Cruz de Castro y su obra para piano
Entre las actividades musicales de la Fundación March, quizá sea la más interesante aquella dedicada a difundir y promover nuestra música contemporánea, en el histórico sentido del término. Quiero decir que tanto se evoca la figura de Esplá, Rodrigo o Conrado del Campo cuanto la de los autores del 27 y sus sucesores. Entre los de la generación de 1946, la siguiente a la de 1931 -mal llamada del 51- la figura de Carlos Cruz de Castro adquiere una significación y una ejemplaridad de largo alcance.
Madrileño, Cruz de Castro se siente, sobre español universal, específicamente canario y con una intensa y larga extensión mexicana. Músico bien formado, capaz de prestigiar por sí solo el magisterio liberal de Gerardo Gombau, Carlos accede a los sesenta años en plenitud de triunfos internacionales. La vocación musical -y cultural- de Carlos resuena desde múltiples registros, todos dominados por un factor: la imaginación. En esto, aparece desde sus primeras obras -fueran para cuarteto de arcos o para batería de cocina, para danzar, pintar o poetizar- con los perfiles característicos de la cultura de Canarias. A cuatro figuras de esa tradición como son el pintor César Manrique, el escultor Martín Chirino, el poeta Tomás Morales y el pianista-compositor Teobaldo Power dedicó Cruz de Castro en 1997-2001 Los elementos, suite para piano de admirable traza, espíritu independiente, generosidad conceptual y amor a la naturaleza, que tocó excelentemente el pianista mexicano Manuel Escalante en el concierto dedicado a Cruz de Castro.
Homenaje a Cruz de Castro
Aula de reestrenos. Homenaje a Cruz de Castro. Pianista: Manuel Escalante. Fundación March. Madrid, 20 de marzo.
Ante las Imágenes de infancia (1989), retoman, siempre con acusadas señas de identidad, la temática que animara a Schumann, Musorgski, Debussy o García Lorca: los niños. Son imágenes vividas en sus años de Las Palmas, sensaciones en el bosque o junto a los viejos juguetes, sin olvidar el 'querido viejo gramófono' en el que sonaban los tangos de Discépolo o Gardel. Pero hay algo que vitaliza y colorea con encanto singular las evocaciones: la mirada del compositor, su feliz sentimiento de niño grande, su instintiva voluntad de no repetir lo ya hecho por otro o por él. El mismo Escalante, poderoso en los difíciles Elementos, ahormó su criterio y su técnica para esta música sensible y, con frecuencia, sensitiva. Un público de excepción, en el que estaban las más varias personalidades de nuestra música actual, aplaudió y rodeó de cariño y admiración al homenajeado.
Babelia
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