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Reportaje:

Ritmo de boda gitana en Russafa

El grupo Tarak de Haïdouks ofrece un aperitivo de su frenética música tras probar la paella en el barrio de Valencia

Ferran Bono

Pasaban por ahí unas gitanas búlgaras. De inmediato fueron invitadas en romanó a compartir la paella. Y al poco ya estaban bailando al ritmo endiablado de los violines, acordeones, flautas y cimbalones de Taraf de Haïouks. El grupo de gitanos rumanos aún no había terminado el arroz cuando algunos de sus componentes empezaron a demostrar por qué son, posiblemente, la formación romaní de mayor prestigio en el mundo. Pronto se unieron todos, incluyendo al violonchelista, y convirtieron las calles del barrio de Russafa, donde es muy patente la presencia de la inmigración, en escenario improvisado de una boda gitana. Era un frenético y sorprendente aperitivo del concierto que dieron anoche en el Teatro Olympia de Valencia, en el que se agotaron las localidades. Imposible no seguir su ritmo.

Acabada la paella, probaron el chorizo, que fue celebrado como un suculento postre. Con más fuerzas, volvieron a interpretar algunas de las piezas que les enseñaron sus padres, que aprendieron, a su vez, de sus padres. 'Es música tradicional, pero cada uno de los músicos va metiendo sus cositas', explicó en francés uno de los intérpretes del grupo de Clejani que fue descubierto por dos músicos belgas en 1991, en coincidencia con la caída de Ceausescu. Su música les llevó a grabar con Yehudi Menuhin, a desfilar para Yamamoto, o a inspirar películas como El extranjero loco.

Taraf de Haïdouks (algo así como La banda de los buenos bandidos) ha pasado de animar las bodas de tres días de su país natal a actuar en los mejores escenarios del mundo. 'Me ha gustado mucho Mónaco y nos ha llamado mucho la atención la limpieza de Suiza', comenta con media sonrisa uno de los 13 miembros del grupo, que aceptó de muy buen grado comer al aire libre en el barrio de Russafa, escenario de una reciente manifestación ultraderechista. 'Claro que hay racismo en Rumania, como en otros sitios, pero lo que más nos molesta es que la gente opine sin conocer a nuestra gente', indicó uno de los acordeonistas gitanos de la banda que sólo hace tres años que ha empezado a ser reconocida en Bucarest.

Un violín volvió a sonar y el resto de los instrumentos se precipitaron para no perder el ritmo que inundó ayer el barrio de Russafa, a la hora de comer.

Los componentes de Taraf de Haïouks, ayer en plena fiesta musical en Russafa.
Los componentes de Taraf de Haïouks, ayer en plena fiesta musical en Russafa.TANIA CASTRO

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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