Territorio guaraní
Paraguay emplea la lengua de sus antepasados para entrenarse y jugar al fútbol sin que los comprenda ni su entrenador ni los rivales
Dicen que Cesare Maldini es un entrenador de paja. Que el viejo italiano fue puesto en la selección por el verdadero seleccionador de Paraguay, el orondo portero José Luis Chilavert. Que Chilavert, en definitiva, dirige al equipo dentro y fuera del campo sin que Maldini se de cuenta de lo que pasa exactamente. Y que para ello se vale del guaraní, idioma económico y gutural que hablan desde tiempos precolombinos los aborígenes de la cuenca del Paraná.
'¡Ña se, ña se...! ¡Egueyu, egueyu...! ¡Ejhopy...!', grita Chilavert en los entrenamientos. El capitán pronuncia las palabras con la garganta, como gruñendo. Gamarra dice: 'Maldini se queda con la boca abierta. No entiende nada'.
Ña se, egueyu y ejhopy son algunas de las voces más utilizadas por los jugadores rojiblancos, sobre todo por Chilavert. Ña se es el típico fuera castellano, y se grita para tirar el fuera de juego. Egueyu se traduce en el bajen castellano, y es lo que suele gritar el portero para que su equipo se repliegue cuando pierde el balón. Ejhopy es el reclamo que se le hace a un compañero para que apriete al adversario en la marca; una forma de pedir más presión a la hora de robar la pelota, por ejemplo.
'El guaraní nos ayuda mucho, sobre todo en las eliminatorias sudamericanas, porque es un idioma que no lo conoce nadie', dice Roberto Acuña. 'Lo hablamos mucho para tirar el fuera de juego, o en la marcación. En detalles. Nos escucha hablar la gente y dice: '¿Y éstos qué coño están hablando?'. Lo mezclamos con el castellano y lo utilizamos cuando vamos a hacer una jugada, o en faltas a balón parado en contra, o a favor'.
Esto significa que cuando De Pedro se disponga a lanzar una falta cerca del área de Chilavert, esta noche, los paraguayos tirarán el fuera de juego al grito de ¡ña se!. Los españoles que vayan a rematar sólo podrán remediar esta desventaja si completan un curso acelerado de guaraní básico. De lo contrario se quedarán en situación irregular.
'El guaraní es rápido, corto, lo hablamos todos y no lo entiende nadie fuera de Paraguay, así que es ideal para el fútbol', explica Gamarra. El también ex jugador del Atlético Celso Ayala dice que los niños de su país son 'bilingües'. Desde pequeños, todos los paraguayos crecen hablando guaraní y castellano en sus casas. Luego en la escuela lo perfeccionan.
En el área española sucederá lo mismo. Si Hierro no afina el oído no entenderá lo que Gamarra le dice a Arce para pedirle el balón: ¡Ape!. Si le dice que está solo y sin marca su voz será: ¡Ne añó!
En una situación de sorpresa ideal Arce lanzaría la falta y Gamarra, libre de marca, la remataría porque Hierro no percibió el peligro.
A Raúl, Valerón y Tristán también les convendría aprender a interpretar esta lengua milenaria si quieren preservar su integridad física en sus incursiones a territorio enemigo. Si por casualidad oyeran que Chilavert vocifera algo así como ¡epyvoí! (patéalo) deberían prepararse para fintar el golpe. Si escucharan un ¡eyapó foul! (hazle falta en una voz que es mezcla del indígena y el inglés) o eity (échalo) también convendría que se pongan a cubierto o soltaran la pelota.
Gracias al poder del idioma la selección paraguaya es un grupo más unido e impermeable. 'Una familia', como explica Acuña, que se junta en grupos de diez o veinte en las habitaciones de los hoteles donde se concentra, parlamenta, habla de fútbol, mira películas en DVD y toma tereré, la hierba mate, bebida autóctona.
'¡Uff!', dijo ayer Maldini, el seleccionador, haciendo una mueca; 'cuando empiezan a hablar en guaraní, para mí, se termina todo'.
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