La primera vuelta de las elecciones francesas mide hoy el voto de protesta
Sólo dos de los 16 candidatos a la presidencia pasarán a la segunda vuelta
Catorce de los 16 candidatos al Elíseo caerán hoy en las primarias de las elecciones presidenciales francesas. Los comicios se celebran en un ambiente cargado de presagios sobre la crisis interna de la izquierda, abierta cuando la derecha sigue sin recomponer un partido conservador de corte moderno. Los dos principales contendientes, Jacques Chirac y Lionel Jospin, cruzan los dedos para sobrevivir al voto de protesta o antisistema previsto por los sondeos.
Muchos factores condicionan la elección para que los actuales presidente y primer ministro puedan pasar a la final, el próximo 5 de mayo. Además de la abstención récord esperada -la votación se celebra en plenas vacaciones escolares-, la dispersión de candidaturas y la ausencia total de Europa, esta campaña se ha visto afectada por muchos sucesos traumatizantes.
La sensación de inseguridad se une a la incertidumbre internacional, que ha mezclado las noticias de los mítines con la oleada de incidentes provocados en Francia por el conflicto entre israelíes y palestinos.
Esta situación da una ligera ventaja a la derecha y fortifica al ultraderechista Jean-Marie Le Pen, a la hora de pedir al elector que prefiera 'el original a la copia'; es decir, que confíen en él más que en Chirac o Jospin.
A ello se añade el problema de las grandes movilizaciones organizadas por colectivos bastante insólitos: los policías, los gendarmes, los médicos y, en estos días de votaciones, los aduaneros. El peso de las reivindicaciones alterna con la presión de los impuestos que pesan sobre los trabajadores de cuello blanco y sobre las empresas privadas, que tienen la sensación de ser la vaca lechera del Estado-providencia, y con el golpe simbólico a la 'excepción cultural' francesa que representa la fulminante destitución de la cúpula de Canal Plus Francia.
De los 16 aspirantes a la primera vuelta hay muy pocas caras nuevas en la política. El cartero Olivier Besancenot (Liga Comunista Revolucionaria) ha suscitado algún interés, tal vez porque sus 28 años de edad le convierten en una rara avis, pero todos los 'pequeños candidatos' han aprovechado las encantadoras reglas de la democracia francesa, que conceden a todos el mismo tiempo de televisión: una ciudadanía despistada ha podido así descubrir a alguien nuevo o interesarse por una vieja voz, a la que había prestado poca atención hasta ahora.
El resultado ha sido el pánico de los institutos de encuestas, que han cocinado sondeos como nunca. 'Si hubiéramos publicado lo que salía directamente de las respuestas de los ciudadanos, nos habrían detenido por difusión de falsas noticias', comenta un experto.
Las primarias darán cuenta también de la dimensión de la extrema derecha, dirigida por el septuagenario Le Pen, y de la profundidad de la crisis del Partido Comunista, cuyo espacio se cree carcomido por opciones trostkistas como la de Arlette Laguiller, la candidata de Lucha Obrera.
No es menor el interés por el resultado de la operación soberanista y republicana conducida por Jean-Pierre Chevènement, quien ha denunciado simultáneamente tanto a Chirac como a Jospin, en nombre de una República que él presenta como si estuviera más allá de izquierdas y derechas.
Chirac se juega personalmente mucho en este envite; y también es una gran prueba para Jospin, representante de una izquierda diametralmente opuesta a la de la trostkista Laguiller, que cerró su campaña con la propuesta de organizar en Francia una gran huelga general, como la reciente de Italia, en cuanto se acaben las elecciones. Eso sí que sería 'presidir de otro modo', el lema de campaña del candidato socialista al Elíseo.
La última elección del siglo XX
Que estos comicios son los primeros del siglo XXI es una mera coincidencia cronológica. Chirac lleva 40 años en la política y Jospin tampoco es un recién llegado. Esta característica de los candidatos 'del sistema' se registra igualmente entre los que reclaman el voto de protesta: la trostkista Arlette Laguiller concurre hoy a su quinta elección presidencial, y Jean-Marie Le Pen, a la cuarta. Jean-Pierre Chevènement se presenta por primera vez en unas presidenciales, pero sus raíces en la política se remontan a varios decenios. Las elecciones presidenciales también han perdido mucho de la solemnidad de antaño. Las sucesivas cohabitaciones han contribuido a desvelar la debilidad del poder presidencial. Por más que sea elegido por el pueblo, el jefe del Estado francés ha de apoyarse en un Gobierno que puede ser derribado por el Parlamento. Los franceses cada vez se dan más cuenta de que el presidente está limitado por la Unión Europea y ha dejado de ser ese hombre que podía cambiar algo sustancial, en un momento determinado, como De Gaulle o Mitterrand. La campaña de Chirac para pedir la reelección no puede ser más convincente: su mensaje es que no ha sido el responsable político de los cinco últimos años. Un modo de señalar a Jospin como el culpable de todo lo malo, pero también de dejar en evidencia el carácter cuasiprotocolario de su función presidencial. Una vez electo, el próximo presidente tendrá que emprender otra campaña, esta vez para que el pueblo elija una Asamblea Nacional favorable a su color político, como único método de reforzar su poder real.
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