_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La costumbre católica

Hay aquí mucha costumbre católica, y ahora llegan días de primeras comuniones y matrimonios, y acaba de pasar la procesión del Corpus por Granada y Sevilla, yo la vi, multitudinarias procesiones, el arzobispo y las autoridades civiles y militares, una especie de dilatación urbana del Rocío: lo digo por las medallas de los concejales (también hay aquí una especial pasión por el enmedallamiento). La costumbre católica es vieja: viene de la conquista cristiana de Andalucía, del peso paralelo de la espada y el báculo obispal, y por eso recorren Granada en Corpus la custodia donada por la reina católica, Isabel de Castilla, y la espada del rey católico, Fernando de Aragón. Quizá de esta unión de soldadesca y devociones proceda una frase malsonante: 'Cuidado, que te doy una hostia'.

Andalucía fue tierra de misión y es la región más grande, así que más grande es la costumbre católica andaluza, la abundancia de colegios católicos y campanarios católicos (campanazos que se te meten en la conciencia, como el rosario de la aurora, que en los días de la Virgen te despierta a las siete de la mañana un domingo feliz) y siempre la autoridad civil y militar junto al cura. No sé si el militar, el juez y el alcalde son peones del cura, o si desfilan respaldando al cura, su peón predilecto. Acabadas las fiestas del Corpus, y recordando que una vez dije que no votaría a ningún partido que mezclara religión y política, me veo absteniéndome en las próximas elecciones después del desfile de concejales en la procesión del jueves.

Y, un día antes, en el Congreso, en Madrid, la ministra de Educación incitaba a los socialistas a mirar de frente a las familias españolas para decirles que quieren quitar las clases de religión (qué terrible momento de iconoclastia trascendental: los socialistas mirando de frente a las familias españolas y confesándose poco católicos). Yo me quedé esperando que los socialistas me miraran de frente y me dijeran que no quieren quitar las clases de religión (ni siquiera yo, que soy un fanático, quiero quitarlas), pero que tampoco quieren que el Estado exija conocimientos de religión para conceder sus títulos académicos, ni quieren que el Estado meta y pague clases de religión en las escuelas. Por otra parte, religión en España significa religión católica, clases de religión significa clases de catolicismo, y los católicos, escoltados en sus procesiones por las autoridades civiles y militares, siguen creyendo que son la religión estatal de España.

Seguirán siéndolo mucho tiempo, aunque los musulmanes españoles dicen ahora que tienen 42.000 niños que necesitan enseñanza de su religión en la escuela pública, pagada con los impuestos de los ciudadanos, siguiendo el ejemplo del gran catolicismo. No. No quiero que paguen con mis impuestos ninguna clase de religión, de ninguna religión. No quiero que sea necesario saberse ningún catecismo para ser bachiller. Que musulmanes y católicos den y reciban clases de religión en sus casas o en sus templos, donde les vaya mejor, pero con independencia del Estado no confesional. Así debería ser por el bien del Estado y por el bien de las religiones.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_