Gemidos de muerte
El Liceo de Barcelona ha saldado su deuda con la mejor ópera rusa del siglo XX. Lady Macbeth de Msensk, la segunda y última ópera de Shostakóvich, prohibida por Stalin, ha tardado mucho en subir al escenario liceísta en su versión original, pero al final ha llegado para quedarse y hacer historia. Obras de este calibre demuestran que el género sigue vivo y garantizan su futuro.
Lady Macbeth es una ópera de amor, sexo, poder y muerte. Obra de humillados y ofendidos, rusa por los cuatro costados y perturbardora más allá de la explícita sexualidad que Shostakóvich, ventila con un sarcasmo sonoro que deja exhaustos a cantantes, coro, orquesta y público. La protagonista, Katerina Ismailova, busca desesperadamente la vida fuera del miserable entorno y en su huida, enamorada de un cretino arribista, colecciona cadáveres: mata a su depravado suegro y, con la ayuda de su amante, a su miserable marido; es detenida, y, camino de Siberia, comete otro asesinato y se suicida. Culebrón de tintes veristas que Shostakóvich convierte en una pesimista y desoladora reflexión sobre la condición humana.
Lady Macbeth de Msensk
De Dimitri Shostakóvich. Intérpretes principales: Nadine Secunde, Christopher Ventris, Anatoli Kocherga, Francisco Vas, Graham Clark, Yevgueni Nesterenko y Maxim Mikhailov. Orquesta y Coro del Liceo. Dirección musical: Alexander Anissimov. Dirección escénica: Stein Winge. Escenografía: Benoît Dugardyn. Producción del Teatro del Liceo y el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Teatro del Liceo. Barcelona, 13 de mayo.
Verdadero torbellino orquestal, Lady Macbeth ha triunfado en el Liceo gracias a la vigorosa y experta dirección musical de Alexander Anissimov. Conoce la partitura, sabe lo que le puede pedir a la orquesta del Liceo y lo pide con pulso firme y sentido práctico. También el director de escena noruego Stein Winge, que firma el montaje, escoge una vía sensata para contar la historia: un espacio único que huye del realismo y concentra la atención en personajes y música. Compensa las limitaciones de un escenario único con una dirección de actores espléndida.
Ópera difícil y ambiciosa, en el Liceo se impuso el trabajo de equipo: soberbios el coro del teatro y el de Cámara del Palau de la Música. La orquesta dio una gran alegría manteniendo el tipo en una partitura agotadora. La soprano Nadine Secunde interpretó el personaje protagonista con energía wagneriana al principio, pero, entre revolcones, orgasmos y asesinatos, llegó exhausta al crucial acto final. Memorables las actuaciones del bajo Anatoli Kocherga y el tenor Graham Clark, antológico en el papel de trabajador harapiento. A buen nivel el tenor Christopher Ventris, el histórico bajo Yevgeni Nesterenko y el tenor Francisco Vas.
Babelia
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