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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La caza del ciervo blanco

Erec y Enide es la obra más antigua de Chrétien de Troyes y, a la vez, es la primera dedicada a la materia de Bretaña; es uno de los romans mejor construidos por el autor de Lanzarote o el Caballero de la carreta, y los medievalistas suelen alabar la perfección de la estructura de esta novela que se inicia con la aventura de la caza del ciervo blanco, en la que participan todos los caballeros, menos el joven Erec, que prefiere acompañar a la reina Ginebra. Pronto Erec se ve forzado a iniciar su propia aventura, tras el encuentro humillante con un enano felón en un bosque, y en la que conocerá a Enide, su gran amor. Erec representa la figura ideal del caballero y Enide es el ideal femenino. Todos estos datos que conoce perfectamente el erudito profesor medievalista Julio Matasanz, el protagonista más triste y más sólo de esta novela de novelas (cortas) de tristezas y soledades de Vázquez Montalbán, los tomo de la edición que Carlos Alvar, Victoria Cirlot y Antoni Rosell prepararon de la obra de Chrétien (Siruela, 1987). Alejado ya Montalbán del ciclo de 'la materia de Carvalho', que le ha dado fama, honores y que, en ocasiones, no ha permitido ver con suficiente claridad y precisión sus 'otras' novelas -sería estúpido calificarlas de 'serias', como si las de Carvalho no lo fuesen, aunque sean otra cosa-, se embarca ahora con una novela, o novela de novelas (cortas), que surge, espléndida, a la sombra del ciclo artúrico donde encuentra estímulo e inspiración. Pues del Erec y Enide antiguo toma prestados al enano felón (que lo trocea en la 'novela' de Pedro y Myriam, los idealistas miembros de una ONG en Centroamérica, en los que Montalbán encarna los ideales revividos de la caballería antigua) y el nombre de la última aventura de Erec, la 'Alegría de la Corte', sirve de nombre a la finca del matrimonio formado por Julio Matasanz y Madrona, esa pareja desgastada por la aventura de vivir y que protagonizan, cada uno de ellos por separado, su 'novela': Julio Matasanz, no logrando enmascarar su tristeza y soledad vitales con reconocimientos académicos, y Madrona, recorriendo, a la manera dublinesa de Joyce, los barrios altos de su Barcelona de gran señora en busca de un poco de caviar, salmón o champán por no toparse con su propia tristeza y soledad, agudizada por un resultado médico desfavorable.

EREC Y ENIDE

Manuel Vázquez Montalbán Areté. Barcelona, 2002 268 páginas. 19,95 euros

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'La literatura tiene que ser divertida'

Se viene repitiendo, en es

tas líneas, lo de tristeza y soledad, que es un lazo corredizo que apresa a los personajes de esta novela de novelas (cortas). Erec y Enide, el último libro de Vázquez Montalbán, reúne sin dejar de ser una novela tres historias que casi, casi podrían leerse por separado y que acaban casi, casi teniendo autonomía propia, lo que hace que el lector se vea forzado a valorarlas por separado e, inevitablemente, a compararlas. Tal vez Montalbán se haya sentido cansado para acometer la proeza de escribir una tras otra las tres novelas que tenía ahí a la vista. La 'novela caballeresca' de los nuevos ideales, con esa pareja de jóvenes cooperantes que sufren mil y una aventuras a cual más violenta e inexplicable (la violencia es real, lo inverosímil, en ocasiones, es cómo se produce en el relato). La novela del cansancio de la vida, con esa Madrona que deambula por Barcelona en unos días prenavideños. Y, por último, la novela de ese medievalista erudito, discípulo y ayudante de Martín de Riquer, que recoge honores académicos, mientras la vida se le va yendo por el desagüe del tiempo. En mi opinión, la parte más narrativa e idealista (con su tópico 'chiapapesco') es la de los jóvenes, pero también la más endeble. Creo que donde Montalbán se ha volcado es en el cansancio vital del medievalista: la noche del último encuentro con su amante itinerante de congresos y simposios es patéticamente hermosa; pero muy hermosa. Es éste un momento cumbre, no el único en esta novela melancólica de tristezas y soledades, que habla de la imposibilidad de atrapar al ciervo blanco.

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