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Crónica
Texto informativo con interpretación

Raúl devuelve al Madrid a Hampden Park

Los blancos volverán al escenario que coronó a Di Stéfano y los suyos, tras superar a un Barça que no se rindió jamás

Santiago Segurola

Como es costumbre, Raúl sacó de problemas al Madrid en un partido que devuelve al equipo al mítico lugar que coronó a la generación de Di Stéfano. Regresa el Madrid a Hampden Park, donde conquistó la quinta Copa de Europa, y vuelve para enfrentarse a otro equipo alemán, como si el fútbol y la historia tuvieran un carácter circular. No sabemos qué significa ese regreso a Glasgow, excepto la confirmación de la vieja mística del Madrid en su competición más querida. Ni tan siquiera le hizo falta jugar un gran partido para desbaratar el abnegado juego del Barça, que llegó demasiado lastrado y se encontró con la negativa del palo, como ocurrió en la ida. Hubo un minuto donde se decidió definitivamente la eliminatoria, el tiempo que transcurrió entre el remate de Rochemback, desviado por Cocu al palo, y el golazo de Raúl. Un gol muy particular porque se aleja los modos habituales de Raúl, que no es un chutador de raza. Este hombre de área y de vaselinas, resolvió el partido con un violentísimo y lejano remate que entró por la escuadra. Hay gente que tiene un glorioso sentido de la oportunidad, una especie de querencia dramática que le obliga a ocupar el centro del escenario en las grandes ocasiones. Raúl pertenece a este escaso género de futbolistas, y eso es un privilegio impagable para el Madrid.

REAL MADRID 1| BARCELONA 1

Real Madrid: César; Míchel Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Figo (McManaman, m. 68), Makelele, Solari; Zidane (Flavio, m. 46); Raúl y Guti (Pavón, m. 85). Barcelona: Bonano; Puyol, Abelardo, Fran de Boer, Coco (Overmars, m. 46); Rochemback (Geovanni, m. 67), Xavi, Cocu (Sergi, m. 74); Luis Enrique; Kluivert y Saviola. Goles: 1-0. M. 43. Raúl le roba el balón a Xavi, Zidane lo toca levemente, pero es Raúl quien sigue avanzando unos metros para, desde el borde del área grande y antes de que Abelardo le salga al paso, lanzar un durísimo disparo con la pierna izquierda que se cuela por la escuadra izquierda de Bonano, que no llega pese a su estirada. 1-1. M. 49. Centro de Cocu desde la izquierda, el balón rebota en el cuerpo de Salgado, Saviola toca de espuela en el vértice del área pequeña, Hierro no llega pero el balón rebota en la pierna de Helguera y se cuela ante la salida de César. Árbitro: Collina (Italia). Amonestó a Míchel Salgado, Flavio y Puyol. Lleno. Unos 76.300 espectadores en el Santiago Bernabéu. El Real Madrid jugará la final de la Liga de Camepones frente al Bayer Leverkusen alemán, el próximo día 15 de mayo en Glasgow.

El Barcelona sale convencido de que ha desplegado más juego que el Madrid
El duelo tuvo la belleza de lo dramático, no se paró en la estética, y agarró a la gente por las tripas
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Ese gol no evitó ningún dramatismo al duelo porque el Barça marcó en el puro arranque del segundo tiempo, y volvió la incertidumbre, el combate y la sensación de que todo dependía de un detalle. Y el Barça, que no decayó jamás, volvió a apretar al Madrid, con escasas oportunidades hasta los últimos instantes del encuentro, pero con un despliegue admirable. También tuvo el Barça ese momento crítico para cambiar el signo de la eliminatoria, o al menos para intentar la proeza en Chamartín. Fue un preciosa maniobra colectiva mediado el segundo tiempo, protagonizada por toda la delantera y especialmente por Kluivert, perfecto en el taconazo, y Luis Enrique, cuyo venenoso remate con la zurda se escapó a un dedo del poste. Se hizo un abismal silencio en el estadio porque más de 70.000 hinchas del Madrid creyeron que aquel balón se dirigía a la red. Son los guiños del fútbol, un juego muy juguetón. En algún lado estaba escrito que el Barça saldría con honor de la eliminatoria, pero perdedor.

El partido tuvo la belleza de lo dramático, y no se paró en la cosa estética. El duelo agarró a la gente por las tripas y de ese modo siguió hasta el final. En lo esencial fue una noche de las que obligan a pensar en la grandeza del fútbol, en su magia insuperable. Allí estaban dos equipos que se jugaban la vida con vigor y entereza. Y claro, con sus héroes, Raúl a la cabeza de todos. Su gol tuvo el don de la oportunidad para su equipo, que pasó un primer tiempo intranquilo, pero ese remate sólo coronó su inmensa aportación al partido, su tremendo despliegue, la frenética persecución a los defensas y su claridad para generar confusión. Partidos de este pelaje sirven para medir a los futbolistas. Hubo muchos que estuvieron a la altura de las circunstancias -Luis Enrique, Xavi y Overmars, de manera evidente en el Barça-, pero ninguno se aproximó a Raúl.

Antes de su gol, el encuentro se movió entre el interés del Barça en disponer de la pelota, llevarla al campo enemigo y buscar su oportunidad, y la firme resistencia de la defensa del Madrid. Una abundante ración de saques de esquina y de faltas fue la principal avería en el área de César. Cada centro fue rematado por un jugador azulgrana, según el viejo principio de que el Madrid no para a nadie en esas suertes. No entró ningún remate, ni tampoco aquel desvío al palo de Cocu. Luego llegó Raúl y se acabó.

A pesar de su voluntad de atacar, al Barça le faltó juego por las alas en el primer tiempo, aspecto reprochable porque era un partido para tomar más riesgos de los que corrió Rexach. Esa deficiencia se observó en el segundo tiempo. Entró Overmars por Coco y se abrieron fuegos inmediatamente. De nuevo volvió un gran duelo personal entre el holandés y Míchel Salgado, que había vivido tranquilamente en la primera parte. Por si acaso, Helguera se equivocó en un despeje, marcó en su portería y todo hizo pensar en un abrumador asedio del Barça. Quizá no alcanzó ese grado, pero consiguió sacar lo mejor de los defensas locales. Hierro estuvo impecable, lo mismo que Makelele en su esforzado trabajo en el medio campo. Para entonces, Zidane ya no estaba. Tampoco se vio a Figo, desfondado desde el primer minuto. El mejor futbolista del mundo pareció el más vulgar de los jugadores, de ahí que la gente tuviera muy en cuenta su cambio por McManaman, decisión impensable hasta ayer.

Como sucedió en la primera parte, el Barça no equilibró el esfuerzo de su ataque con el número de oportunidades. Fuera del remate de Luis Enrique, no tuvo ninguna hasta los últimos cinco minutos, cuando desencadenó una tormenta sobre César. Era demasiado tarde. Probablemente el equipo sale de la eliminatoria convencido de que ha desplegado más juego que el Madrid, pero sus errores en el Camp Nou, cuando se enredó en una ofensiva suicida tras el gol de Zidane, los pagó definitivamente en el Bernabéú, en una noche que confirma a Raúl como indiscutible rey del madridismo y que devuelve al Madrid al viejo Hampden Park.

Luis Enrique y Fernando Hierro, en el suelo tras un salto.
Luis Enrique y Fernando Hierro, en el suelo tras un salto.MIGUEL GENER
GORKA LEJARCEGI

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