_
_
_
_
_
LA CRÓNICA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Retorno al Mas Pla

Nunca, hasta hace unos días, había estado en el Mas Pla y, sin embargo, tenía la sensación de que ya había estado allí muchas veces. La lectura de la obra de Josep Pla (1897-1981), con sus adjetivos exactos, estaba en el origen de este engaño. Sabía ya, antes de llegar, de la orientación del mas respecto a la estrella polar, de su aspecto macizo, de la sala rectangular de la primera planta, de la gran campana de la chimenea, del bello paisaje del Empordà que se divisa desde sus ventanas... Pocos autores tienen, como Pla, la capacidad de adaptar su literatura a un paisaje de un modo tan preciso. Pasa con su obra lo mismo que con aquel gran mapa que Borges imaginó como el sueño de un cartógrafo, de una fidelidad tan absoluta que se superponía, punto por punto, con los accidentes del país que reproducía.

Visita al Mas Pla. Frank Kerl ha conservado muchas cosas de su tío escritor, pero no quiere convertir la casa en un museo

Cuando Frank Kerl, sobrino de Josep Pla, me ofreció la posibilidad de visitar el mas de la familia, acepté encantado. Llegué a Llofriu uno de esos soleados días de primavera en los que el Empordà luce como un paraíso a escala humana. El verde era más verde que nunca y la tramontana había dejado un aire absolutamente nítido. El Mas Pla, con su fachada cubierta de hiedra, su aspecto de caserón contundente y sus múltiples ventanas en forma de arco, ejercía su dominio en un cruce de carreteras. Entré por un camino flanqueado de cipreses y no tardé en encontrarme con la sonrisa de bienvenida de Frank Kerl. 'Aquí, frente a la entrada principal', me explicó, 'antes estaba la era'. Era la primera señal del paso del tiempo. Tras 20 años de la muerte de Pla, la era ha sido sustituida por un aparcamiento y un jardín tapizado de césped y con unos cuantos olivos centenarios.

'El mas se compone en realidad de dos casas', prosiguió Frank Kerl. 'La antigua es pequeña, del siglo XVII. La parte nueva, sin embargo, es más espaciosa. La hicieron mis antepasados en el siglo XIX, cuando la filoxera acabó con las viñas de Francia y los mercaderes franceses venían aquí a comprar vino. La comarca se enriqueció y fue entonces cuando hicieron esta casa'.

En el interior, la visión de la inmensa sala principal, con la chimenea en un extremo, remite inmediatamente a las numerosas fotos que le hicieron a Josep Pla. 'La sala mide 96 metros', me indica Frank con precisión de arquitecto. 'No ha cambiado mucho desde los tiempos de Pla. Sólo las ventanas, que ahora son tres en arco. Pla solía pasar las horas sentado en esta mesa, escribiendo junto a la chimenea'. En un estante hay una foto suya que lo certifica. Escribe bajo la gran campana, apoyado en la mesa, en el mismo sitio donde ahora se sienta su sobrino Frank. 'Pla vivía solo en esta casa en invierno. Hacía mucho frío, a veces hasta 8 grados, y él siempre estaba bajo la campana, escribiendo. También escribía en la cama. Se ponía una chaqueta de comando que alguien le había regalado y se cubría con una manta eléctrica. La casa era glacial, pero si no hubiera llevado esta vida no habría podido escribir tanto. El concepto de confort no lo tuvo nunca. Era austero. De la casa no se ocupaba. Cuando instalé la calefacción, en los años setenta, lo mandé unos días al motel Empordà. Cuando llegó el invierno, y al ver que la casa estaba caliente, se negaba a aceptar la realidad. 'Aquest hivern és molt suau', decía'.

Los muebles de la sala son los que había en tiempos de Pla, pero restaurados. En los estantes hay libros suyos y al abrir los armarios se produce el milagro de un salto en el tiempo, como si de pronto retrocediéramos 30 o 40 años. En ellos guarda Frank los recuerdos de Pla: una boina, fotos, condecoraciones, medallas, plumas... y primeras ediciones de sus libros. 'La casa no está abierta a los visitantes', puntualiza. 'No quiero que esto se convierta en un museo, ya que yo sigo viviendo aquí con mi familia, pero he querido guardar todo lo que he podido de Pla, como un homenaje'.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

A mano derecha, al final de la sala, está la habitación de Pla, con la imagen de un santo presidiéndola y la misma cama en la que durmieron sus padres y donde murió él. 'Él dormía al principio al otro lado de la sala, pero salió una gotera y, en vez de arreglarla, se mudó a la habitación de sus padres, que ya habían muerto', explica Kerl. 'La verdad es que no se cuidaba mucho de la casa'.

Pasamos por la otra habitación, repleta de libros, y por la cocina antes de regresar a la sala. 'Pla no compró nunca ningún mueble', cuenta Frank, 'pero no tiraba nunca nada. Lo guardaba todo en las cómodas de la sala. Allí había desde facturas de hotel hasta cartas de amigos. El trabajo está en buscar las cartas contrarias para poder leer lo que él les escribía'.

Junto a la chimenea, con una expresión que recuerda a la de Josep Pla, su sobrino me regala una anécdota de cuando al escritor le dio, en los años cuarenta, por dedicarse al contrabando. 'Se hizo construir un barco de 11 o 12 metros en L'Escala', explica. 'Debía de ser en 1947. En teoría, el barco era para ir a pescar langostas al cabo de Creus, pero en realidad era para ir a Génova a buscar piezas de recambio de coches, ya que entonces no había por aquí. Fue a Génova con un amigo, Llimona, y compraron las piezas, pero en el viaje de regreso los sorprendió una tramontana y tuvieron que refugiarse en el puerto de Sète. Allí los gendarmes les requisaron todo... El barco se quedó en Calella, pero al cabo de un año se vendió el motor y el barco se hizo astillas en la playa'.

Cuando llego a casa, busco lo que Pla escribió sobre el mas y encuentro este párrafo: 'Des de la finestra del mas contemplo els camps de gra d'aresta, com degué fer, durant els segles, la llarga fila dels meus obscurs avantpassats. Hi ha un moment que les espigues, d'un verd àcid, del blat que el ventet fa ondular, maduren i agafen un lleugeríssim to daurat. La flor vermella de les roselles es comença d'esblaimar. Els camps de civada es tornen d'un color d'escuma blanca. És un moment, un dels més extraordinaris de l'any. Aquest moment el vaig veure, per primera vegada, a les deu del matí del dia 20 de maig de 1933 després d'una nit d'insomni i de fatiga pesada'. Han pasado casi 70 años desde aquel mes de mayo, pero la descripción de Pla sigue siendo insuperable.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_