Gilismo
Ahora que el exterminador de Los Ángeles de San Rafael, el monstruo que surgió del Manzanares, el ciclón que arrasó Marbella, rinde cuentas, sus innombrables cuentas, anales de sus desmanes de gobierno, ante los tribunales; ahora que Jesús Gil y Gil, redundante líder del GIL y demagogo del gilismo, se enfrenta a su turbulento pasado de fraudes y corruptelas, ahora, tal vez sea tiempo de que recapaciten por sus excesos y frivolidades sus innumerables y casi siempre involuntarios cómplices mediáticos, que, para mantener entretenida a su clientela y en alto sus índices de audiencia, albergaron y alimentaron en su seno, en sus estudios, sus platós y sus páginas, durante sus años triunfales, al fenómeno y le rieron sus gracias y sirvieron de voceros de sus falacias y de sus bravuconadas, sin atreverse a plantarle cara ni a decirle al rostro lo que se suponía que pensaban de él, desde su punto de vista de informadores, comunicadores, ciudadanos y demócratas, sujetos a (y de) una ética que su huésped pisoteaba de palabra, de intención y de obra en cada comparecencia.
Fingían sus anfitriones mediáticos cuando le presentaban como un payaso y se les notaba el fingimiento porque acababan rindiendo pleitesía a su 'arrolladora personalidad'. Gil era el payaso de las bofetadas, el clown de cara blanca y negra entraña que humilla, golpea y atropella a su pareja, el torpe 'augusto', sobre la pista del circo entre las carcajadas del respetable. Presentadores de televisión y reporteros en busca de titulares de impacto le han jaleado y animado para que fuera aún más 'ostentóreo' y brutal en sus ataques, verbales o físicos, pues una mano negra y fiel, reclutada entre antiguos compañeros de cárcel y fogosos ultras de su 'Atleti', solía y aún suele lavar sus presuntas afrentas en la fiel observancia de los procedimientos más clásicos del matonismo mafioso. Procedimientos que padecí en su día y en mis carnes, al ser amenazado, acosado y perseguido, durante una semana, por fanáticos ultragilistas a sueldo después de un abrupto encontronazo, verbal, en un plató de la televisión pública acerca de una novela mía en la que salía a relucir su personaje como secundario en la trama.
Si Gil no se hubiera hundido en el paso del Estrecho al chocar con los broncos acantilados políticos de Ceuta y de Melilla y sus procelosas corrientes, hoy, en la resaca de la primera vuelta de las elecciones francesas, no faltarían las voces dispuestas a aclamarlo y proclamarlo como un nuevo y emergente Le Pen. Uno de los primeros en abandonar el barco, antes de que se fuera a pique, fue su ex asesor legal y presunto consejero aúlico, José Luis Sierra, al que algunos suponen mentor político y cerebro gris del gilismo, enfermedad infantil o senil del populismo demagógico, del despotismo iletrado y facineroso vinculado tradicionalmente a la extrema derecha emergente en Europa y en el mundo ante la fragmentación de la izquierda y la decepción y desconfianza de los electores por los grandes partidos de siempre y sus líderes de toda la vida.
La izquierda gala, roja y verde, campechana y ecologista, aprovechó la jornada del domingo para salir al campo y escapar de la inseguridad ciudadana con la confianza ingenua de que al fin y al cabo iban a quedar las cosas como estaban y que ya irían, una vez más resignados, a votar al pesado de Jospin en la segunda vuelta. En una perversa paradoja, que ha dejado pálidos a los socialistas franceses, muchos de los que no votaron a Jospin el domingo acabarán votando a Chirac como un mal menor.
Si a Gil no le hubiera explotado en la cara su pasado como una bomba de relojería, cuyo temporizador estaba en manos del Gobierno, de la justicia, o de la justicia del Gobierno, si al ultramontano líder no le hubieran cambiado su Patio de Monipodio particular por el de la cárcel de Alcalá-Meco, la extrema derecha nacional, huérfana y descabezada, podría haber encontrado a su nuevo caudillo. Un candidato más que se les arruina en la trena, como Ynestrillas, y otra vez no por su ideología, sino por estricta aplicación del Código Penal.
Propongo como tema de debate para una próxima asamblea de los socialistas madrileños dilucidar qué ocurriría si un Gil, este o cualquier otro Gil, se presentase un día como claro favorito a las elecciones municipales de la capital y ellos se vieran en la coyuntura de tener que respaldar con sus votos a Álvarez del Manzano. Trinidad Jiménez y Joaquín Leguina tendrían que pronunciarse sobre el tema.
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