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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sosería y desgana

Es Showtime una película parásita, con esquema argumental y dispositivo formal miméticos, extraídos de otras películas más afortunadas y que aquí se limitan a servir de marco para un pobre, muy elemental y frustrado, juego de lucimiento facilón de dos célebres, y muy distintos entre sí, actores, Robert de Niro y Eddie Murphy, a quienes los guionistas y el director, un tal Tom Dey, ponen ante las narices una tacada de carambolas hechas que inexplicablemente, dada su veteranía, ellos fallan estrepitosamente.

¿Qué ocurre dentro de Showtime para que unos tan zorros intérpretes, dos cómicos eminentes y dueños de un endiablado dominio de su oficio, como Robert de Niro y Eddie Murphy no arranquen de sus peripecias ni un maldito vestigio de humor ni dejen caer una gota de emoción? Es, a mi juicio, probable que perciban sin darse cuenta que este tinglado es para ellos tan pan comido, que les aburra hacerlo y, a falta de gana, transmitan su desgana. El juego de fondo de Showtime, con las interferencias y adosamientos que se quiera, que son muchos y malos, quiere ser, o vivir a la sombra del que gozosamente inventaron el propio Murphy, Nick Nolte y Walter Hill en la arrolladora Límite, 48 horas. Pero una cosa es querer y otra muy distinta poder.

SHOWTIME

Dirección: Tom Dey. Guión: Keith Sharon, Alfred Cough y Miles Millar. Intérpretes: Eddie Murphy, Robert de Niro, René Russo, Frankie R. Faison, William Shatner. Género: comedia. Estados Unidos, 2001. Duración: 105 minutos.

Lo que allí era un duelo amistoso cautivador entre un policía y un delincuente metido a policía, aquí sólo roza la piel del modelo y aquella inolvidable escalada de vibrantes gracias y desgracias se degrada y convierte en una sucesión plana de soserías, de las que ni siquiera el, sobre el papel atractivo, choque de talantes y escuelas interpretativas -el barroquismo veloz e intuitivo de Murphy en pugna con la sobriedad pausada y llena de cálculo de De Niro- saca el menor jugo, pues Murphy no para de hacer muecas no convincentes, agolpadas y arbitrarias, y De Niro se limita a abrir sonrisas falsas dentro de un rictus de asco perpetuo, como si se preguntase qué demonios pinta un actor como él en una película como ésta.

Y algo así late en el fondo de Showtime, cuya entidad como producción se sostiene exclusivamente sobre la fuerza de enganche de los dos nombres con los que abre sus títulos de crédito. Pero el tinglado no está a la altura de las capacidades de estos dos enormes cómicos, que aquí se empequeñecen y autodegradan su talento en un fregado de tareas penosamente inferiores a las que nosotros, sus espectadores, merecemos que desplieguen.

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