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La policía denuncia a dos bares de Aurrerá por servir alcohol a menores

En uno de los locales había ayer dos chicas de 15 años y una de 14

Fueron dos, pero pudieron ser más. La Policía Municipal comenzó anoche su campaña contra el botellón y la venta de alcohol a menores en los llamados <bajos de Aurrerá. A las 21.00, 10 policías comenzaban a entrar en los locales y a pedir carnés de identidad. Dos horas después se iban, tras levantar acta a dos bares. En uno de ellos, dos menores bebían alcohol. En el segundo, había dos chicas de 15 años y una de 14. Otra, de 17, bebía calimocho. La policía no denunció a otros bares en los que había menores, pero no bebían.

'Vosotros tres, dentro de los bares; el resto, en la puerta pidiendo el carné a todo el que salga; y tú, a guardar los coches'. Las órdenes estaban claras para los nueve policías que anoche comenzaron la batida de la Policía Municipal contra el botellón en los bajos de Aurrerá, en el barrio de Argüelles.

Los tres agentes elegidos entraron en un bar de copas ante la mirada atónita de los jóvenes que bebían en uno de los dos patios situados entre las calles de Andrés Mellado y de Gaztambide. En el bar había una chica de 17 años con una bebida alcohólica con piña. Sus amigas, de 18 años, tranquilas, se encararon con la policía: '¿Cómo sabe que era ella la que bebía y no yo?' El policía soltó el botón de la linterna extraplana con la que iluminaba el carné de la joven, levantó la cabeza y contestó: 'Porque la he visto'. El bar no fue multado. La chica tenía derecho a estar allí, pero no a beber, algo difícil de comprobar desde la barra. 'Intentamos no multar por multar. Ser comprensivos. No es lo mismo una chica que una decena', señaló uno de los policías.

En el segundo bar, la escena se repitió. Una joven, con un aparato de ortodoncia, rompió a llorar cuando la policía le pidió el carné. Negó que el calimocho con el que había sido sorprendida fuera suyo. '¿Lo has comprado en el bar?'. 'No'. '¿Lo has traído de fuera?'. 'No', respondió sollozando. La policía la dejó marchar. 'Le prometo que es la última vez, gracias, gracias', se le oyó decir al alejarse.

Siguieron entrando en bares aunque había poco que pescar. 'En cuanto nos ven entrar en un bar, en los otros se van los menores', aseguró uno de los policías. Y sin embargo, una hora después y ya en dos grupos de cinco policías, el primer grupo cantó línea:. En un bar, dos menores bebían alcohol. La venta de alcohol a menores de 18 años es una sanción grave. La multa va desde las 500.000 (3.000 euros) hasta los cinco millones de pesetas (300.500 euros) para el dueño del local que lo hace.

El segundo grupo de policías se retiraba en ese momento hacia los coches patrulla. Entonces, bingo. En un bar de la manzana en la que se encuentran los bajos de Aurrerá, tres chicas charlaban animadamente con unos amigos. La policía les pidió los carnés. 'No tengo', respondió la primera. Tranquila, segura. Parecía mayor. Llevaba una breve minifalda. El policía municipal insistió: 'Que me des el carné, que tú no tienes la edad'. Tenía razón. Ni ella ni sus amigas. Ya en la calle admitieron sus años: 14, 15 y 15. A ellas se le unió una chica de otro grupo que sostenía un gran vaso de calimocho. Tenía 17 años.

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La policía preguntó al portero. '¿Cómo es que han entrado esas chicas?''Porque yo las he dejado y respondo por ellas', contestó aquel. Fue lo peor que pudo haber hecho. Tras una breve discusión con el portero, la orden estaba dada: 'Levantadle acta', señaló el cabo que estaba al mando. Dos policías entraron y salieron al poco: 'Dice la dueña que ella sirve alcohol a quien quiere'.

La única mujer policía del grupo tomó los datos a las dos chicas que no llevaban el DNI. A los padres se les iba a avisar anoche mismo. 'Esto no va contra los menores, sino contra los quienes les venden las bebidas', aseguró un agente. El dueño de un bar de Aurrerá señaló a las tiendas que venden alcohol como el problema. 'Yo llevo aquí 24 años, tengo un portero controlando en la puerta, y no quiero líos', dijo. 'Tendrían que meterles mano a esas tiendas, que allí no controlan nada', le pidió a un policía.

En ese momento, una botella voló desde un pasadizo y fue a estrellarse con estrépito contra el suelo. 'Esa botella no se vende en un bar', sonrió el dueño del local de copas. 'Aquí vienen cada fin de semana más de 7.000 personas. Porque haya una pelea de vez en cuando, no se puede decir que aquí todo es violencia', sentenció.

Al terminar, los policías comentaron el servicio: 'Tranquilidad. La acción está en la plaza de la Casa de la Villa', dijo uno en alusión a la manifestación de policías municipales disuelta por los antidusturbios.

RICARDO GUTIÉRREZ

'Cuatro litros de calimocho por tres euros'

La Policía Municipal pidió la identificación a jóvenes que hacían botellón. Unos cuantos, conocedores de que al ser mayores de edad no infringen ninguna ley, cedieron sin problemas el carné. Siguieron bebiendo alrededor de una gran papelera de la calle de Gaztambide. Estaban frente a una de esas tiendas regentadas por chinos que venden alcohol casi toda la noche. 'Cuatro litros de calimocho y hielo por tres euros', rezaba un cartel. La tienda -en la zona hay una decena de ellas- estaba llena cuando la policía pasó por allí de camino a los bajos de Aurrerá. Pero había transcurrido una hora y se había corrido la voz. Cuando llegaron los agentes, unos clientes compraban caramelos. 'Como no hay una legislación clara, no podemos hacer mucho', reconoció un agente. 'Los tienes que pillar siendo menores y saliendo por la puerta con el alcohol. Y eso es casi imposible'.

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