Dos partidos, tres sistemas
Camacho sigue de pruebas con el dibujo táctico a ocho días del estreno de España
Dos amistosos en suelo surcoreano han permitido comprobar que Camacho se guarda tres sistemas diferentes en la chistera. Si el pasado jueves, frente a un conjunto de aficionados, acertó en el segundo periodo con tres defensas, cuatro centrocampistas, un enganche y tres puntas, ayer, frente al equipo profesional de los Tigres de Ulsan (1-0, Tristán) se inclinó durante más de una hora por la llamada 'pirámide invertida'. Un sistema con cuatro zagueros y tres medios en posición centrada como escoltas de Valerón y Raúl, los dos enlaces de Diego Tristán. Con esta variante, Camacho quiere proteger a sus tres grandes puñales, aunque ello suponga renunciar a los costados, donde realmente España carece de especialistas, salvo el todavía tibio Joaquín.
Frente a los Tigres, el experimento no resultó del todo eficaz. 'Del partido sólo me ha gustado el último cuarto de hora [que ya no se jugó bajo ese sistema]', reconoció el propio Camacho después. El lustroso trío atacante de los españoles dejó las mejores notas del encuentro, porque los grandes futbolistas, y ellos lo son, se mezclan con facilidad. Pero sus escoltas del centro del campo no respondieron. Más desplazado al centro que de costumbre, De Pedro se hizo un nudo constante con la pelota, por su falta de velocidad mental en una zona donde nunca hay respiro. Por el lado opuesto, Mendieta se diluyó como un azucarillo. Le falta ritmo y precisión, y no conectó con nadie. Sólo Sergio mantuvo el tipo.
En el único gol, el punto de partida fue Raúl, que con un cambio de juego preciso y picante con la pierna derecha, puso a Tristán frente a frente con un defensa. El deportivista, anclado en la banda, tiró una diagonal, sentó de culo a su oponente con una frenada en seco y ante la mirada del larguirucho meta local le superó a lo Raúl, de palanca, empleando el empeine como ascensor del cachondo balón que le han vendido a la FIFA para este Mundial.
El gol, una bendición a la media hora de partido, despistó a España, que pasó varios momentos de angustia hasta el descanso. Sobre todo en un remate al poste del capitán local, Kim Do Kyuh, y en un penalti que detuvo Ricardo. Poco después, Camacho cortó de cuajo el asunto de la pirámide e introdujo seis cambios de golpe para enfilar el último tramo con un 4-4-2. Con Xavi y Baraja en el eje, Joaquín y Mendieta por los carriles y Luque y Morientes a la caza. Entonces, la selección tuvo más control, si bien su rival, enredado también por la noria de relevos impuesta desde su banquillo, ya estaba sin aliento.
Sólo la recuperación de Baraja, que se descolgó con acierto en el balcón del área surcoreano, y el empeño de Luque, muy por encima de Morientes, aliviaron el tedio hasta el final. Poco antes de que bajara el telón, Camacho, a la búsqueda de un extremo que no encuentra, hizo desfilar a Juanfran en sustitución del pálido Mendieta. Así, sólo Luis Enrique, al margen del dolorido Albeda, se quedó sin jugar.
Todo lo contrario que Hierro, el único que ayer, junto a Romero, aguantó los 90 minutos, y eso que había jugado los últimos 45 del jueves. Quizá porque el capitán tenga mucho que decir en la elección final del técnico. Desde luego, la respuesta del capitán ha sido igual de eficaz con el 3-4-2-1 del primer día, sistema con el que siente más protegido y se desgasta menos, que con el más solvente 4-3-2-1 o el soso 4-4-2. Si no encuentra remedio por las bandas, España tendrá que encomendarse a Raúl, Valerón y Tristán. Resta encontrarles un manto protector adecuado.
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