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Columna
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Menos lobos

Al decir el sábado pasado que 'cuando sobra el pan' aparecen necesidades nuevas, no me imaginaba que iba a producir tantas erratas y desacuerdos entre amigos y conocidos. Cuando hace poco comentaba con un político que la sociedad de la abundancia en la que vivimos provoca valores y sensibilidades distintas, me sorprendió que respondiese que no está bien visto hablar de abundancia, que no es políticamente correcto. Aunque no es fácil aceptarlo, creo que voy comprendiendo el mensaje. El problema es que si admitimos vivir con cierta facilidad y con bastante seguridad, ¿qué se puede hacer en política?

Un animal en la selva tiene dos necesidades básicas. Conseguir comida y evitar ser devorado por otros animales. Si aparece un chamán, le ofrece un par de naranjas y algún ungüento para las heridas, entonces ya tenemos un jefe de tribu que se ocupa de la economía y la sanidad. Por el contrario, si le sobra la comida y se encuentra seguro y protegido, seguro que pasa del chamán. En consecuencia, si quieres ser líder de tribu, mejor será convencer al personal de que necesita muchas más cosas para poder sobrevivir y que puede no conseguirlo sin su ayuda. Ahora ya lo entiendo, no es políticamente correcto, al menos no es conveniente, hablar de abundancia de pan y de seguridad de vida.

Sigo pensando, lo siento, que resulta indigno y degradante orquestar las próximas campañas políticas sobre los temas de seguridad ciudadana y sobre la inmigración. Produce la sensación de que nos tratan como animales selváticos y en esto, sólo en esto, soy optimista. Podemos sobrevivir medianamente bien y queremos algo más que el simple temor a la delincuencia y mirar a la nueva gente como marcianos. La seguridad en las calles no es una meta, es una exigencia que se da por supuesta. Sobran medios, leyes y procedimientos para que sea un hecho. Y si no quieren o no saben asegurarlo, que se vayan unos y que vengan otros. Así de sencillo, pero que no pretendan convertirse en líderes salvadores. Y si vaciamos a otros países de gente joven y emprendedora, después de haberla explotado durante años en todo lo demás, no los tratemos aquí como depredadores a domesticar.

Somos animales, sin duda, pero ya no estamos en la selva, estamos civilizados. Por eso necesitamos ahora cosas distintas. Por ejemplo, que las ambulancias concertadas -aquí todo está concertado, desde las matemáticas hasta las radiografías- no lleven hacinados a varios enfermos a la vez y los repartan por Valencia como paquetes viejos, pero cobrados de uno en uno a la sanidad pública. También queremos que los ciudadanos de Valencia no sean de cuarta fila, después de la segunda que ocupan los coches y la tercera de las excavaciones municipales. Queremos cultura auténtica y no el infantilismo de los parques temáticos. Exigimos potenciar la educación y no quedarnos en la simple propaganda educativa.

Amenazarnos con el lobo feroz no es política, es degradante. Ya no es fácil tragarse el cuento de Caperucita, sea roja o de cualquier otro color, porque no vivimos en el bosque ni en la selva. Caperucita tiene que ir a la escuela y la abuelita necesita unos servicios adecuados y una buena residencia, y no una cesta de pan ni cazadores que las defiendan.

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