si Agassi había levantado la final de 1999 frente a Medvedev perdiendo por 6-1, 6-2, también yo podía hacerlo'.
Cuando Ferrero se levantó para iniciar la tercera manga, se equivocó de lado. Estaba ensimismado en sus propios pensamientos y sentía que el partido se le estaba yendo. Pero entonces ocurrieron un par de cosas que dieron un vuelco a la situación: el valenciano ganó su saque y después le rompió el de Costa en la primera bola de break de que dispuso. Ferrero levantó los brazos como expresando el pensamiento que le invadía: ya era hora. Sus dolores debieron desaparecer entonces, porque su saque comenzó a correr a velocidades que superaban ya los 180 kilómetros por hora (hasta entonces no había pasado de los 170) y sus golpes parecieron recuperar su fuerza habitual.
Ganó la tercera manga e igualó luego la cuarta a tres juegos, en el momento más crucial del partido. En aquella situación la lucha interior de Costa debió de ser tremenda. Arrastró durante tantos años el cartel de perdedor que no podía permitir colgárselo de nuevo. Y fue entonces cuando pudo demostrar que su mentalidad ha cambiado. Allí surgió el nuevo Albert Costa, el que ha estado trabajando duro en la pista y en los aspectos psicológicos con Josep Perlas, su técnico en los últimos tres años, y que trata de positivizar incluso las situaciones más comprometidas. No dudó. Cogió de nuevo la raqueta, recuperó sus mejores golpes y cedió solo dos puntos en los últimos tres juegos.
'Me sentí tan bien en la pista que pensé que no podía perder', confesó. 'Estoy como en una nube. Pero no es el día más feliz de mi vida. Ese día fue cuando nacieron mis hijas'.
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