El pulso refuerza la unidad sindical
El Gobierno italiano ha digerido mal la manifestación sindical del sábado, que reunió en Roma a más de un millón de personas contra el terrorismo y contra la reforma laboral. Sobre todo porque, pese a todos los temores iniciales, no ha deshecho la unidad sindical. El líder de la confederación católica CSIL, Savino Pezzotta, no había ocultado su contrariedad por las abrumadoras dimensiones de la manifestación del sábado, convocada en solitario por la CGIL. 'Ha sido una concentración partidista', declaró el domingo, pero ayer hizo frente común con Cofferati, y condenó con él las intervenciones de los ministros del Ejecutivo. 'Es imprescindible bajar el tono del enfrentamiento', declaró Pezzotta, 'pero es absurdo que el Gobierno pida la colaboración de los sindicatos contra el terrorismo y que al mismo tiempo acuse a la CGIL de connivencias con los violentos'.
CSIL y la tercera confederación, UIL, cerraron filas ayer con la CGIL aunque ambas centrales han mantenido una posición más negociadora en el capítulo de las reformas laborales. Tanto Pezzotta como Lucio Angeletti, secretario general de la UIL, estaban dispuestos a iniciar la negociación partiendo precisamente del Libro Blanco del Trabajo que había contribuido a redactar el profesor Biagi.
El nerviosismo del Gobierno se explica no sólo por el millón largo de opositores que se reunieron en Roma, sino por la difícil posición en la que se encuentran ahora las negociaciones sobre la reforma del mercado del trabajo, a las que tenía que seguir la del sistema italiano de pensiones. Los tres sindicatos reclaman que se mantenga el artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores.
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