_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Yo, Silvio

Silvio Berlusconi está ocupando el Estado como si de una de sus empresas se tratara. El último paso es la amenaza de purgar a directores de institutos de Italia en capitales como Londres o París, pues, como ha indicado el subsecretario de Cultura, Italia tiene hoy otras 'exigencias culturales' y quiere proyectar otra imagen, criticando que estos centros hayan dado espacio a intelectuales y artistas de la izquierda. El caso más destacado es el del escritor Mario Fortunado, en el centro cultural italiano de Londres, que ha recibido el apoyo de intelectuales como Umberto Eco, el dramaturgo Harold Pinter o el novelista Salman Rushdie, perseguido por el fundamentalismo de Jomeini.

Si lo que pretende Berlusconi es evitar que se proyecte una mala imagen de Italia, no podría obrar peor. Tras la dimisión del consejo de administración de la Bienal de Venecia, que el nuevo régimen quiere tomar bajo su tutela, el Gobierno de Berlusconi da muestras de un total partidismo, que refleja también la necesidad de buscarles cargos públicos a los suyos.

Más información
La cultura italiana de izquierda se echa a la calle contra los excesos del poder de Berlusconi
CLAUDIO MAGRIS ARREMETE CONTRA LA TENDENCIA TOTALITARIA DE BERLUSCONI

Con ser importantes para el mundo cultural, estos pasos, sin embargo, son la gota de agua en la ocupación del poder por Berlusconi, tras su indudable triunfo en las urnas. Pero el magnate mediático reconvertido en político parece apuntar a una peligrosa democracia plebiscitaria, sin renunciar a ninguna de sus propiedades. Frente a sus promesas en la campaña electoral de que resolvería la anomalía que supone que el presidente del Gobierno sea también el principal propietario de medios de comunicación en Italia, ha hecho aprobar por su mayoría parlamentaria una vergonzante ley que no sólo no resuelve, sino que consagra este conflicto de intereses. Sólo obliga a dimitir de sus puestos a los directivos de empresas que pasen a cargos públicos, no a sus propietarios. Ridículamente, a resultas de esta ley, Berlusconi sólo tiene que renunciar a la presidencia honoraria del A. C. Milan, como si en lo único que tuviera que ser neutral un presidente del Gobierno es en materia de fútbol.

Él suma. Ha nombrado a la cabeza de la RAI, la radiotelevisión pública italiana, a una persona de su confianza. Todo apunta, además, a que romperá la tradición italiana de repartir el control de las cadenas públicas de televisión entre los diversos partidos del espectro parlamentario. Sumado esto a las cadenas de su propiedad, Berlusconi se garantiza el control sobre el 90% de la audiencia televisiva, acumulación que choca con un principio democrático elemental como es del pluralismo de los medios de comunicación.

Se ha hecho aprobar otras medidas legislativas que frenan la colaboración judicial, especialmente la internacional, y cercenan las posibilidades de que prosperen los casos aún pendientes contra él en Italia, España u otros países. Ha aceptado la orden europea de captura y entrega, pero está por ver cuándo adaptará la legislación italiana que permita trasladarla al ordenamiento interno.

Una izquierda dividida ha despertado tarde, y sólo empujada por movimientos ciudadanos o por llamamientos de intelectuales y artistas, como el del director de cine Nani Moretti. Pero, finalmente, logró reunir a varios centenares de miles de personas el pasado fin de semana en Roma en una manifestación contra los abusos de Berlusconi, en cuyo horizonte de abril apunta una convocatoria de huelga general. Mientras, algunos líderes europeos, como Aznar, Blair y ayer Schröder, parecen cortejar al italiano, pese a los insultos proferidos contra la UE por uno de sus socios, Umberto Bossi, líder de la Liga Norte. Por menos se tomaron medidas contra el austriaco Haider.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_