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Rusia cierra las puertas a los ciudadanos de la antigua URSS

Pilar Bonet

Rusia rompió ayer una amarra más con el pasado soviético por medio de una nueva ley, que prácticamente supone el fin de la política de puertas abiertas para que los ciudadanos de las antiguas repúblicas de la URSS puedan obtener el pasaporte ruso. Para acceder a la ciudadanía rusa será necesario renunciar a cualquier otra nacionalidad, vivir en Rusia y esperar cinco años a partir de la obtención de un permiso de residencia, que aún no existe como documento jurídico de validez general. Otros requisitos son un trabajo legal, carecer de antecedentes penales y superar una prueba del idioma ruso.

La ley fue aprobada ayer en tercera y definitiva lectura por la Duma Estatal de Rusia (Cámara baja del Parlamento) por 252 votos a favor y 152 en contra, con el apoyo de los grupos denominados 'centristas', que se hacen eco de la voluntad del Kremlin. Esta circunstancia hace poco probable que la ley, que en gran medida recoge enmiendas procedentes de la Administración presidencial, tenga dificultades para obtener la aprobación del Consejo de la Federación (Cámara alta) y la firma del presidente, Vladímir Putin.

Los ciudadanos de las repúblicas postsoviéticas nacidos tras la desintegración de la URSS quedan equiparados al resto de los extranjeros a efectos de obtener la ciudadanía rusa. La ley, sin embargo, contempla un procedimiento simplificado (con un periodo de espera inferior a cinco años) para los ciudadanos de la antigua URSS que viven en Rusia u otros lugares y que, aparte de mantener la ciudadanía de un país inexistente, no han adquirido otra después. También los antiguos ciudadanos de la URSS nacidos en Rusia cuando este territorio era una república de la Unión Soviética tendrán derecho a pedir la ciudadanía al cumplirse un año de la obtención del permiso de residencia. 'No hay que convertir a Rusia en un lugar de paso. Rusia no debe ser un aspirador que absorbe a la gente normal y también a los desechos', manifestó en el debate uno de los legisladores progubernamentales.

Deber moral

Con la ley aprobada ayer, el control de los procesos migratorios y las consideraciones de seguridad se han impuesto a la idea de que Rusia tiene un deber moral hacia los ciudadanos ex soviéticos. Moscú ha mantenido la retórica sobre la política de brazos abiertos a los antiguos compatriotas hasta el otoño pasado, cuando Putin disolvió el ministerio que se encargaba de la emigración y entregó esta competencia al Departamento del Interior. Millones de rusos siguen identificándose aún por medio del pasaporte soviético.

Para poder aplicar la ley, Rusia deberá elaborar normas generales que regulen el permiso de residencia, ahora concedido por los municipios de acuerdo con criterios de la época soviética. En Moscú, por ejemplo, de los 300.000 extranjeros que residen legalmente en la ciudad, sólo 960 tienen permiso de residencia, según la Unión de Fuerzas de Derecha, el partido liberal cuyos diputados en la Duma se dividieron al votar ayer.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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