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Columna
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Vivisección

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Si Alexander Fleming hubiera llevado a cabo sus investigaciones bacteriológicas utilizando para sus experimentos a ciertos animales hoy no conoceríamos la penicilina, o al menos habría pasado mucho tiempo desde ese año de 1928 en el cual el descubrimiento del primer antibiótico supuso una revolución sin precedentes en la historia de la medicina. Gatitos, por ejemplo. Si Fleming hubiera usado gatitos para observar la reacción que les causaba el suministro del Penicilium notatum, habría desestimado su aplicación en humanos, porque la penicilina provoca la muerte de los gatos.

Con este simple pero trascendente ejemplo ilustró Eladio Ferreira, el pasado lunes, el contenido de la campaña que Alternativa para la Liberación Animal (ALA) está realizando a través de la gira Vivisección: una práctica de otro siglo que esta asociación por los derechos de los animales ha llevado durante abril y mayo a lo largo de varias ciudades españolas. A Coruña, Vigo, Santiago de Compostela, Oviedo, Gijón, Santander, Bilbao, Llodio, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Zaragoza, Girona, Barcelona, Castellón, Valencia, Alicante, Murcia, Granada, Córdoba, Valladolid y, finalmente, Madrid: añado esta larga relación para hacer justicia a un pequeño grupo de personas que, sin apenas apoyos sociales o mediáticos, ni, por supuesto, políticos, son capaces de mantener la energía y la fe necesarias para llevar a cabo una labor de concienciación imprescindible, y de ser inmunes al desaliento aun cuando a la conferencia de prensa de su presentación en Madrid sólo acudieran dos periodistas. Su lucha, tan humana, es la de las especies sin voz que padecen un indecible sufrimiento a manos de un escandaloso fraude científico.

La vivisección es la disección practicada en un animal vivo. Diseccionar es cortar o dividir. Millones de animales no humanos, en su mayoría ratones, ratas, conejos, primates, perros y gatos, son utilizados como objeto de experimentación por las industrias bélica y cosmética, práctica también común en el ámbito académico: los estudiantes de Ciencias, Farmacia o Psicología tienen que enfrentarse, tarde o temprano, con la práctica, brutal y ya inútil, de semejante tortura. A estudiantes y profesores de las facultades de Biología, Psicología, Medicina y Filosofía ha ido principalmente dirigida esta campaña. La investigación dispone en la actualidad de alternativas científicas a la vivisección, tales como los cultivos celulares y de tejidos, los modelos por ordenador, las técnicas físico-químicas o la observación clínica y epidemiológica. Las diferencias fisiológicas y metabólicas entre los animales humanos y los no humanos hacen imposible extrapolar los resultados de los experimentos realizados entre unos y otros, a lo que se añaden los factores de estrés y terror sufridos por los animales, que alteran su respuesta. Cientos de medicamentos, testados de forma sencilla, rápida y barata en millones de animales, son retirados cada año del mercado por provocar muerte o intoxicación entre los humanos: talidomida (12.000 casos de graves malformaciones en recién nacidos), opreno (61 muertos y 3.500 reacciones adversas graves), eraldin (cegueras y muertes), clioquinol (30.000 casos de parálisis en Japón, ceguera y muertes), isuproterenol (3.500 muertes en Gran Bretaña), flosinto, primacor, osmosin, teraptron... son sólo unos pocos ejemplos de los que produjeron trágicas consecuencias. El metrotexato (contra la leucemia infantil), el cromoglicato de sodio (contra el asma), el nitrio (para la angina de pecho) o la quinina (contra la malaria) son, sin embargo, eficaces medicamentos conseguidos sin experimentar con animales.

También hay fraude legal: el convenio 86/609 del Consejo Europeo, ratificado en España por el Real Decreto 223/88, 'sobre la protección de los vertebrados utilizados con fines experimentales y otros fines científicos', recoge la necesidad de sustituir su utilización 'tratando de encontrar métodos alternativos y fomentando la aplicación de éstos'. Estudiantes y profesores tienen, pues, la posibilidad de objetar y no participar en esa cadena subvencionada de sufrimiento y muerte: la mitad de las universidades de EE UU y del norte de Europa ya no usa animales. Acabaríamos así con los multimillonarios negocios farmacéutico y de cría y venta de animales de laboratorio, y con una tortura inadmisible.

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