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Entrevista:ANTÓNIO LOBO ANTUNES | Escritor | 61ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

'Escribes sobre lo que has comprendido cuando ya es demasiado tarde'

El pasado y el presente vuelven a mezclarse íntimamente en No entres tan deprisa en esa noche oscura (Siruela), el último libro que acaba de traducirse de António Lobo Antunes (Lisboa, 1942). Narrada por una mujer de 18 años -que luego resulta que tiene 28 y está casada y tiene un hijo-, la novela (o el poema: 'los géneros no importan', dice el escritor) confunde hechos reales con las cosas que imagina su protagonista, con el mundo que construye y destruye y vuelve a reconstruir en ese afán por conquistar las riendas de su propia vida. Lobo Antunes ha dedicado No entres tan deprisa... a su primera mujer, ya fallecida: 'A Zé, que ha de encontrar la manera de leer este libro'.

Pregunta. ¿Por qué ha elegido a una mujer como narradora?

Respuesta. Cada vez que empiezo un nuevo proyecto, pienso en un desafío que parezca imposible de superar. En este caso, no sólo se trataba de hacer existir a Maria Clara y a su familia, sino de conseguir trasladar al lector lo que ocurre en la conciencia de una muchacha, saber expresar también todos sus fantasmas. Pero todos estos planteamientos ocurren en el orden racional. Luego, cuando te pones a escribir, lo haces con las tripas.

P. Cada parte del libro está precedida de una cita del momento de la Creación, del Génesis...

R. He querido contar la creación del mundo desde los ojos de una muchacha. Y no se trata sólo de la creación del mundo, sino también de la creación que hace la muchacha de su propia conciencia. Eso exige construir, destruir, olvidar, volver a empezar, y en ese trayecto están implicadas un montón de emociones.

P. ¿Cómo consigue enfrentarse a algo tan complejo como el mundo de una mujer?

R. Tienes que quedarte enfermo del libro. Cuando escribo, todo el trabajo de las primeras horas no sirve para nada, porque la autocensura entonces es muy fuerte. Para que las cosas vayan saliendo, tengo que estar fatigado. Entonces, las palabras se van engendrando unas a otras. Yo no imagino nada, es la mano la que manda. Lo que escribes sale de una zona de tu interior llena de sombras, en la que no tienes ninguna conciencia de lo que sabes. Es un lugar donde la mirada es virgen. Las emociones, las sensaciones, los impulsos, todo eso está dentro de ti, y tienes que traducirlo en palabras, pero todo eso no tiene nada que ver con las palabras. Durante este proceso, a veces tengo la impresión de ser un idiota fulgurante. Y siempre escribo con una sensación de incomodidad física, como si estuvieras vestido sin haberte lavado, y de culpabilidad.

P. ¿De culpabilidad?

R. Sí, de culpabilidad. No sé por qué. Mis padres están ahora muy enfermos. Mi madre se está quedando ciega. Hace poco vi a mi padre. '¿Sigues escribiendo?', me preguntó. 'Qué importa', le dije, 'si nunca has leído nada de lo que he escrito'. Me dijo entonces: 'Si tú sigues escribiendo, mi vida queda justificada'. Sí, tengo la impresión de que lo que hago no es mío, de que estoy hablando por los otros, contando lo que le puede pasar a cualquiera.

P. No entres tan deprisa en esa noche oscura lleva como subtítulo la palabra poema.

R. Es un homenaje a Gógol, que también llamó poema a Almas muertas. Yo no quiero lectores que lean, sino que se enfermen de la novela. Normalmente, cada uno tiene su llave, y con esa llave abre los libros. Pero hay libros que llevan su propia llave. Si los abres con la tuya, son confusos. Si los abres con la llave que el propio libro te da, son transparentes. Mi madre me dijo un día que por fin había terminado una de mis novelas: 'No he comprendido nada'. Seguro que la abrió con su propia llave. Tenía demasiado presente a ese niño que le había dado tantos problemas por ser contemplativo.

P. Sus libros tienen una trama frágil, ¿qué le interesa contar?

R. Lo único importante son las pequeñas cosas. Un hombre quiere a una mujer, pero ocurren esas pequeñas cosas que provocan que un día uno de los dos se despierte, mire al otro y sepa que todo se acabó. Escribir es como vivir. Tienes que tener una atención muy delicada con cada palabra. Ir probando, como cuando no te acuerdas de un teléfono: ¿5764?, ¿5766? Si no encuentras la palabra, la puerta no se abre, permanece cerrada. Escribir es una especie de fidelidad al honor de estar vivo. De darte cuenta que eres único y de expresar lo que finalmente has podido comprender y que has comprendido cuando ya es demasiado tarde.

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