Renfe y la ATM cobran precios distintos para un mismo recorrido en tren
Los billetes pueden llegar a costar el triple
Un billete de Renfe para un mismo recorrido, el mismo día y en el mismo tren puede costar un precio radicalmente distinto. Todo depende de si se compra a Renfe o a la Autoridad del Transporte Metropolitano. Y las diferencias no son pocas: un mismo bono de 10 viajes puede costar el triple dependiendo de dónde se compre.
Un día cualquiera: los estudiantes de un colegio se dirigen al aeropuerto y piensan llegar en tren desde la estación de Sants. Van dos grupos con otras tantas profesoras. Cada una de ellas se dirige a una máquina distinta para sacar los billetes. Una marca el destino, la otra también. Claramente pulsan la misma tecla, como no podía ser de otro modo. Pero la información que recibe se parece poco. Para una, el precio del billete (tarjeta de 10 viajes) es de 5,60 euros. La otra, en cambio, tiene que pagar por cada bono (también de 10 viajes) 16,20 euros. No se lo creen, de modo que deciden comprobar la operación con un billete de un solo trayecto. Nuevamente la información es diferente: la primera máquina comunica que el precio es de un euro. En la otra el precio es de 2,15 euros.
La primera impresión es que las máquinas han decidido rebelarse y toman decisiones por su propia cuenta, pero no es el caso. Las dos expendedoras automáticas dan información correcta. Ningún error en ninguna de ellas: hay dos precios, pese a que sólo hay una forma de realizar el trayecto, que es con el tren de Renfe. El asunto es que una de las expendedoras es de la propia empresa ferroviaria y la otra de la Autoridad del Transporte Metropolitano. Cada organización tiene su propia división territorial, con sus propias 'zonas'. El precio del billete varía en función de las zonas que se cruzan. El resultado es que, en la organización hecha por la ATM, ir de Sants al aeropuerto no supone moverse de la zona 1 y se paga, por tanto, la tarifa más barata. Para Renfe, en cambio, el mismo trayecto, con el mismo tren, supone saltar cuatro zonas.
Falta de información
El usuario habitual hace ya tiempo que ha descubierto la aparente incongruencia y obra en consecuencia, pero el usuario esporádico, muy abundante en la estación de Sants, acaba pagando una cantidad o el triple según a la máquina que se acerque por puro azar.
No es la única cosa rara con la que se puede encontrar quien quiera utilizar el tren. La falta de coincidencia en las zonas origina bastantes situaciones diferentes, aunque ninguna de ellas hace que el precio acabe teniendo una diferencia de uno a tres, como en el caso del aeropuerto. Por ejemplo, quien pretenda ir de Arenys de Mar a Mataró (Mataró) tiene dos opciones: comprar un abono de Renfe (una zona, 5,40 euros para 10 viajes) o adquirir uno de la ATM (dos zonas, 11,30 euros para 10 trayectos). Lo mismo le ocurrirá a quien decida ir en tren desde Calafell (Baix Penedès) a Vilanova i la Geltrú (Garraf): pagará por dos zonas con una tarjeta de ATM y por una sola si viaja con una de Renfe.
Un caso igualmente sorprendente es el de quien decida desplazarse entre Terrasa (Vallès Occidental) y Vilanova i la Geltrú. Desde la perspectiva de Renfe, que ha organizado sus coronas de forma radial con Barcelona en el centro, este pasajero transita por cuatro zonas y le cobra 16,20 euros por 10 viajes; la ATM, en cambio, considera que este viajero pasa por seis zonas y debe pagar 24,40 euros.
Renfe justificó en su día el trato especial al aeropuerto con el siguiente argumento: el pasajero habitual, que es el trabajador del aeropuerto, ya dispone de diversos abonos que le abaratan el viaje. La persona que interesada en el billete único o en la T-10, en cambio, es la misma que va a tomar un vuelo, cuyo coste es tan alto que añadir el precio del billete de Renfe no representa nada. Renfe parte de la base de que las tarifas están subvencionadas y que no es necesario subvencionar este tipo de viajes, sino los de la movilidad obligada por motivos laborales o de estudios.
En la base de esta confusión se hallan las diversas divisiones territoriales de Cataluña, una especie de rompecabezas múltiple en la que nada encaja. A efectos electorales, hay cuatro provincias, que engloban municipios, agrupados en las diputaciones. Pero a esta división se superpone la aprobada por el Parlament, que agrupa los municipios en consejos comarcales. Las delegaciones territoriales del Gobierno catalán no coinciden ni con las comarcas ni con las provincias. Y nada de esto tiene los mismos límites que la vieja división eclesial. Para que nada falte en esta sopa, la organización pactada en la ATM por el Gobierno catalán y los municipios es también diferente de la que ya tenía Renfe, que, desde su propia lógica, ha decidido mantenerla.
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