El Bloc se apresta a dar su gran salto
El Bloc Nacionalista Valencià celebra esta tarde la clausura de su segundo congreso. Por las noticias que han trascendido en el curso de su preparación podemos anticipar que el trámite se cierra felizmente, al margen del inevitable puñado de agraviados. No se puede contentar a todos. Entre estos, por su notabilidad, hay que citar al analista político Vicent Franch, autoexcluido por sentirse desairado, aunque nunca se supo que fuese militante de esta formación. Ya nadie respeta las canas, profesor. Ni siquiera la experiencia es un aval, si uno no se trabaja día a día una puesto al sol del partido.
Un congreso, decimos, que es la culminación de un largo proceso en el que este colectivo fue un mero núcleo de resistencia partidaria bajo las siglas de UPV, crisálida después y, ya hoy, un adulto en vísperas de cuajar como voz madura y parlamentaria si no se sesga insólitamente su progresión. Los resultados electorales, aun en su modestia, son elocuentes. En las autonómicas de 1983 obtuvo el 3,07% de los votos y el 1,50% en las municipales. Después de una lenta progresión, las elecciones de 1999 le otorgaron un 4,54% y 5 %, respectivamente. Se quedó a tiro de piedra de las Cortes Valencianas, pero acaparó 235 concejales, 18 de los cuales ejercen de alcalde, y dos diputados provinciales. Se ha constituido en la tercera fuerza municipal de esta Comunidad, con sólida expectativa de crecimiento.
Al margen de dimes y diretes acerca de secretos amparos, nadie les ha regalado nada a las gentes del Bloc. O, en todo caso, ninguna ayuda ha sido comparable con el esfuerzo de ellas mismas para depurar un mensaje y dirigirlo al nicho adecuado de electores. Así, paso a paso, y sin lesionar sus convicciones irrenunciables, han modulado su obediencia nacionalista, acentuando el valencianismo. Buenas relaciones, sin dependencias, con los primos del norte, los catalanes. El énfasis se pone en los problemas del País y en la necesidad de una fuerza progresista que, sin ser vicaria de nadie, los afronte desde aquí, sin desmesuras ni demagogias. El famoso soberanismo queda matizado por el mayor ámbito posible de autogobierno. Un discurso que, a la postre, trasciende -ha trascendido- la capilla de los doctrinos y se ha traducido en 110.000 votantes.
Tan importante como este acopio de simpatías ha sido la proyección del Bloc sobre segmentos sociales tradicionalmente esquivos, cuando no beligerantes, contra este colectivo. Me refiero a determinados segmentos del empresariado indígena que, pragmáticos ellos, han advertido la eclosión de esta fuerza con implantación municipal y -lo que parece inminente- parlamentaria. Hoy, Pere Mayor, su líder, ha tendido los necesarios puentes -todavía modestos- con la patronal para neutralizar las antiguas prevenciones y optar, sin merma de su progresismo, a los caladeros electorales del centro. Como todo partido que aspire a sentar plaza de gobierno. ¿Acaso se le puede reprender esta aspiración común? ¿Habría de haber asumido la condena al gueto cuando ni siquiera el llamado nacionalismo cultural -dócil a otras siglas y entidades- le ha echado una mano amistosa?
Los sucesivos comicios han certificado la idoneidad de la estrategia. El contrapunto está en su propia madurez. Ya no es -o va a dejar de ser- el patito feo del panorama partidario, lo que se traducirá en un tratamiento mediático más generoso, y no como ahora, que linda con la clandestinidad. A los del PSPV, a pesar del nutrido cupo nacionalista que nutre sus filas, no ha de agradarles esta remontada del Bloc que lima sus clientelas socialistas y, además, lleva trazas de constituirse en un negociador inevitable e incómodo. El PP, que en buena lid, debiera llamarse a andana y dejar que sus antagonistas solucionen sus contenciosos, tampoco la festeja. Pero, a mi juicio, esto se debe a la diferencia de talante entre un partido y otro. Empezando por el idioma.
En fin, que de este segundo congreso el Bloc ha de emerger presto a dar su gran salto que, sin ser espectacular, ha de bastar para dotarle de una voz en la plaza, esto es, de unos escaños parlamentarios que le validen su mayoría de edad. Cuatro lustros de brega son méritos suficientes.
RELEVO EN LAS CÁMARAS
Arturo Virosque, presidente de la Cámara de Comercio de Valencia y del Consejo de Cámaras de la Comunidad Valenciana, se ha declarado dispuesto a presidir este órgano durante el próximo mandado, que en su caso sería el tercero. Nadie puede impugnarle el derecho a su personal postulación, pero creemos que debería reprimirse esta legítima ambición en favor de la tradición que ha convertido este cargo en rotativo entre las Cámaras de la Comunidad, Alicante, Alcoy y Orihuela. Comprendemos que el dirigente cameral valenciano quiera exprimir todas las posibilidades de su preeminencia pública, pero cediendo a esta ambición no da el ejemplo que le cumple al capcasal.
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