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¿Diálogo? ¿Qué diálogo?

Barcelona se ha convertido este fin de semana en la capital europea por excelencia, al igual que Sevilla el próximo mes de junio, ciudades donde se celebrará el Consejo de Jefes de Estado y Gobierno de los 15 países que forman la Unión Europea, elegidos todos democráticamente por los ciudadanos de sus respectivos países y de acuerdo a los principios fundamentales que inspiran las democracias occidentales, es decir, sus decisiones son refrendadas por Parlamentos que representan la soberanía popular y, por lo tanto, con legítimo derecho a tomar decisiones sobre pleno empleo, política social, agraria o fiscal. Países que basan sus políticas en la justicia social y la solidaridad y que, por cierto, son los países que más subvenciones y ayudas directas aportan al llamado Tercer Mundo.

En esta gran cumbre el protagonista, sin duda, debe ser el triunfo de la democracia, la fuerza del diálogo frente a la violencia, debe ser la gran mesa de negociación que se abrirá en torno a aquellos temas que afectan directamente a millones de ciudadanos. Debe ser una celebración porque todos los demócratas tenemos derecho a celebrar nuestra plena entrada en el siglo XXI y converger hacia una Europa fuerte, unida y de todos los ciudadanos.

En cambio, la intransigencia de unos pocos, la violencia y los gritos de los representantes de ideas caducas y obsoletas que, seguramente, si viviesen en la Inglaterra del siglo XIX quemarían telares por considerarlos perjudiciales, aquéllos que piensan que el progreso es quedarse parados, están convirtiendo esta fiesta de la democracia en un mal sueño para muchos, que tendrán que permanecer en sus casas por miedo a las represalias callejeras de algunos violentos.

Y esos mismos ciudadanos, confinados por una minoría, son precisamente millones de personas que son los verdaderos artífices de la Europa real, aquéllos que han hecho de Europa lo que hoy es.

En cambio, desde opiniones minoritarias, de diversa legitimidad y en una extraña amalgama de intereses que dicen defender, nos anuncian movilizaciones, siempre pacificas, siempre degenerando en violencia, y nos piden diálogo para que todo transcurra con 'normalidad'.

Diálogo, ¿para qué, para que unos pocos impongan a la mayoría sus condiciones?, ¿es eso diálogo? ¿Diálogo para legitimar institucionalmente un movimiento cuyo único proyecto es el inmovilismo?

¿Diálogo con quién?, si el movimiento como tal carece de líder, ni representante. ¿Diálogo con ATTAC, con los Black Bloch, con los independentistas kurdos, vascos, etcétera, ¡con quién!?

Y después de todo este guirigay nos anuncia Chaves la posibilidad de abrir ese diálogo. Mientras se decide o no, su Gobierno, el Gobierno del PSOE, podría dialogar con los profesionales sanitarios andaluces, con la comunidad educativa, con los jóvenes, padres y vecinos afectados por la movida, con los ayuntamientos de otro signo político del suyo que son marginados sistemáticamente por la Junta. En definitiva usar el diálogo y no la prepotencia como el principal instrumento de su gobierno.

¿Solamente va a dialogar Chaves con aquellos que usan la protesta como elemento de presión? ¿Quizás Chaves esté preparando el camino a los dirigentes del PSOE-A para que imiten a Maragall y encabecen manifestaciones contra Blair y Jospin? ¿Tiene miedo el PSOE de quedarse fuera de este circo progresista y que sean otros partidos de izquierda los que lo rentabilicen, poniendo una vela a Dios y otra al Diablo? Chaves sabe que en Barcelona se han autorizado todas las manifestaciones solicitadas al Ministerio del Interior y que es entre los responsables de seguridad y los convocantes donde debe dialogarse, para garantizar la tranquilidad de los ciudadanos

Y, por cierto, Monteseirín, sí, sí, el alcalde de Sevilla, ciudad que acogerá la próxima cumbre, rectificando como siempre, primero que de diálogo nada, luego que de diálogo lo que diga Chaves, que para eso es el jefe.

En definitiva ¿a quién beneficia el diálogo?, ¿quiénes quieren volver a subirse al carro del falso progresismo sin abandonar el coche oficial institucional?, ¿quién necesita más este diálogo, los antiglobalización o un partido sin Norte y sin rumbo que se agarra al todo vale y si es contra Aznar mejor?

Ricardo Tarno Blanco es presidente del PP de Sevilla y diputado autonómico.

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