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Sedes

De repente a nuestros gobernantes les ha dado por preocuparse de política internacional. Como la cuestión de Oriente Medio no puede estar peor y Valencia debería ser la sede de la conferencia euromediterránea los próximos 22 y 23 de abril, desde la Generalitat se insiste en la idoneidad de la ciudad de acogida dado su especial simbolismo. Vaya por delante que me gustaría que Valencia, la capital factual durante el siglo XV de la potencia mediterránea de la época, la Corona de Aragón, y la sede del Primer Congreso de Escritores Antifascistas en el XX, recuperase un cierto protagonismo internacional. Una de las paradojas de la España de las autonomías es que, mientras a cada uno se le hacen los dedos huéspedes de mirarse emocionado el ombligo, mandar, lo que se dice mandar, manda Madrid como nunca. Menudo timo. Para la ex capital, las sedes de las multinacionales, y para los demás, los himnos, las banderas y las señas de identidad. Apañados estamos.

Pero a lo que íbamos, a lo del simbolismo. Me imagino que a lo que se refieren con eso en la Generalitat es a las fiestas de moros y cristianos. Notable ejemplo de convivencia interétnica, en efecto. Mientras que allí la guerra va en serio, aquí todo se queda en procesiones y en simulacros lúdicos. Lo malo es que la idoneidad de Valencia como sede de esa conferencia deberá satisfacer baremos más exigentes para resultar creíble. Por ejemplo y dado que lo que se dirime en Oriente Medio es la convivencia del mundo occidental -representado allí por Israel- con el mundo árabe, podríamos preguntarnos cómo andamos aquí de convivencia, no en la Edad Media no, sino ahora. Dicho más crudamente: ¿tratamos mejor a los inmigrantes (magrebíes o no) de lo que lo hacen en otros países europeos o en otras regiones de España? ¿Acaso, puestos a elegir, resulta evidente que Valencia sería una sede de la conferencia euromediterránea mucho más adecuada que Marsella, Palermo o Málaga? No, no es evidente. Entre nosotros también se discrimina a los inmigrantes, se les hacina en barrios degradados, se les pone en la tesitura de caer en la delincuencia. Cualquiera que se pasee por el centro de Alicante o por el barrio de Ruzafa en Valencia puede comprobar que una Ramalla y un Nablús también los hay aquí.

Urge lavar la ropa sucia en casa antes de pregonar nuestra blancura en el exterior. Porque todo este asunto de Oriente Medio se está enfocando desde un lamentable malentendido. Parece que los judíos y los musulmanes son unos bárbaros que se están despedazando entre ellos y que los cristianos son (somos) los sensatos aspirantes a mediadores. Es el papel que se atribuye la UE y que España representa en este primer acto semestral de la tragedia. Pero realmente no es así. Israel no deja de ser Occidente, aunque su religión mayoritaria no sea el cristianismo. Por eso sus equipos deportivos participan en las ligas europeas y por eso sus cantantes más o menos horteras van a competir con Rosa y sus chicos de Operación Triunfo en Eurovisión. Israel es una creación europea con la que se quiso lavar la mala conciencia de nuestro antisemitismo tradicional, el de la Alemania nazi y la Italia fascista, pero también el de la Francia del caso Dreyfus y el de la España de los Reyes Católicos. Puede que la Toledo medieval fuese la ciudad de las tres culturas y aun eso está por ver. Pero hoy por hoy, en el Mediterráneo, no caben posturas neutrales. Occidente y el Islam están frente a frente, como lo estuvieron Roma y Cartago, Ricardo Corazón de León y Saladino o Carlos V y Solimán el Magnífico. El ensayo de Huntington contiene muchas afirmaciones discutibles, pero la evidencia del enfrentamiento resulta abrumadora. La cuestión es si podremos entendernos alguna vez.

Vuelvo a Valencia. De verdad que no me parece mal la iniciativa del presidente de la Generalitat. Pero me gustaría que fuese el resultado de una reflexión cultural hecha desde aquí y no el mero reflejo de los intereses partidistas que emanan de la Moncloa. A los valencianos, como a los españoles en general, nos interesa que el conflicto árabe-israelí se suavice y todavía nos importa más que nosotros podamos jugar un papel activo en su resolución. Pero nos interesa porque es una exigencia de nuestra historia, no porque EEUU se haya dado cuenta de que, si no tranquiliza a los árabes, lo de bombardear Irak lo tiene crudo (de eso va la cosa, al fin y al cabo: de garantizar el crudo durante el presente siglo). La cuestión es si de verdad estamos preparados para afrontar dicha reflexión cultural. Por lo pronto, cultura, lo que se dice cultura, poca. A los tradicionales enfrentamientos de la Consejería de Educación con las universidades valencianas se suma ahora el hecho sorprendente de que la sede valenciana de la UIMP lleve a medio gas y sin director desde antes de Navidad (se ve que no es una prioridad). Y reflexión, ¡para qué les voy a contar! Lo nuestro, como es bien sabido, consiste en el pensat i fet. Justo lo que menos nos conviene en un tema tan espinoso. Como dijo una vez un diputado inglés, Gran Bretaña no tiene amigos ni enemigos permanentes, tan sólo sus intereses son permanentes. Claro que esta coincidencia de gobierno y oposición en lo fundamental es precisamente lo que distingue a las comunidades políticas sólidas de las que no lo son. Sería bueno preguntarse si los grupos políticos representados en las Cortes valencianas comparten la aspiración de que Valencia llegue a tener un cierto papel internacional y si ello es consecuencia de su especificidad cultural antes que de meros intereses personales.

Ángel López García-Molins es catedrático de Teoría de los Lenguajes.

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