8 de marzo
Durante los últimos días vemos cómo se vierten ríos de tinta para hablar de una niña por llevar pañuelo en la cabeza y que, bajo la acusación de ser un signo de la opresión de la mujer, se disfraza la intolerancia racista que empieza a aflorar en nuestra sociedad. Sin embargo, y partiendo de la injusta situación que deben sufrir millones de mujeres en todo el mundo, cubiertas bajo el velo de la sinrazón, no debemos perder la perspectiva de la situación en que nos encontramos las mujeres en nuestro país.
En el Estado español más de cuarenta mujeres engrosan cada año la macabra estadística de las muertes por violencia de género. Mueren a manos, más bien en las garras, de maridos o compañeros sentimentales.
Mueren muchas de ellas tras años de vejaciones, humillaciones y maltrato psicológico, que desembocan en una espiral de violencia que las lleva de la muerte emocional a su muerte física. Los asesinos ejecutan sus acciones con la complicidad de vecinos, familia y amigos que durante años conocen la situación, pero prefieren mirar para otro lado.
Aquellas mujeres que, dando un paso de gigante y rompiendo con el miedo y la vergüenza, se deciden a denunciar a sus agresores, acaban encontrando la pasividad o la ineficacia de las fuerzas de seguridad o de los magistrados.
Y a nivel político, el problema no llega a ser considerado por nuestros gobernantes con la importancia que merece. La cifra de muertes supera con mucho a la de las víctimas del terrorismo.
Cualquier acción violenta que desemboque en la muerte de una persona debe ser condenada; sin embargo, la violencia contra las mujeres no se considera como una cuestión de Estado planteando acciones concretas para erradicarla.
La situación de la mujer ha mejorado considerablemente en determinados aspectos; sin embargo, todavía nos quedan muchos logros por conseguir.
En los últimos años, las mujeres nos hemos incorporado masivamente al mercado laboral, aunque en las zonas rurales, como en gran parte de mi comarca, la mujer sigue teniendo graves dificultades para conseguirlo. A esto debemos añadir que en muchos casos estas mujeres siguen ocupándose de cargas domésticas y familiares, lo cual viene agravado por la situación de una comarca con población muy envejecida, dispersa y que cuenta con escasos servicios y recursos.
El 8 de marzo es una fecha significativa en la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres, pero nuestro camino debemos hacerlo todos los días. El primer paso lo debemos hacer nosotras, tomando conciencia de nuestra situación y teniendo claro adónde queremos llegar. Después, debemos hacer que toda la sociedad se sensibilice, ya que éste no es un asunto sólo de mujeres.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.