_
_
_
_
Reportaje:Mundial 2002 | FÚTBOL

Sainete de Camacho

El seleccionador remata una semana de conflictos con acusaciones a la prensa de conspiración y un insólito alarde frente al vídeo

Santiago Segurola

Por lo que parece, Camacho ha decidido seguir el principio de Murphy hasta las últimas consecuencias: por muy mal que vayan las cosas, siempre pueden empeorar. Lejos de aliviar el pesimismo después de una semana cargada de conflictos y malas noticias, el seleccionador ofreció su versión más brusca y la más inconveniente a escasos días del primer partido de España. Su intervención ante los periodistas fue un patético ejercicio en todos los aspectos: por inoportuno, desagradable, falso y débil.

Según un modelo que Clemente elevó hasta los peores extremos, Camacho no dudó en atribuir a los periodistas un ensañamiento sólo justificado por una orquestada campaña contra la selección. Este chapucero razonamiento pretende tres cosas: desvirtuar las evidencias, que en los últimos días han sido pródigas en encontronazos dentro de la expedición; desacreditar a la prensa de un plumazo y generar un clima de cohesión en el equipo contra el enemigo exterior, que en este caso no sería Eslovenia o Paraguay, sino los periodistas que ofician de saboteadores, la mayoría por lo que parece.

Más información
Camacho dispara con todo
Turbulencias en la selección
El polémico auxilio del 'futbito'
Extravagancia y desconsideración
Cada jugador español cobrará 480.000 euros si gana el título
Especial As.com:: Mundial 2002
Gráfico animado:: Las sedes
Gráfico animado:: El calendario
Encuesta:: ¿Qué le parece la selección de Camacho?

Es habitual caer en este tipo de manías persecutorias antes de la Copa del Mundo y también suele ser normal que se paguen las consecuencias. Clemente se estrelló antes de comenzar la de Francia con su penoso ataque a la prensa. Por lo visto, le preocupaban más los periodistas que Nigeria. Lejos de fortalecer los vínculos de los jugadores en torno a él, les aniquiló con un mensaje irrelevante y equivocado.

Nada más inoportuno que distraerse con enemigos falsos porque eso significa perder de vista al adversario real. La prensa no puede evitar las preguntas que han surgido en los últimos días: ¿qué pinta el seleccionador de futbito en el íntimo grupo de colaboradores de Camacho?, ¿por qué Lorenzana, el preparador físico, amenazó con dimitir de su cargo tras un conflicto con Raúl?, ¿cuál es la causa que aconseja la inclusión del fisioterapeuta Gutiérrez entre los periodistas y no entre los profesionales que cuidan de los jugadores?, ¿qué ocurre con un equipo que no ha jugado un peñazo en los dos partidos amistosos?, ¿hasta dónde está claro el dibujo táctico y hasta qué punto se ha perfilado? Las preguntas han surgido porque cada uno de estos asuntos existía. Por supuesto, no ha ayudado mucho la ausencia de respuestas o de explicaciones coherentes.

A Camacho no se le ocurrió ayer otra cosa que desacreditar a los periodistas según el aristocrático principio que impide hablar de fútbol a todos los que no lo hayan practicado en un nivel profesional. Si esta peregrina idea se llevara hasta las últimas consecuencias, y algo de eso hubo en la alusión de Camacho a sus numerosos galardones, funcionaría un sistema de castas por el cual los jugadores del Madrid o del Barça tendrían más conocimientos adquiridos que los del Celta, por ejemplo. Y los del Celta, más que los del Villarreal. Así sucesivamente hasta descender en la escala hasta el territorio de los parias: los periodistas y los aficionados en general, que sólo tendrían el derecho de ver y callar por su falta de experiencia profesional.

Pues bien, el fútbol es de todos: de Camacho, de los jugadores, de la prensa y de los 4.000 millones de aficionados que van a seguir los partidos. De lo contrario, este juego sería lo más parecido a la cofradía de amigos de la capa, es decir, un minúsculo reducto para iniciados.

El seleccionador se equivocó en su diatriba por la debilidad de sus argumentos y la falsedad de su teoría de la conspiración. Tampoco se puede decir que su intervención tuviera el don de la oportunidad. Pero, según dicta la ley de Murphy, empeoró todavía más las cosas cuando dedicó una hora de su tiempo a demostrar sus conocimientos y su preparación en una sala de vídeo, frente a una buena tropa de periodistas.

Si no fuera porque este insólito hecho provoca la ternura de lo ingenuo, podría interpretarse como un acto de justificación o de inseguridad y hasta se podría llegar al viejo excusatio non petita, acusatio manifesta. El problema, sin embargo, es de otra naturaleza: el de un hombre que se aleja de la realidad y dedica gran parte de sus energías a perseguir fantasmas cuando las necesidades están en otra parte. En preparar minuciosamente al equipo.

José Antonio Camacho, en el hotel de concentración de la selección española en Ulsan.
José Antonio Camacho, en el hotel de concentración de la selección española en Ulsan.ASSOCIATED PRESS

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_