Abriendo brecha
Una plataforma lucha por recuperar los caminos públicos de la sierra de Córdoba
A un lado, una malla con alambre de espino. Al otro, Bartolomé Olivares, provisto de unas tenazas desafiantes. Alrededor, el aire fresco y silvestre de la sierra. Este cuadro se ha repetido muchas veces en los últimos cinco meses. Bartolomé es el portavoz de la Plataforma A Desalambrar, que defiende las vías pecuarias, caminos y cauces públicos de Córdoba y agrupa a los casi 300 miembros de nueve asociaciones ecologistas, senderistas, ciclistas y caballistas.
Este conjunto de amantes de la naturaleza ha decidido oponerse activamente, con la ley en una mano y las tenazas en la otra, al vallado ilegal de los senderos rurales. Según los datos que maneja la Plataforma, hay unos 1.000 kilómetros de caminos públicos en Córdoba, y hasta el 80% ha sido usurpado.
¿Usurpado por quién? 'Por los propietarios de las fincas colindantes', indica Bartolomé, 'que, saltándose la ley, cierran sus terrenos con mallas de espino, impidiendo el derecho de paso a los excursionistas, vayan a pie, en bicicleta o a caballo'. Los principales perjudicados son los animales, protegidos o no, que quedan aprisionados en los cotos de caza. Son zorros, linces, meloncillos, jinetas, jabalíes que no pueden moverse con libertad por lo que hasta entonces era su territorio y que pierden la posibilidad de buscar alimento, aparearse y reproducirse normalmente.
Además, las mallas funcionan como trampas mortales; muchas aves y mamíferos pequeños acaban por enredarse en ellas y morir. 'Esa tela metálica debe salir muy barata', dice Bartolomé señalándola con una mezcla de sorna y amargura, 'porque la ponen por todas partes'.
La Plataforma no se ha quedado quieta. Han organizado marchas reivindicativas por la Sierra, han desalambrado hasta seis rutas que estaban cerradas. Alguna vez los propietarios de las fincas han llamado a la Guardia Civil. Pero la ley está de parte de los ecologistas. 'Los que cometen la infracción son los que ponen las mallas de pinchos; nosotros respetamos y defendemos la legalidad', recalca Bartolomé.
Hasta ahora han presentado 5.000 denuncias, ante la Delegación de Medio Ambiente y ante el Ayuntamiento de Córdoba. ¿Y qué han conseguido? 'Medio Ambiente sí nos ha respondido. Hemos llegado a un compromiso; ellos sólo darán permiso para vallados cinegéticos si se garantiza que se van a respetar los caminos. El Ayuntamiento no nos ha atendido. El Consejo Local de Medio Ambiente no funciona; la Gerencia de Urbanismo ni aparece por las reuniones. Aunque ahora vamos a reunirnos con el presidente, José Mellado, que ha prometido crear un departamento especial para solucionar este problema', resume Bartolomé.
Lo que piden es que se cumpla la ley: que se deslinden los caminos públicos y que queden perfectamente señalizados y reconocidos, bajo control de las administraciones. 'Es un legado histórico que hay que recuperar', defiende el portavoz de la Plataforma.
Documentos de piedra
Los pleitos sobre la ocupación de los caminos públicos no son ninguna novedad. Datan de hace muchos siglos, se reflejan en cientos de documentos escritos, llenan enormes superficies de papel en todos los archivos históricos del mundo. Y en algunos casos también quedan plasmados sobre piedra. Éste es el caso de un monolito, un sencillo bloque de piedra tallada en el siglo XVIII, que aún hoy está situado junto a la carretera de Trasierra, en un lugar poco destacado, cerca de unos contenedores de basura, y que lleva la siguiente inscripción: 'Por sentencia a instancia del señor doctor don Francisco Fernandez de Cordova dean de su santa yglesia y ante don Francisco Molina año de MDCCXXXIX conforme a titulos de esta ciudad se halla declarado que el presente y demas caminos que por estas tierras descienden a la ciudad de Cordoba son publicos de publico transito y disfrute y uso comun y de los pasajeros que por ellos viagen'. Aun contando con las dificultades de la ortografía de la época, y con el efecto de 300 años de lluvia y viento sobre las letras, no se puede decir más claro. El hecho es que este monolito tenía un hermano mellizo, que llevaba el mismo mensaje edificante y que desapareció de su lugar, no se sabe exactamente en qué momento. Hace muy poco que uno de los miembros de la Plataforma ha resuelto el misterio: lo ha encontrado y fotografiado. El monolito, que mide aproximadamente 1,70 metros de alto y es de piedra clara, está discretamente plantado en un rincón de uno de los muchos patios del Monasterio de los Jerónimos. Este edificio, situado en la ladera sur de la sierra, está lleno de historia. Fue construido a principios del siglo XV, dicen muchos cordobeses que aprovechando materiales tomados de la vecina ciudad de Medina Azahara. Tuvo el orgullo de ser considerado el mejor monasterio de Europa y de ser conocido con el nombre de Valparaíso. Recibió entre sus muros a Isabel la Católica, a Felipe II, a Cosme de Médicis, albergó enormes riquezas artísticas. Y ahora ya no es un convento, sino la casa particular de la Marquesa del Mérito. La Plataforma reclama que el monolito vuelva a su lugar, a la vía pública, donde todos puedan verlo, leerlo y respetarlo. Consideran significativo que este símbolo del derecho de la sociedad entera sobre los caminos haya ido a parar a un lugar privado, de acceso restringido. Y no pueden entender que no se haga nada al respecto.
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