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Columna
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Mucho más que un juego de niños

Es tiempo de cambios en algunas de las orquestas más emblemáticas. Simon Rattle busca la diferencia con Claudio Abbado en sus primeros escarceos al frente de la Filarmónica de Berlín. Uno de sus objetivos primordiales, la apertura de la orquesta hacia sectores más amplios de la ciudad. En nuestro país, mientras la Orquesta Nacional de España o la de Barcelona y Nacional de Cataluña se preparan, de una u otra forma, para recibir a nuevos titulares, la Sinfónica de Galicia celebra su primera década con la satisfacción de un merecido y unánime reconocimiento por su trayectoria artística. La Filarmónica de Gran Canaria también está de fiesta. Son los diez primeros años de sus conciertos escolares, una apuesta que ha llevado a cabo con una tenacidad envidiable, como lo demuestra su balance de 60 programas y 460.000 asistencias a conciertos de niños y jóvenes. Sin ningún tipo de alharacas, con humildad, los actos de la memoria de su prodigiosa década escolar, en los primeros días de este mes de mayo, se han centrado en un Encuentro Internacional sobre la Difusión de Conciertos Didácticos y en el estreno de una ópera para todos los públicos del compositor y pedagogo Fernando Palacios. Se sienten orgullosos de esta dedicación, y no es para menos.

La vocación juvenil de la Filarmónica de Gran Canaria pone el dedo en la llaga en el intento de contrarrestar uno de los problemas fundamentales que hoy tiene el mundo sinfónico: el envejecimiento de la edad media del público que asiste a los conciertos. Los actos musicales para jóvenes en Las Palmas tienen una preparación pedagógica previa y nunca son un hecho aislado. Al contrario. Cada alumno asiste varias veces a lo largo del curso a los conciertos en vistas a una familiarización natural con el universo de la música. Si continuarán o no frecuentando las salas de conciertos al finalizar el colegio es otra historia. Lo que verdaderamente importa es la creación de unas bases de cultura musical cotidiana desde la infancia. Lo demás es cuestión de libertad de elección desde el conocimiento. Pero, al menos, la semilla está echada, que es de lo que se trata.

El estreno de la ópera El planeta Analfabia, de Fernando Palacios, supone un punto de madurez de todo este proceso de iniciación musical. Tengo mis dudas sobre si una ópera como ésta llega con más facilidad a los jóvenes que Rigoletto, pongamos por caso, o a los niños que La flauta mágica. De lo que no hay duda es de que llega, como se ha podido comprobar en el teatro Cuyás. A ello contribuye, entre otros factores, que varios de los protagonistas vocales y el coro (preparado con absoluta maestría por Marcela Garrón) tengan la misma edad que los asistentes, con lo que la identificación es inmediata. La estructura de cuento fantástico también favorece la comunicación y, cómo no, el tratamiento colorista y desenfadado de la puesta en escena. El planeta Analfabia se ha estado grabando en DVD por la empresa de causas musicales imposibles que lidera Patxi del Campo en Vitoria. Imposibles, aunque sólo a primera vista. La colección de cuentos musicales en formato disco-libro ilustrado que lleva por título La Mota de Polvo ha sacado ya al mercado 13 ejemplares, con un índice de crecimiento actual de tres novedades por año. De algunos de los ejemplares atrasados se han llegado a vender más de 8000 copias, con lo que las reediciones están a la orden del día. Nadie daba un duro por esta iniciativa y ahí está desafiando el paso del tiempo y las convenciones.

En el Encuentro Internacional sobre Difusión de Conciertos Didácticos se ha insistido una y otra vez en la importancia del fenómeno de la escucha -el libro que sobre este tema ha escrito Fernando Palacios no hay manera de encontrarlo, pero ya lleva vendidos más de 5000 ejemplares-, se han comparado las experiencias de nuestro país con otras similares de Alemania o Reino Unido, y se han realizado varios talleres de trabajo, ponencias o mesas redondas sobre cuestiones puntuales. También se han deslizado amargas quejas sobre la poca atención que encuentran estos temas en los medios de comunicación.

La experiencia de la Filarmónica de Gran Canaria no ha caído en saco roto y son varias las orquestas españolas e incluso suramericanas que han tomado buena nota y han puesto en marcha, con mayor o menor magnitud, programas semejantes, desde Galicia hasta Colombia. La dificultad de renovación del público tradicional por otro más joven ha encendido las alarmas rojas. Para las orquestas este problema se sitúa en el terreno de su propia supervivencia a largo plazo. Pero los planes de estudio, las escuelas, las familias y otros agentes sociales algo tendrán que decir. Lamentablemente están bastante callados y así van las cosas como van. Es por ello que, en esta situación de contagiosas indiferencias, esfuerzos como el de los canarios merecen una admiración sin reservas.

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