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Liga de Campeones | FÚTBOL
Columna
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Un clásico exportable

Ramon Besa

Para dicha del fútbol y coartada de cuantos necesitan más que un partido para justificar que están al tanto del juego, por no hablar de los que sólo se fijan en la pelota cuando es una cuestión de Estado, retorna el clásico por excelencia. Vuelve el Barça-Madrid, aunque en su versión más grandiolocuente, la europea, y en fechas señaladas: el 23, día de Sant Jordi, patrón de Cataluña, y el 1 de mayo, festividad del Trabajo.

Al cabo de 41 años del gol de Evaristo, la imagen que en el Camp Nou perdura del último contencioso internacional entre ambos equipos frente a la luminosa vitrina de Chamartín, azulgrana y blancos se vuelven a encontrar tal y como se veía venir con el nuevo formato de la Copa de Europa. No por esperado, sin embargo, el contencioso resulta menos excitante o fatalista, aunque en ambos bandos se ha acogido con cierto gusto.

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Al Madrid le viene bien porque ha salido muy fortalecido de su eliminatoria con el Bayern y se siente favorito. Sus directivos han dicho que su equipo es más consistente y a los jugadores les quedaron ganas de volver al Camp Nou tras perdonar la vida al Barça en la Liga. Y en el Barça se asume el papel de víctima con la esperanza de ser verdugo a poco que Rivaldo sane y Rexach sepa qué hacer con Coco. De golpe, se le presenta la posibilidad de redimirse en dos partidos de los pecados del año. Por una vez, puede cumplir el Barça su condición de club ambivalente: afirmarse a cambio de negar al rival de toda la vida en su propia casa y cuando celebra los fastos de su centenario, como ya hizo el Deportivo en la Copa. Para el Madrid, al fin y al cabo, las cosas discurren tal y como las había planificado, con el Bernabéu como escenario de todas las grandes citas. Otra cosa es que, al final, el tiro le salga por la culata.

Más que de su naturaleza, el Madrid es víctima de cuanto le rodea por fuera y dentro, de manera que cuantos acuden a Chamartín parecen depositarios de un sentimiento común: todos a una, se sienten representados por quien le gana. Ocurre que el Madrid asume su grandeza sin rechistar, procurando no ofender, con formas exquisitas. Nadie, ni siquiera Gaspart tiene un problema con Florentino, de la misma manera que Del Bosque se lleva bien con todo el mundo, también con Rexach, y entre los jugadores no hay de momento bocazas. Así que difícilmente se podrá prender mecha a las emociones por culpa de los que mandan.

El comportamiento de unos y otros certifica la buena salud del fútbol español, que arriba cada año a la mayor de las finales con serenidad en el palco y las gradas y el fútbol como bandera. Nada mejor, pues, que el clásico para dirimir quién será el representante de este curso en Glasgow.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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