Fátima y el 'hijad'
Me sorprende la seguridad con que algunas personas tratan los temas más complejos, con más aristas o que generan más dudas. A veces creo que la simplicidad con que se pretende ponderar sobre determinadas cuestiones esconde viejos preconceptos propios de los valores de la sociedad patriarcal que nos acechan en cada esquina. La polémica generada en torno a la asistencia a la escuela de Fátima me provoca sentimientos encontrados que no quiero ocultar.
Me parece imprescindible la escolarización de esta niña marroquí, ya que el ejercicio de este derecho le permitirá acceder a una educación laica y plural que le posibilitará en un futuro próximo tomar sus propias decisiones. No está tan claro que la obligación de admitirla sin condiciones no se imponga a un centro concertado, sostenido con fondos públicos, en el que también cabría, se supone, fomentar la multiculturalidad y la tolerancia; no obstante, estoy convencida de que Fátima ganará asistiendo a una escuela pública no confesional. Además, como profesional de la enseñanza, me parece evidente que cada alumno/a puede ir a clase como mejor le plazca: con pañuelo, piercing, la cruz de Atón, pelo rasta, boina con la visera hacia atrás.... El problema no radica en la forma, sino en el fondo. ¿Qué significa el velo: una manifestación de acatamiento al Corán o de sumisión a la voluntad de su padre? ¿Qué pasará el día que este u otro padre impida a su hija asistir a clase de educación física y no le permita ponerse chándal u otra prenda deportiva considerada impúdica? ¿Qué ocurrirá cuando los progenitores no autoricen a determinadas mujeres a asistir a clase de música? ¿Qué está pasando ya en los institutos cuando sistemáticamente algunas alumnas no asisten a las actividades extraescolares si se realizan fuera del centro docente al que les acompañan y del que les recogen, sin excepción, sus hermanos varones? ¿Estamos hablando de respeto a otras culturas o de opresión a las mujeres? Es cierto que no se puede, en modo alguno, como hizo el Ministro de Trabajo, comparar el pañuelo con la ablación del clítoris; pero el problema que se plantea es dónde situar los límites entre lo que es tradición cultural y lo que es discriminación presente y futura. Me gustaría que la polémica se iniciara también en otros casos, como por ejemplo cuando algunas alumnas son obligadas a abandonar sus estudios, generalmente en torno a los dieciséis años, para casarlas con personas desconocidas en virtud de viejos pactos de familia. Quizás lo que ocurre es que yo no puedo olvidar que algunas mujeres de este país luchamos contra las tradiciones culturales que nos situaban vestidas de negro, envueltas en velos y duelos, dependientes del varón y marginadas de la vida pública.
Glòria Marcos es consejera por Esquerra Unida en RTVV.
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