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Eduardo Arroyo exhibe en San Sebastián por vez primera la fuerza y diversidad de sus creaciones

El artista madrileño presenta en la sala Kubo pinturas, esculturas, cerámicas y carteles

'Me considero un pintor que hace muchas cosas'. Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) se presentó ayer de esta manera en San Sebastián, donde exhibe por primera vez su polifacética obra. La sala Kubo del Kursaal alberga hasta el próximo 30 de mayo 17 pinturas de gran formato, en las que el propio marco queda integrado en el cuadro. Pero además, el autor deja constancia de su intensidad creativa en una sucesión de esculturas, cerámicas, cauchos, carteles, fotografías y libros que se reparten a lo largo de los diferentes espacios de la sala de exposiciones.

El encuentro de Arroyo con San Sebastián fue 'triste' debido al crítico estado de salud de su amigo Eduardo Chillida. 'Yo llego a su ciudad y parece ser que él la está abandonando'. Tras estas primeras palabras en recuerdo del escultor donostiarra, el artista madrileño no quiso abordar el contenido de su muestra sin antes referirse al continente: la sala Kubo, integrada en el edificio diseñado por Rafael Moneo. 'Es una sala muy potente, que ha condicionado la exposición', reconoció, después de resaltar que nunca ha sido 'muy sensible' a los espacios.

La exposición, una suerte de antológica titulada Pinturas, terracotas y piedras, está marcada por el deseo de 'subrayar la variedad artística en diferentes campos' de Arroyo, como apuntó la comisaria de la muestra, María José Aranzasti. La parte pictórica está protagonizada por 17 cuadros de gran tamaño realizados en los últimos ocho años. Son obras con llamativos marcos que se integran en los lienzos, que encierran otras tantas historias. Y es que el autor, considerado como uno de los principales representantes de la figuración crítica, ha manifestado en alguna ocasión que es, 'sin duda, un escritor truncado que ha pintado varias novelas y algunos relatos'.

'He querido hacer cuadros de historia y de historias', dijo ayer. Y explicó que ha bebido de la labor de 'aquellos pintores que, cuando no existía la fotografía, acompañaban a las tropas militares en sus campañas para retratar sus actos más o menos heroicos', convirtiéndose en 'documentalistas de hechos históricos'. Para hacer realidad ese objetivo, Arroyo -a quien nunca le había interesado el ámbito de los marcos e, incluso, desaconsejaba que enmarcasen sus obras- se dio cuenta de que no le bastaba la superficie del cuadro y necesitaba el soporte duro del marco para pintar encima o aplicar objetos.

En este interés por 'intervenir en la historia', el autor ha dado forma a la obra La guerra de dos mundos, que se presentó en Madrid en la pasada feria Arco. El cuadro representa el enfrentamiento actual entre el mundo occidental y el islámico, y lo hace a través de la imagen de Mickey Mouse y un borrico 'cansados'.

El descubrimiento del 'paraíso' de su infancia llevó hace unos años al artista, galardonado en 1982 con el Premio Nacional de Artes Plásticas, hasta el pueblo leonés de Robles de Laciana, donde vivieron sus bisabuelos. Allí se topó con 'una zona dura, de naturaleza intacta' y algo 'primitiva'. Y allí nacieron una serie de esculturas, la mayoría realizadas en el año 1999, que dejan constancia de cómo maneja Arroyo materiales diversos, como la piedra, el plomo, la madera o el hierro. Estas piezas pueden admirarse ahora en la muestra donostiarra.

Junto con las esculturas puede contemplarse una selección de 31 piezas de cerámica que no habían sido expuestas hasta el momento. El polifacético creativo exhibe también cinco tapices de caucho realizados durante su estancia en Berlín en 1976. No faltan tampoco en la exposición carteles y libros ilustrados, así como fotografías de los decorados que ha diseñado para varios montajes de teatro y ópera. Todo el material expuesto ha quedado recogido en un catálogo, que se suma a la litografía editada sobre un original del artista elaborado expresamente para la muestra.

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