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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Déficit público cero: ¿a costa de qué?

Joaquín Estefanía

EL MINISTRO DE HACIENDA, Cristóbal Montoro, ha anunciado que España, por primera vez en su historia, consiguió en 2001 el equilibrio presupuestario. Enhorabuena. ¿Cuál es la siguiente meta: el superávit público? El déficit cero en las cuentas públicas es una bendición en países ricos, sin necesidades. Pero ése no es nuestro caso, como muestra la evidencia empírica. Podemos convertirnos en un triste campeón de la ortodoxia, mientras las naciones de nuestro entorno se protegen de una mala coyuntura recorriendo caminos alternativos.

Una vez más, nuestra Administración confunde los medios con los fines, haciendo del déficit cero un objetivo y dejando el bienestar de los ciudadanos para el programa máximo, aquel que sólo se consigue en un largo plazo que no llega nunca. Y una vez más, en aras de la propaganda, se mencionan los datos finales de la macroeconomía, pero se aíslan las tripas de las cuentas públicas. ¿A costa de qué se ha obtenido el déficit cero?

Lo significativo no es el déficit cero, sino cómo se ha llegado a él. Una mezcla de contabilidad creativa, subida de impuestos indirectos y de tasas y la reducción del gasto público han contribuido al equilibrio presupuestario

Por suerte para todos, ha vuelto a ponerse de actualidad la llamada contabilidad creativa. Recuérdese este concepto, que emergió con fuerza hace un lustro, cuando las economías europeas deseaban pasar como fuese las condiciones de convergencia para entrar en el área del euro. La contabilidad creativa consiste en adecuar las realidades económicas a los criterios contables y se utilizó sobre todo para maquillar el déficit público. Se adelantaron muchos ingresos públicos y se trasladaron los gastos a ejercicios posteriores; se sacaron de las cuentas del Estado las deudas de las empresas públicas (por ejemplo, las de Radiotelevisión Española, que pasaron al organismo autónomo Sociedad Española de Participaciones Industriales, donde continúan), se redujeron los gastos corrientes o las partidas destinadas a la inversión pública, y se subieron los impuestos indirectos y las tasas más indoloras. Muchos de esos maquillajes persisten. Ahora que se ha explicitado lo que ya se intuía, que la contabilidad creativa también se utiliza en la empresa privada (caso Enron), conviene volver a pensar en qué realidad refleja el cierre de las cuentas públicas de un país. Para obtener el déficit cero en España se incrementó la presión fiscal (sobre todo a base de impuestos indirectos y tasas), mientras se vendía a todo trapo la reducción del impuesto sobre la renta. Pronto veremos repetir la misma jugada: conforme se aproximan los próximos comicios generales, los partidos vuelven a enarbolar la bandera de la reforma fiscal, convertida en agit-prop electoral.

Y sobre todo se ha descuidado el gasto público. La manifestación más actual de esa disminución del gasto la tenemos en la inseguridad ciudadana y la espectacular reducción de las plantillas de orden público. La multiplicación de empresas de seguridad, además de significar una privatización de ese sector por la puerta de atrás, es tremendamente desigual. Pero se pueden aportar muchos más ejemplos, como reflejan los datos de la oficina estadística comunitaria. Desde la productividad decreciente y en la cola de la UE, motivada en parte por el retraso en la sociedad de la información, hasta los porcentajes en protección social, que demuestran que mientras los Estados europeos destinaban como media el 27,6% de la riqueza nacional, España ocupaba la penúltima posición con sólo un 20%.

En un reciente artículo publicado en EL PAÍS, sus autores se preguntaban: '¿Cómo es sostenible que los asalariados paguen a la Hacienda pública el doble que los rentistas de capital sin causar un escándalo público? ¿Cómo puede tranquilamente admitirse que hayan aumentado a la vez los impuestos indirectos, la desigualdad, la lejanía de Europa en protección social o en investigación, que ocupemos el último lugar de gasto en educación secundaria de la UE y que el Gobierno se muestre impávido en su déficit cero? ¿Por qué no se discute sobre esto?'. Éste debería ser el verdadero debate, y no el del equilibrio presupuestario.

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