Normalidad en toda la ciudad
Los ciudadanos recuperan la cotidianidad tras una semana sin autobuses urbanos
Ni huelga de celo por parte de los conductores, ni broncas por parte de los usuarios. Ayer, el día siguiente del paro de autobuses, transcurrió con normalidad en toda la ciudad. Sobre todo en las zonas periféricas, donde los vecinos carecen de transporte público alternativo al autobús y pudieron regresar a la cotidianidad sin levantarse más temprano, caminar más de la cuenta ni hacer complicadas combinaciones para llegar al trabajo o a la escuela a tiempo.
'La verdad es que esperaba un mal recibimiento por parte de los ciudadanos. En general, no se han quejado, porque en el fondo nos echaban de menos. Los que estamos de mal rollo somos nosotros, que con el laudo nos hemos tenido que bajar los pantalones'. Con estas palabras resumía el sentir general un conductor de la línea 71, que termina en el barrio de Canyelles, uno de los más perjudicados por la huelga.
Pero incluso en los barrios adonde no llega otro transporte público que el autobús los vecinos se mostraron comprensivos y resignados. 'Las huelgas son muy antipáticas para todos, los que las hacen y los que las padecen, pero son la única manera de apretar las tuercas a los que tienen el dinero y el poder', decía una señora mientras esperaba el 24 en el Carmel. 'Lo malo es que esta huelga ha servido para bien poco y encima estamos más quemados que antes de comenzar', le contestó el conductor.
Sólo algunos ciudadanos mostraron ayer su enfado con los protagonistas de la huelga, como la empleada de una empresa de la Zona Franca que, mientras esperaba el autobús 109 en la estación de Sants, aseguraba que no piensa volver a pagar hasta que amortice los 30 euros en taxis que le costó la semana de paro. Y otra saludó así conductor: 'Estaréis descansados, hijo, después de una semanita'. La respuesta: 'No me caliente, señora'.
La vuelta a la normalidad fue también muy agradecida entre las personas mayores que, sin la prisa por llegar al trabajo, utilizan los autobuses para pequeños desplazamientos de tres o cuatro paradas dentro de sus barrios para ir a la compra, al ambulatorio o a visitar a sus familiares.
Sin embargo, siempre hay algún despistado, como un señor que se montó en un taxi en el paseo de Maragall para ir al médico a la Cruz Roja y al momento se dio cuenta de que la calle estaba llena de autobuses. 'Resulta que se ha acabado la huelga', comentaba al bajar.
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