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Columna
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El vicepresidente y la tía de Germá

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

El vicepresidente económico, señor Rato, dice que la reforma del IRPF aprobada por el Gobierno popular en 1998 favoreció más a los españoles con rentas más bajas que a los que tienen rentas más altas. Germá Bel, diputado por Tarragona, en la interpelación al Gobierno de la semana pasada, le dijo al vicepresidente que su tía no estaba de acuerdo porque ella, que tiene unos ingresos reducidos, había visto incrementar su renta disponible en sólo 2.485 pesetas, esto es, unos 15 euros. Para saber quién tiene razón, si el vicepresidente o la tía de Germá, necesitaríamos disponer del estudio que ha realizado el Instituto de Estudios Fiscales y que, aunque se paga con el dinero de todos los españoles, el Gobierno no quiere hacer público.

Es normal que, cuando se hace una reforma tributaria, el Instituto de Estudios Fiscales elabore un estudio para observar los efectos distributivos y sobre el bienestar del cambio en los impuestos. Parece que, en efecto, el Instituto de Estudios Fiscales ha realizado el estudio para la última reforma, lo cual es de agradecer porque últimamente se están dejando de hacer estudios sobre los efectos que tienen las distintas políticas económicas, pero mientras el Gobierno no haga público ese informe tendremos que trabajar con las filtraciones que nos llegan del mismo para saber quién tiene razón. Las filtraciones dicen que el contribuyente medio español, gracias a la reforma de 1998, pudo añadir a su renta disponible unas 51.000 pesetas más. Estos contribuyentes medios son las personas que en 1998 ganaban en torno a dos millones de pesetas. Las filtraciones dicen también que los contribuyentes más pobres, los que tenían ingresos inferiores a 756.000 pesetas anuales, se ahorraron 2.480 pesetas , esto es, más o menos lo que dice Germá Bel que se ahorró su tía. Las mismas filtraciones afirman que los contribuyentes con ingresos por encima de 10 millones de pesetas consiguieron que su renta disponible aumentara una media de 640.000 pesetas al año gracias a la reforma.

Si hacemos caso a las filtraciones, la tía de Germá tiene razón y no la tiene el vicepresidente. No tiene razón si hacemos el cálculo en términos absolutos, lo cual era de esperar. Los que tenían mayores ingresos han aumentado mucho más su renta disponible en cantidades absolutas que los contribuyentes de menores ingresos: 640.000 pesetas es una cantidad mayor que 2.480 pesetas. Pero tampoco tiene razón el vicepresidente si hacemos el cálculo en términos relativos, en relación a la renta disponible de cada contribuyente individual. Así, por ejemplo, un contribuyente con unos 20 millones de pesetas brutas, vio aumentar su renta disponible en más de un 10% gracias a la reforma. Al contribuyente que ganaba unos dos millones de pesetas la reforma le permitió aumentar su renta disponible en menos del 3%. Finalmente, la tía de Germá, con sus 2.485 pesetas de ahorro en impuestos, vio aumentar su renta disponible en tan solo un 0,3%.

Incluso sin recurrir a la recomendación divina ('al que tiene se le dará...') se puede defender la reforma fiscal de 1998 explicando que la situación fiscal anterior era muy negativa para algunos contribuyentes con rentas altas. Pero lo que no es aceptable, porque perturba la discusión democrática, es hacer una cosa y decir que se ha hecho lo contrario. Se puede entender que sea bueno para la economía reducir los impuestos a los que más ganan, pero lo que no va a aceptar la tía de Germá es que, encima, se diga que es ella la que más se ha beneficiado de la reforma. Finalmente, desde el punto de vista del debate democrático, aún más grave que decir una cosa y hacer la contraria es ocultar la información para que los ciudadanos no puedan controlar lo que hace el Gobierno. En cualquier país, sería un escándalo que el Gobierno tuviera elaborado desde hace tiempo el informe sobre la incidencia en los distintos tramos de renta de la reforma tributaria y no lo hiciera público. Pero aquí nadie se escandaliza. A la gente le parece normal y, por eso, quizá lo más escandaloso es que nadie se escandaliza.

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