La familia
La familia se mantiene por milenios y lugares; producto de la economía natural y las necesidades del grupo, pero también de las órdenes de caciques, reyezuelos, magos, guerreros. Poligámica o poliándrica, con cabañas promiscuas para los púberes, con incestos sagrados o con castigos a los adúlteros. Aquí los partidos sacan planes dirigistas; los emiten en torno a la conferencia de la vejez, para la que también ofrecen soluciones, aunque ninguna como la de los esquimales, que dejan solos a sus ancianos en los hielos para que mueran en paz, o las de la alta civilización europea, en cuyos hospitales se reducen quirófanos, medicinas, camas y personal.
En nuestra horda los planes de la partitocracia se basan en la falsa necesidad de infantes para las armas y siervos para el arado. Pero las guerras las hacen los ingenieros. El trabajo, las máquinas y los inmigrantes. La natalidad ya no justifica el sexo, que es libre y bello; y el intercambio de mujeres no existe. Para que hagan nacer hay que pagar: lo sabía Franco (Hitler, Mussolini) con los 'puntos' familiares y premios a la natalidad, y ahora Aznar los reconvierte en un sueldo (mísero) para la joven madre, adoptando una especie de feminismo de trampa; y dejando de llamar guarderías a las guarderías, sino escuelas a partir de los tres años. El vocabulario sigue retorciéndose. Las demandas femeninas de trabajo para la independencia se han reconvertido por la sabiduría empresarial y sus agentes gubernamentales en trabajo forzado porque uno solo no puede sostener la pareja: trabajan para el banco. Cuando se buscó la sumisión popular por la lingüística, se ofreció libertad y democracia, y repercutió en la familia del régimen anterior: el joven se desprendió de los suyos, pero no pudo desgajarse porque nadie le dio trabajo y los sueldos se redujeron, y la vivienda ascendió hasta lo imposible. Las parejas llevan vida aparte, coche aparte, amistades distintas. Nadie quiere la natalidad, salvo algunas alumnas de monjas en proceso de extinción, o algunas ecologistas que creen que su constitución física las obliga y sienten 'un vacío'. Decía antes que condiciones naturales, economía, individuos y grupos forman familia, y no bastan reyezuelos, sacerdotes, hombres de la medicina, sabios de la edad del poder y escritores tradicionales para forzar un estilo de familia que se ha transformado. No se ha perdido, no se disuelve: pero es otra.
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