_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mucho más

¿Podrá alguna vez el PNV romper amarras con el nacionalismo violento? La respuesta seguramente es negativa y podría ser suficiente para fijar una estrategia respecto a él. Sin embargo, esa evidencia se presta a consideraciones diversas que dan pábulo a todo el abanico de actitudes que presenciamos estos días entre los partidos no nacionalistas, en especial en el PSE. Pues todo depende de si admitimos esa atadura del PNV como fatalidad o como accidente, es decir, como inevitable o como evitable. Me explicaré. Aceptarlo como fatalidad supone asumir esa carga, partir del hecho de que nuestro partido mayor jamás adoptará una actitud frontal de ruptura con Batasuna y que lo más que podemos esperar de él es un aligeramiento de vínculos. Pensemos en una goma que uniera a ambos cabos del nacionalismo, PNV y Batasuna. El espesor de esa goma dependerá de la distancia a la que se hallen ambos extremos. El umbral de aceptación de ese vínculo será siempre susceptible de interpretaciones, pero, para quienes lo consideran inevitable, la relación política con el PNV y su oportunidad serán subsidiarias a las valoraciones que hagan de ese umbral. ¿Es la goma lo bastante delgada como para poder pactar o relacionarse con él? Esta es la pregunta en torno a la que giran hoy muchas discusiones.

Para quienes sólo están dispuestos a admitir la atadura entre el PNV y el nacionalismo violento como accidente, toda relación con ese partido está supeditada a la superación de ese error. Si continuamos con el símil de la goma, las consideraciones sobre su mayor o menor espesor serían irrelevantes y la cuestión se limitaría a saber si hay goma o no la hay. Sería deseable que no la hubiera y jamás se aceptaría ésta como inevitable. La ruptura del vínculo sería planteada como exigencia ética y también como una necesidad política para combatir el terror, y sólo bajo ese supuesto se podría pactar con el PNV.

Parece evidente que esta doble consideración marca hoy la línea divisoria entre las dos posturas más destacadas dentro del mundo no nacionalista y que se superpone a la doble respuesta que se le da a una pregunta acuciante: ¿es necesario, forzosamente necesario, pactar con el PNV para resolver nuestro problema principal?

Soy de los que piensan que un frente democrático nos ayudaría a combatir y a vencer al terror y también a soportarlo. La necesidad del pacto vendría dictada por esa finalidad, y ésta impondría una serie de exigencias. La finalidad nunca debiera convertirse en una excusa para un pacto con otras intenciones, de gobernabilidad por ejemplo. Aunque pueda constituir un problema en determinados momentos, ese, la gobernabilidad, no es hoy nuestro problema prioritario. Da la impresión, sin embargo, de que se está haciendo justo de la gobernabilidad cuestión raíz y que se está vinculando la derrota del terrorismo a según quien vaya a gobernar. La lucha contra el terrorismo se convierte así en programa electoral y factor de disensión, y desde esa perspectiva no hay, no puede ni debe haber, lugar para acuerdo alguno.

Si partimos de que el objetivo fundamental de la política vasca es terminar con el terrorismo como condición básica par la democratización de nuestra sociedad, cualquier planteamiento debe estar subordinado a ese fin. Hagamos primero un diagnóstico y esbocemos la vía más adecuada. Pudiera ser que ésta coincidiera con un pacto de las fuerzas democráticas en torno a unos puntos de consenso que incluyan medidas legales y actuaciones políticas en campos concretos. Si así fuera, sería deseable que se dieran ya pasos en esa dirección.

El posterior éxito o fracaso del intento no puede ser prejuzgado desde posiciones rígidas que niegan de entrada a una de las partes la posibilidad de un acuerdo. Si eso es lo deseable, habría que intentarlo. Pudiera darse el caso de que la elasticidad de la goma que vincula a nacionalistas de uno y otro signo no fuera lo bastante holgada como para permitir los acuerdos necesarios para alcanzar el objetivo propuesto. La lucha contra el terror se convertiría entonces, con toda legitimidad, en competida propuesta de parte, es decir, en oferta partidista. Pero nunca sabremos lo que puede dar de sí una goma si primero no la probamos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_