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La educación no tiene nacionalidades

Escolares de varios países cuentan cómo viven su aprendizaje en colegios de Alicante y Benimámet

Chen jio ui, de 13 años, llegó hace pocas semanas a Alicante y se matriculó en el colegio público de San Roque. Con sus compañeros de clase trabaja por conocer una lengua, una cultura y unas tradiciones que desconoce. Este niño chino que cursa 6º de Primaria es uno de los 122 alumnos inmigrantes de los 189 matriculados en este céntrico colegio. Hace tres años esta escuela -la única en el barrio- estaba en peligro y la matrícula apenas llegaba a los 80 alumnos, que se caracterizaban por sus elevados índices de fracaso escolar (del 70%) y de absentismo. El director, Pablo Guzmán, con el apoyo del profesorado, se lanzó a una campaña masiva de promoción. Elaboraron folletos en castellano, valenciano y árabe, y los repartieron en todas la carnicerías y bazares del puerto de Alicante para que los inmigrantes recién llegados a la ciudad matricularan a sus hijos.

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Tres años después los objetivos se están cumpliendo; pero al haber logrado duplicar la matrícula, el espacio se les está quedando pequeño. El fracaso escolar ha bajado al 20%, incluso por debajo de la media nacional. La razón: la motivación del profesorado. De los 189 alumnos matriculados, 123 son hispanohablantes, 55 proceden de países islámicos y otros 14 de diferentes nacionalidades como Ucranía, República Checa, Polonia, Malasia, China, Bulgaria y Portugal. Un conglomerado de culturas y lenguas que requiere una atención especial. 'Como son jóvenes, aprenden pronto el idioma', explica el director, 'los latinoamericanos tienen más facilidad que los otros, es lógico'. Los maestros ofrecen clases de refuerzo de lenguaje para los alumnos inmigrantes. 'Pero nunca estas clases irán en detrimento de lo que más les gusta que es la educación física, plástica y talleres, son las más divertidas y ellos también aprenden'.

Del racismo a la integración

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'Los chavales son racistas, tienen prejuicios y son un reflejo de la sociedad en la que viven. Por más evaluación o capacitación que haya, sin implicación no hay educación, y ésa es la pura realidad', cuenta Pedro Naranjo, actual Jefe de Estudios del colegio público Arquitecto Santigo Calatrava de Benimámet, con dos décadas de servicio y seis años de trayectoria al frente de la dirección que hoy lleva Joan Ballester, otro docente convencido del poder de la integración. El Santiago de Calatrava es uno de los dos únicos Centros de Adaptación Especial (CAES) que hay en el amplio perímetro de Valencia-capital-Benimámet. De 131 alumnos matriculados, el 22% son hijos de inmigrantes procedentes de Marruecos, Colombia, Ecuador, Rumanía, Bolivia y Armenia, además de tener una fuerte presencia de chavales de etnia gitana, como Jose -que acompaña a la visita de clase en clase, colgado del cuello del moreno Andrés- un colombiano que llegó de Cali hace dos días, y que ya encandila con sus malabares y el trompo [la peonza] a las más risueñas de la clase de 5º, incluida María Fernanda, también de Cali. No se conocían en su ciudad natal, hasta que se sentaron juntos en este aula valenciana. '¡Menudo viaje!', ríen.

Pero, no todo en el Santiago Calatrava es un jardín de rosas. 'La integración es difícil', coincide Sonia, una monitora de 24 años vocacional a tope como todas las profesoras Rosa o María, que habla con la mayor naturalidad posible de los lastres culturales 'racistas' con los que llegan. 'Los gitanos odian a los bolivianos; los armenios a los colombianos, y hay que enseñarles que eso no les hace más grandes, sino más débiles'. 'Afearles la conducta', cuenta Pedro Naranjo, 'es lo que hacemos cuando llegan con una cruz gamada', como ocurrió hace unas semanas con un jovencito español, para quien 'los negros son mierda, ¡ah! pero su amiga Concha, no'. Concha es una adolescente negra guapísima con trenzas, que está encantada de hacer fallas. Estas fiestas son para ellos, como el Día de la Cultura, que celebra el centro o el de La Paz, emblemas donde muestran a los demás sus canciones, juegos o lo que se les ocurra. Aunque, después también hay tiempo para las batallas, que haberlas, haylas.

Asamblearios, a tope

Para entrar en las clases, este periódico se sometió primero a la 'asamblea' de los más pequeños, con Álvaro, el secretario, y Mirian, de 9 años, que es la edad mayoritaria de los que están en 3º de Primaria. 'Esto es un lujo, es un colegio de dos pisos, allá sólo tenía uno', dice Marcos, recién llegado de Bolivia, se sienta junto a su tocayo de Benimámet, y ambos han aprendido que camiseta, también se llama 'chamarra' y que un sacapuntas es un 'tajador' al otro lado del Atlántico. A Néstor, de Ecuador también le flipa este cole. Tímido, pero risueño, le encanta el cuento de El elefante Elmer, que tenía lunares de colores en la piel y no quería ser 'diferente', hasta que descubrió que 'el gusto, está en la diferencia', según explica la valenciana Aranxa. 'Cuando son pequeños los gustos, las aficciones y los problemas son universales, no hay distinción de nacionalidad', analiza el director del San Roque. La cosa se complica con la edad. 'Buena parte de los alumnos [de Benimámet] proceden de familias extranjeras desestructuradas, y eso sí que complica la formación. Tenemos que lograr implicar a los padres, los hay que no vienen ni a recoger las notas'.

El comedor es, con diferencia, uno de los centros neurálgicos que más juego da a la integración. 'Tenemos claro que cuando se conoce la cultura del inmigrante es más fácil aceptarlo, y eso es lo que buscamos', apuntan los responsables de ambos centros. 'Camal, no come cordero. No nos cuesta nada, ¿por qué no vamos a hacerlo?', dice Naranjo. 'La paella, los frijoles y el sancocho son mis platos favoritos', asegura Luis Fernando del San Roque, un colombiano de 12 años, que de mayor quiere ser cantante. La hora de almuerzo, con cien niños, de diferentes culturas y nacionalidades, es un hervidero. 'El pan vuela... pero como en todos los comedores escolares, ni más ni menos', comenta una de las educadoras del centro. Eso sí, la comida está debidamente preparada, no se sirve cerdo, y la carne está bien hecha. 'Intentamos que coman lo mismo, si son espaguettis unos con carne y otros con atún, pero todos lo mismo, así no se pelean', explica el director. Yahela, argelina de 13 años, prefiere el couscús, junto a Nasreddire, que acaba de llegar a España. Sus asignaturas favoritas son las ciencias naturales y la lengua. 'Pero, la playa, es la que más', dice David Mauricio, otro colombiano de 13 años que de mayor quiere ser piloto de Iberia.

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