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LA CRÓNICA
Columna
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La cumbre explicada a mis hijos

Las vallas protectoras instaladas con motivo de la cumbre europea en la Diagonal despiertan la curiosidad de mis hijos. '¿Para qué son?', me preguntan. Intento recordar si algún artículo de la revista Ser Padres trataba del delicado tema Paternidad y geopolítica. Nada. Así pues, tengo que echar mano del lamentable recurso de la metáfora. Les digo que la semana que viene tendrá lugar en Barcelona una reunión de padres. Pero no de padres normales, como los que, con cara de sueño, acuden a las reuniones de su escuela. Estos son unos megapadres con poderes, que mandan sobre la familia mundial. '¿Cómo los Power Rangers?', preguntan. 'Más o menos', respondo. Prosigo y les digo que no vienen de todos los países, sólo de países que tienen el privilegio de la riqueza y del bienestar. Mis hijos me hacen notar que en las reuniones de padres de la escuela no se instalan vallas. Pienso que todo se andará y les señalo que los megapadres que los días 14, 15 y 16 estarán en la ciudad tienen muchos enemigos. Es como si fueran los jefes de una pandilla, la de Los Globalizadores, que se lleva fatal con otra pandilla, más numerosa, llamada Los Antiglobalización, y que, para evitar incidentes entre ellos, nos fastidian a nosotros.

La cumbre y sus consecuencias explicadas a los niños. ¿Cómo conceptuar el cristo de tráfico que se montará?

El antagonismo entre unos y otros despierta la curiosidad de los niños. Su mirada se ilumina ante la posibilidad de épicos y espectaculares combates. '¿Y se machacarán?', preguntan. Machacarse es, por lo que vengo observando en las últimas semanas, el verbo de moda entre el sector infantil con el que mantengo contacto. 'Se machacarían si no pusieran las vallas', les digo. Pero ellos insisten: '¿Qué ocurrirá si los antiglobalizadores saltan las vallas?'. Aunque empiezan a temblarme las piernas, adopto mi expresión más convincente y les digo que no las saltarán porque habrá policía y se tomarán medidas para evitar incidentes y porque, en general, nunca pasa nada (miento, lo sé, pero ¿qué es la paternidad sino una larga sucesión de mentiras piadosas?) '¿Qué son incidentes?', preguntan. Hostias. Tiros. Piedras. Muertos. Heridos. No saben lo que significa incidentes, ni disturbios, pero sí todos estos sinónimos. Detenidos en un semáforo, compramos un ejemplar de La Farola a un antiglobalizador no practicante. El tráfico es asfixiante. Dudo en contarles que las autoridades recomiendan no utilizar el vehículo privado mientras dure la cumbre. No quiero deprimirles con el toque de queda de movilidad al que que nos someterán. No les digo que nos exigen que no utilicemos el coche mientras ellos harán ostentación de coches oficiales. No utilizarán un único coche para cuatro mandamases para ahorrar energía y facilitar la movilidad, no. Eso lo dejan para nosotros, ya que, la próxima semana, cada jefecillo llevará su vehiculillo y su respectiva escolta de pinganillo y pistola sobaquera y su séquito de asesores forrados de masters. No les digo a mis hijos que, si se ponen enfermos, las pasaremos putas para llegar al hospital porque las calles estarán tomadas por una previsión de incidentes que no hace más que exacerbar las ganas de provocarlos y que, si tenemos la suerte de llegar, puede que el cirujano que tiene que curarles esté atrapado en un atasco o detenido por su aspecto ligeramente magrebí. Contagiado por la tontería generalizada, les prohíbo que se pongan enfermos los días 14, 15 y 16. Si desobeceden, que se atengan a las consecuencias.

Al cabo de unos minutos, mis hijos vuelven a la carga. '¿Y de qué hablan en esas reuniones de megapadres?'. 'De dinero', respondo. Se me ha escapado, lo siento. Sé que debería haber intentado un pedagógico relato bienintencionado. Por ejemplo: que intentan resolver las injusticias del mundo y redistribuir la riqueza. Como tengo dos hijos, la curiosidad se reparte y, de repente, la niña siente el deseo de saber cuál de las dos pandillas es la buena. Si le digo que los buenos son los antiglobalizadores, estaré cayendo en la demagogia y no lograré que entienda los matices filosóficos de la realidad y que nada es tan sencillo como parece y que puede que entre los manifestantes haya muchos futuros globalizadores en potencia y entre los globalizadores algún anarcoliberal y que el mundo no se arregla comprando La Farola aunque comprar La Farola ayuda al que la vende. Tampoco me parece justo decirle que los megapadres, por los que no siento ninguna simpatía, son unos jodidos malvados, aunque tengo que morderme la lengua porque su toma de la ciudad me parece una demostración de poder contra la que sí estaría dispuesto a manifestarme si no fuera porque me tomarían por el antiglobalizador que no soy ya que, a medida que van pasando los días, cada vez me siento más identificado con una tercera opción: la de los No Pongáis Vuestras Sucias Manos sobre la Diagonal. Mi hijo, sin embargo, me salva de la situación con una respuesta maravillosa: 'Los buenos somos nosotros'. Lo dice empuñando una espada imaginaria y con una sonrisa deslumbrante. El semáforo se pone verde, aunque no se nota. La retención de tráfico parece ser un ensayo de las que nos esperan. Pero ahora ya no me importa tanto porque soy de los buenos y sé que, si las cosas se ponen feas, la espada de mi hijo me protegerá.

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