Bulle Italia
La gigantesca manifestacion sindical de ayer en Roma contra los planes del primer ministro, Silvio Berlusconi, para modificar las leyes laborales, convertida también en protesta contra el terrorismo, ha puesto broche a una semana especialmente tensa en Italia, el mayor desafío hasta la fecha sufrido por el jefe del Gobierno derechista. Su punto culminante ha sido el asesinato del asesor del Ministerio de Trabajo Marco Biagi, reivindicado por un grupúsculo de las Brigadas Rojas, que había sido precedido por la llegada masiva de inmigrantes ilegales kurdos a Sicilia y la puesta en vigor de medidas excepcionales. La resurrección del fantasma terrorista -con una copia del asesinato en 1999, por el mismo grupo, del también asesor ministerial Massimo D'Antona- es especialmente inquietante en un país que se vio ensangrentado entre los años sesenta y ochenta.
Los sindicalistas han estado entre los primeros en condenar la muerte de Biagi, un moderado profesor de Derecho, pero el momento elegido por los pistoleros ultraizquierdistas ha colocado al movimiento laboral en una situacion difícil. Políticos derechistas han vinculado el asesinato a la feroz oposición sindical al recorte de algunos de sus derechos adquiridos, y el propio Berlusconi, pocas horas después del atentado de Bolonia, les acusaba de crear un clima que alimentaba la mano de los asesinos. El primer ministro rectificó su pronto, pero la creciente confrontación entre el Gobierno y los sindicatos añade un nuevo elemento de inquietud a una coalición gobernante en la que florecen las discrepancias: se trate de la actitud del Ejecutivo ante la Union Europea, de la inmigracion (como se ha puesto de manifiesto con las extemporáneas declaraciones del jefe de la xenófoba Liga Norte, Umberto Bossi) o de la forma en que Berlusconi maneja el conflicto de intereses que representa su formidable poder mediático como empresario y su condición de jefe del Gobierno.
Uno de los problemas sustanciales de Italia, que Berlusconi prometió resolver, es la rigidez de su mercado de trabajo, insostenible en un modelo abierto y competitivo, al igual que su sistema de pensiones; especialmente el artículo 18 de su legislación laboral, que obliga a reintegrar a todo trabajador que se considere injustamente despedido de una empresa. La peticion del primer ministro a los sindicatos para que encaucen sus reivindicaciones en la mesa de negociación en vez de la calle no parece haber calado. La marcha de ayer sobre Roma, una de las mayores de su historia reciente, parece sólo un episodio del pulso en curso. El miércoles, las tres mayores federaciones sindicales planean una nueva manifestación contra el terrorismo y a favor de los derechos de los trabajadores; ese mismo día decidirán la fecha de una huelga general, en abril.
Los acontecimientos se han solapado para provocar en Italia un escenario de crispación creciente, con amenazadores rebrotes de violencia política. No hay otro antídoto frente a ello que el de la unidad ciudadana tras la bandera de las reglas del juego democrático.
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