Un leonés experto en temas delicados
Rodolfo Martín Villa (Santa María del Páramo, León, 1934) ha tenido en su dilatada carrera dos puestos especialmente delicados, el de ministro del Interior, con la UCD en los años setenta, y el de presidente de Endesa, la primera eléctrica del país, al fin del milenio. De ambos ha sabido salir con aureola de hombre prudente, hábil y eficaz.
Osado sólo cuando la ocasión lo merece, Martín Villa ha utilizado a la perfección su dominio del Who is Who hispano para no desmerecer su dilatada biografía en estos últimos años y maniobrar en situaciones delicadas. Llegó al cargo de presidente de la primera eléctrica española en el gran reparto popular de empresas privatizadas (Telefónica, Repsol, Argentaria, Tabacalera...) y sin apenas experiencia empresarial previa, pero conectó a la perfección con la vieja guardia del sector eléctrico, agrupada en torno a la asociación patronal eléctrica Unesa. Su carácter afable y sus formas pulidas en el arte de la política contribuyeron al buen encaje en el club del kilovatio.
El político ha conseguido el galón de buen gestor, ganado en lides que, como Enersis, llegaron a poner a prueba su resistencia física con grandes dosis de jet-lag y poco sueño. Siempre agradecido, Martín Villa, en su última etapa, ha ayudado al Gobierno a abrir un debate políticamente delicado: el de la energía nuclear, que defiende a capa y espada. Seguidor del Numancia de Soria (su esposa es soriana) y experto en el santoral, que utiliza con profusión en sus discursos (siempre ha dicho: 'Me iré el día de Santa Gema, 14 de mayo, un día después de la Virgen de Fátima y uno antes de San Isidro') es más que posible que celebre el buen fin de su etapa empresarial con el manjar que regala a sus amigos: huevos de dos yemas. Un símbolo.
Repaso
En la que fue su última conferencia de prensa como presidente de Endesa, realizó un repaso de su etapa en la compañía con más detalle en los buenos momentos que en los malos. Entre los que han sido sus más cercanos colaboradores deja un rastro de agradecimiento. En el caso del consejero delegado, Rafael Miranda, el agradecimiento se tradujo ayer en emoción. Miranda se atragantó en sus palabras de despedida al jefe de los últimos cinco años. La escena no pareció forzada.
Martín Villa, no es un secreto, tiene dificultades de visión, pero las compensa con habilidad para encontrar en cada momento el sitio adecuado. Ese sitio en los últimos años ha sido Endesa, una empresa en la que, según dio a entender ayer, el esfuerzo desplegado ha tenido mayores recompensas de lo que es habitual en el mundo de la política, que tan bien conoce. El olfato político de Martín Villa ha tenido mucho que ver, sin duda, en el momento elegido para decir adiós.
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