Camacho esconde sus cartas
El seleccionador español guarda su primera alineación como un gran secreto que debería conducir a un triunfo sonoro
Vigilia de la inauguración, mañana, de la Copa del Mundo; víspera de día grande, que servirá para acabar de una vez con la cháchara que siempre ayuda a llegar al primer partido. Así que será cuestión de ponerse de punto en blanco. No hay mejor señal para el arranque de un torneo que el parte de la administración y, a día de ayer, Joseph Blatter fue reelegido presidente de la FIFA, de manera que se da por finalizado el protocolo.
Llega la hora de los futbolistas, cansados de tanto entrenamiento, tanta concentración y tanto preámbulo. Ya no hay manera de matar el gusanillo, agrandado en esta ocasión por la incógnita del escenario, que provoca múltiples preguntas, como si los campos estarán tan irregulares como se dice, si la pelota será tan indomable como parece, si la hinchada es ciertamente más festiva que entendida...
El día a día, alargado por la diferencia horaria, ha dado para tanto que hasta se ha procurado saber qué pie calzan los árbitros, ha habido tiempo para localizar a los mejores fisioterapeutas y osteópatas en un intento por recuperar a las figuras y cualquier estornudo se ha convertido en un estruendo. Síntomas de una tensa espera, aliviada por conocer quien se ha atrevido con la carne de perro, como si fuera una prueba inequívoca de haberse integrado en el campeonato.
A José Antonio Camacho, acostumbrado a despachar los asuntos con un bufido, le ha costado aguantar una previa tan larga. Frente al cosquilleo que alimentan los jugadores por descubrir la primera alineación, se presenta sorprendentemete como guardián de un gran secreto que debería conducir al equipo a un triunfo sonoro en una Copa en la que España siempre se ha quedado corta en el campo y simplificada en la grada en Manolo, el del bombo.
El calentamiento toca a su fin y el caprichoso balón ya revolotea por Corea del Sur y Japón. Bienvenido sea el Mundial.
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