La generación perdida
Apenas le vio, el Rey se apartó del círculo de invitados al acto de presentación del libro Veinticinco años de reinado de S. M. don Juan Carlos I, celebrado en la Academia de la Historia el pasado miércoles, día 10 de abril. Le extendió la mano y ladeó su larga figura hacia él.
-Hombre, José Ángel, ¡la jugada que te han hecho! Y ha sido tu propia gente. Ya me contarás.
Sánchez Asiaín lucía el rostro triste de quien acude a un funeral. Era eso, el luto. Aquel que lleva estos días una generación de banqueros a raíz del escándalo de la caja B del BBV, inaugurada en 1987 en Jersey, Islas del Canal, por iniciativa del extinto Pedro Toledo y reforzada en 1991 en Jersey y en el paraíso fiscal de Liechtenstein hasta finales de 2000, bajo la batuta de Emilio Ybarra. En total, un patrimonio oculto de 37.000 millones de pesetas.
Banqueros se preguntan por qué Ybarra mantuvo un patrimonio millonario oculto tantos años, cuando podía blanquearlo sin problemas
Ybarra seguía con el muerto en el armario. Aun así, en marzo de 2000 ideó un sistema con los fondos secretos para compensar la rebaja salarial de él y de los suyos
Poco después de formarse el nuevo Gobierno del Partido Popular, en mayo de 1996, el BBV comenzaba a tomar posiciones en la futura Argentaria
Caruana se sentía directamente engañado por Ybarra, puesto que antes de ser gobernador había sido director general de Supervisión en el Banco de España
Un ujier fue avisando, uno a uno, a algunos consejeros del antiguo BBV para que le acompañaran a un despacho junto a la sala de juntas
Operar con 'trusts' y sociedades fantasmas supone mover fondos sin dar cuenta a ningún órgano institucional y evitar cualquier tipo de debate
Ybarra miraba por el rabillo de sus soñadores ojos celestes a alguna gran entidad española. Era más pequeña que el BBV, Argentaria, pero eso no era relevante
Durante esos trece largos años, el presidente del BBV ordenó a sus ejecutivos más fieles realizar operaciones con acciones y materializar pagos considerados inconfesables a las instituciones de control interno del BBV, a la contabilidad de la entidad, al consejo y a la comisión delegada permanente. Y a sus auditores externos. Durante este viaje se escamoteó la actividad exterior a una larga ristra de personalidades del Banco España. Se dice pronto: seis directores de supervisión, tres gobernadores y cuatro subgobernadores.
Una solución fácil
Al día de hoy, banqueros y ex banqueros, inspectores del Banco de España y ex inspectores, se preguntan por qué razón Ybarra mantuvo durante tantos años esos activos ocultos. En un banco de las dimensiones del BBV, esas ganancias ocultas podían haber sido abonadas a la cuenta de resultados sin levantar las sospechas, por ejemplo, haciéndolo en dos ejercicios sucesivos. Otra fórmula podía haber sido la de utilizar el dinero negro para pagar compras, por ejemplo, de edificios en América Latina, contabilizando sólo una parte y creando así unas plusvalías latentes para futuros ejercicios.
La inspección del Banco de España difícilmente hubiera podido detectar esta dilución de los fondos secretos. No por impericia o dejadez. Por una sencilla razón: la inspección busca con lupa los activos ficticios que pueda declarar la banca. Lo que intenta es asegurar la solidez de los activos y comprobar que no existe humo. Llega, pues, a lo que está, a lo que se declara y comprueba.
Ybarra, pues, no tenía activos ficticios para reintegrar en el flujo del BBV, sino ganancias ocultas; no tenía agujeros que camuflar, sino patrimonio a añadir. Hacer un cargo y lograr que pase, eso es lo difícil. Pero éste era un abono.
El caso es que poco después de formarse el Gobierno del PP, en mayo de 1996, el BBV comenzaba a tomar posiciones en Argentaria. Bankers Trust, un banco de inversión norteamericano, compró como fiduciario del BBV un 4,9% de Argentaria. Los fondos para comprar procedían, por instrucción de Ybarra, de la trama de Jersey y Liechtenstein.
El Gobierno de José María Aznar impulsó un cambio de gestores en las empresas públicas. Francisco González, un hombre bien visto por los amigos de Aznar y por el vicepresidente Rodrigo Rato, ministro de Economía y Hacienda, sustituyó a José María Luzón en la presidencia de Argentaria.
En los últimos meses de 1997, el BBV recibió señales de que su posición en Argentaria no era bien considerada. Ybarra dió instrucciones a Bankers Trust para que vendiera el paquete de acciones, proceso que culminó en febrero de 1998. Para acoger los beneficios de la compraventa, 134,4 millones de dólares, Ybarra ordenó reforzar la trama exterior. Se creó en Jersey un trust, el T.532, cuyo beneficiario era el BBV y, al mismo tiempo, una sociedad pantalla llamada Sharington Inc., domiciliada en Nieu (isla del océano Pacífico cerca de Nueva Zelanda).
El nuevo dinero, los 134,4 millones de dólares, enviado al trust era administrado, bajo el mando de Ybarra, por los ejecutivos Luis Bastida y Rodolfo Molinuevo, los dos procedentes del viejo Banco de Bilbao. Ambos estaban a cargo tanto de la fundación de Liechtenstein, que había cambiado en 1995 su nombre de Candiac por el de Amelan, como del nuevo trust.
'Ybarra se hizo adicto. Como quien comienza a fumar y no lo puede dejar', estima un antiguo consejero del BBV. ¿Adicción a qué? Operar con trusts y sociedades fantasmas supone mover fondos sin dar cuenta a ningún órgano institucional y evitar cualquier tipo de justificación. A primeros de diciembre de 1998, a quince días de las elecciones presidenciales de Venezuela, el trust T.532 y la sociedad Sharington transfirieron algo más de 500.000 dólares en apoyo del candidato Hugo Chávez. En julio de 1999, cuando se celebraron las elecciones a la Asamblea Constituyente en Venezuela, se volvió a pagar, esta vez para la campaña del presidente Chávez. El objetivo: proteger al Banco Provincial, del grupo BBV.
La obsesión del 'ranking'
El año 1999 era especial. En enero, Emilio Botín había demostrado, una vez más, que en las fusiones bancarias no hay extraños compañeros de cama al unir su poderoso banco Santander con el Central Hispano, al mando de José María Amusátegui.
El viejo estigma del ranking bancario, que tanto mal había hecho cuando en los años setenta las entidades se lanzaron a la carrera de la captación de depósitos a cualquier precio para ser los primeros, se había convertido ahora en cuestión de tamaño.
Y a Ybarra, educado en esa escuela, nadie se lo quitaba de la cabeza. Ese año de 1999, Ybarra, con el apoyo de Uriarte, mantenía negociaciones para fusionarse con una entidad italiana, Unicrédito, a fin de resolver, por la vía europea, los problemas de dimensión que ya había superado Botín con su fusión y que hacían potencialmente vulnerable al BBV ante el abordaje de uno de los grandes bancos alemanes o franceses.
Pero al tiempo que negociaba con Unicrédito, Ybarra miraba por el rabillo de sus soñadores ojos celestes a alguna gran entidad española. Ahí estaba Argentaria. Era un banco una vez y media más pequeño que el BBV, pero eso no era relevante.
La fusión con Unicrédito se atascó, lo que colocó en el primer plano la opción Argentaria. Ybarra tenía un muerto en el armario, pero, según ha dicho en privado estos últimos meses, se olvidó de él. Y sin embargo, ése muerto estaba con vida: era la trama oculta en Jersey y Liechtenstein. La negociación entre Ybarra y González dio fruto enseguida. A mediados de octubre de 1997, sin pedir la aprobación de su consejo, Ybarra dijo que sí. Él y González descorchaban el champán, el BBVA estaba a punto de nacer.
En días posteriores, Ybarra convocó a una cena a un importante grupo de consejeros. Algunos de sus amigos del alma le reprocharon por el estilo empleado, por no someter la propuesta al consejo.
En los trabajos para lanzar el nuevo banco, Ybarra y González acordaron un nuevo esquema de retribuciones. Los dos futuros presidentes pactaron que los consejeros y ejecutivos procedentes de Argentaria ganarían más, y los del antiguo BBV, menos. En los nuevos estatutos se abandonaba una de las normas del antiguo estatuto del consejero del BBV, según la cual el Consejo de Administración debía destinar una cantidad para el mantenimiento de un sistema de previsión.
El 28 de enero de 2000, el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria nació en San Nicolás, en el casco viejo de Bilbao.
Ybarra seguía con el muerto en el armario. Sin embargo, en el mes de marzo ideó un sistema para compensar la rebaja salarial de él y de los suyos. Volvería al planteamiento del fondo de pensiones previsto en el ya superado estatuto. Pero según aquella norma, lógicamente, debía ser el Consejo de Administración quien lo aprobara. ¿Y ahora? Ybarra tenía otra solución: aplicar una parte, 3.400 millones de pesetas, de los 37.000 millones que seguían en las cuentas ocultas de Jersey y Liechtenstein. Y se haría a través de la compañía American Life & Co. (Alico), de Estados Unidos. ¿Por qué? Sencillo: había algunos fondos de pensiones constituidos para directivos del BBV en el pasado con esa sociedad.
La reunión del Consejo de Administración del BBVA, prevista para el 21 de marzo, se aproximaba. Ybarra llamó unos días antes a su despacho del paseo de la Castellana a 21 consejeros, entre los que incluyó a dos que ya no lo eran. Uno a uno, les dijo que Paco González estaba de acuerdo en que se les podía compensar. Explicó que se haría a través de un fondo de pensiones con una compañía de Estadoso Unidos.
La mayoría de los consejeros no hicieron preguntas. ¿Cómo se le puede ocurrir a gente respetable y rica preguntar a su presidente de dónde viene el dinero? ¿Cómo puede su cerebro concebir la idea de averiguar si ha pasado por el consejo? O, ¿de qué forma ha dado 'Paco' su aprobación?
Uno de los consejeros, tras conocer la versión de Ybarra y quizá por necesidad, le preguntó:
-¿Tiene que ser un fondo, o puede ser en dinero liquido?
Ybarra respondió:
-Tiene que ser en fondos de pensiones. Es una cantidad total importante. Se informará a la junta y constará en la memoria.
Un documento en la mesa
En la mañana del 21 de marzo de 2000, los consejeros se dieron cita en la planta 28 de la torre del BBVA, en el paseo de la Castellana. Mientras los consejeros tomaban café a la espera de los presidentes, un ujier fue avisando a algunos consejeros del antiguo BBV y sugiriéndoles, uno a uno, que le acompañaran a un despacho junto a la sala de juntas. Allí esperaba en una mesa el antiguo secretario del Consejo de Administración del BBV, José María Concejo, y otra persona, un ejecutivo de la compañía Alico. Había un formulario con una cantidad precisa. Varios firmaron. Pero la ceremonia se interrumpió: habían llegado Ybarra y González.
Poco después de empezar la reunión, Concejo envió a por más consejeros para completar la lista. El ujier repitió la escena anterior con los restantes consejeros.
Ybarra dio instrucciones para que de la cuenta de Jersey salieran hacia EE UU 19,2 millones de dólares el 27 de marzo de 2000.
Por aquellos días, un personaje le quitaba el sueño a Emilio Ybarra: un juez. Baltasar Garzón investigaba las cuentas del Banco Bilbao Vizcaya Privanza Jersey. El director de asuntos legales del BBVA, Mario Fernández, toreaba los requerimientos del magistrado. El 26 de mayo de 2000, Garzón ordenó un registro en varias sedes del BBVA para requisar documentos. Hubo una conmoción.
Francisco González propuso a Ybarra más mano izquierda con el juez. En septiembre, Garzón interrogó a tres ejecutivos del BBVA Privanza. González insistió a Ybarra en que había que colaborar.
-Es que no podemos. Paco, tenemos otro tema y puede ser peligroso.
El 'otro tema' era las cuentas secretas en Jersey y Liechtenstein y el fondo de pensiones.
Garzón era para Ybarra un corsario que disparaba cañonazos cada vez más cerca de su bergantín. González exigió detalles. Supo algunos. Y después, en los meses siguientes, otros. Y exigió repatriar todo el dinero.
Ybarra, después de ordenar el retorno del dinero en el primer mes y medio de 2001, confesó con cuentagotas a lo largo de todo el año. Según escribió el 14 de noviembre al gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, él nunca consultó con Francisco González para hacer la operación de los 22 fondos de pensiones. Y además, los fondos tampoco eran lo que parecía. Se trataba, decía, de una operación pantalla para comprar acciones de la entidad mexicana Bancomer. Los consejeros beneficiarios recuerdan lo que les dijo a cada uno Ybarra: la compensación, vía fondo de pensiones. Bancomer, pues, es una construcción jurídica posterior.
Caruana pidió a Ybarra la lista de los beneficiarios el 5 de diciembre. Días después, el gobernador le recibió en su despacho y le dijo que todo lo que había aparecido en la inspección del banco era grave. Ybarra entendió que le estaba insinuando de manera elegante su dimisión. Caruana se sentía directamente engañado por Ybarra, puesto que antes de ser gobernador había ocupado el puesto de director general de Supervisión.
Pocos días antes de una reunión del consejo, prevista para el 18 de diciembre, Ybarra y González citaron a varios consejeros. González explicó que si bien a él Caruana nunca le había dicho lo que se debía hacer en el BBVA, entendía que el Banco de España esperaba la dimisión de Ybarra y del consejero delegado Pedro Luis Uriarte. Ybarra escuchó, pero no se pronunció. La semana siguiente, después de un fin de semana turbulento, Ybarra presentó su dimisión como presidente. Y siguió en el consejo.
Hace tres días, el 11 de abril, casi un mes después de que el Banco de España abriera expediente y de que el juez Garzón asumiera, el martes 10, el caso de las cuentas secretas, Ybarra redactó su carta de renuncia al consejo y a todos aquellos relacionados con el BBVA.
'La historia es hacer un conjunto verdadero con medias verdades', decía el historiador francés Ernest Renan. Ybarra y sus consejeros, muchos de los cuales nada sabían, tendrán ahora que explicar en el proceso penal el misterio de su conducta irracional; explicar la lógica de míster Hyde.
Primer Consejo del BBVA
1. José María Caínzos. 2. Pedro Luis Uriarte. 3. Francisco González. 4. Emilio Ybarra. 5. Gervasio Collar. 6. José Domingo Ampuero. 7. Mario Fernández. 8. Ignacio Ferrero. 9. Ramón de Icaza. 10. José María San Martín Espinós. 11. Juan Urrutia. 12. Jaume Tomás. 13. Fernando Ybarra (fallecido). 14. José Ángel Sánchez Asiaín. 15. Eduardo Aguirre. 16. Enrique Medina. 17. Javier Aresti. 18. Ramón Bustamante. 19. José Lladó. 20. José Maldonado. 21. Óscar Fanjul. 22. Antonio Patrón. 23. Luis María Ybarra. 24. José Caparrós Pérez. 25. Andrés Vilariño. 26. Luis Lezama-Leguizamón. 27. Gregorio Marañón. 28. Juan Entrecanales. 29. Alejandro Royo-Villanova. 30. Ricardo Muguruza. 31. Plácido Arango. 32. Alfonso Cortina. 33. Javier Gálvez. 34. Juan Carlos Álvarez.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.