Una dosis de autoestima
Un curso de alfarería ayuda a antiguos toxicómanos a descubrir su potencial creativo
No hay muchas oportunidades para quien ha vivido enganchado de una sustancia durante tanto tiempo que casi ha renunciado al alma. Apenas hay oportunidades incluso cuando ha elegido liberarse como ha hecho Gregorio Muñoz Nisa, de 41 años, que hace año y medio rompió con una dependencia de casi tres lustros. Ha dejado la droga, pero en cierto modo ella se resiste a dejarlo a él.
De alguna manera siempre reaparece, en las entrevistas de trabajo, en los bares donde presenciaron excesos de la adicción y no olvidan, en las entrevistas periodísticas. No parece fácil sacudirse el lastre: 'En cada trabajo que buscas te preguntan por tus antecedentes policiales o de drogas, y claro tienes que decir la verdad, y no se fían, tal vez te ayudarían si te conocieran, pero la gente no ayuda a los que queremos cambiar de vida'.
Gregorio ha descubierto recientemente el placer de crear a través del curso de alfarería y cerámica, organizado por la Fundación Andaluza para la Atención de las Drogodependenicas (FADA) y el Ayuntamiento de Sevilla. 'Después de no haber hecho nada derecho en la vida, me gusta ser capaz de crear algo con las manos', dice. Es uno de los 15 alumnos que inició el curso, financiado por la Consejería de Empleo y Desarrollo Tecnológico, aunque sólo han seguido adelante ocho, entre ellos Gregorio, Manuel y Alfredo. Sus trabajos, que han estado expuestos en Sevilla tres días, prueban su destreza con la cerámica, pero no parece fácil que el mercado vaya a reconocérselo con un empleo.
A pesar de ello, los tres confiesan que les ha ayudado. 'Te libera la cabeza, a mí me encanta tanto que no he faltado ni un día', indica Manuel González Ayuso, de 52 años. Lleva casi cuatro años en el programa de metadona, donde se enteró de la existencia del curso de alfarería, y pretende romper con ella igual que ya lo hizo con la heroína. Manuel ha descubierto estos meses que puede reproducir motivos clásicos sobre vasijas, pero también ha aprovechado para dar rienda suelta a su pasión: 'Soy sevillista y me he hecho un escudo precioso que voy a poner en mi casa'.
El caso de Alfredo L. C. es singular. Tiene 25 años y un pasado de drogodependencia breve comparado con los de Manuel y Gregorio. 'Apenas estuvo dos o tres años enganchado', dice antes de reconocer que le ayudó a liberarse la comprensión paterna. Cuando Alfredo descubrió la heroína ya llevaba algunos años con trabajos eventuales como repartidor o camarero. El curso le ha abierto el apetito artesanal y se plantea proseguir formándose en algún centro. Además le ha servido para avivar la memoria después de cuatro años de abstinencia rodeado de un círculo afectivo ajeno al mundillo que trataba de olvidar. 'He aprendido a relacionarme con gente que ha sido adicta', expone.
240 alumnos en toda Andalucía
La incorporación al mercado de trabajo no es coser y cantar para nadie, pero para un drogodependiente en vía de rehabilitación roza la epopeya. Sus peculiaridades, como la necesidad de disponer de flexibilidad horaria, no están previstas tampoco en los programas de formación ocupacional que pueden servirles de puente hacia el empleo. Para suplir este vacío la FADA, dependiente de la Consejería de Asuntos Sociales, impulsó la organización de cursos de formación ocupacional, similares a los que ya se están impartiendo en el interior de las comunidades terapéuticas para quienes siguen tratamiento de desintoxicación. En la actualidad, 240 alumnos (de ellos 165 están en comunidades) participan en los 16 cursos que se están desarrollando en toda Andalucía. La responsable de incorporación sociolaboral de la FADA, Tina Ramón, señala que la iniciativa surgió precisamente para cubrir el vacío de los cursos de formación ocupacional profesional, nada adaptados a las singularidades de la población que lucha contra su adicción a las drogas. A pesar de ello, Tina Ramón defiende la normalización del proceso formativo previo al acceso laboral: 'Pretendemos que sean mixtos, para consumidores y no consumidores, porque nos da miedo que se estigmaticen'. El perfil de estos alumnos, sin embargo, es singular. Suelen tener entre 30 y 45 años, carecen de trabajo, poseen una baja formación académica y proceden de entornos familiares desestructurados. Tina Ramón señala, además, que en muchos casos 'han perdido sus habilidades personales'. Dejar la droga no es fácil pero tampoco imposible. Quizás, una vez vencido el proceso de desintoxicación, puede parecer más inalcanzable hallar una salida laboral para que los ex toxicómanos se incorporen al mercado de trabajo, aunque algunos de los cursos, como el de tapicería y frío industrial en Córdoba, han facilitado las prácticas en empresas en varios casos.
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