Temporada en el infierno
No se puede negar que las cien primeras páginas de 13,99 euros son fulminantes y constituyen un análisis mordaz de todos los elementos que conforman el mundo de la publicidad, en el que la voluntad de dominación así como la dominación misma hallan su mejor campo de batalla. Un mundo que no quiere nuestra felicidad, pues 'la gente feliz no consume', y que prohíbe que deseemos el azar, pues del azar nadie vive, y aún menos los publicitarios.
13,99 euros narra la historia, desalmada y desenfocada, de Octave Parango, un príncipe de la publicidad narcotizado hasta las cejas que, haciendo gala de una aguda desesperación, nos desvela los misterios de uno de los poderes más abyectos de nuestro tiempo, para acabar finalmente devorado por un delirio centrífugo muy parecido al delirio publicitario, con el que concluye su bajada a los infiernos de las multinacionales, retratadas como máquinas de devastación controlada.
13,99 EUROS
Frédéric Beigbeder Traducción de Sergi Pàmies Anagrama. Barcelona, 2001 268 páginas. 14 euros
Toda la primera parte de la narración, de un poder de sugestión y penetración desconcertantes, está narrada en primera persona. El problema empieza cuando Beigbeder pasa a la tercera persona: ahí la novela pierde fuelle y temple, y empieza a convertirse en una sustancia viscosa, acusando una vez más esa enfermedad de la novela actual que ya está adquiriendo la amplitud de una epidemia: la flacidez argumental y la poca consistencia psicológica que tienen los personajes.
En la tercera parte, Beigbeder vuelve a la primera persona, y la novela empieza a remontarse, pero pierde de nuevo tensión y verosimilitud cuando el narrador y dos de sus compañeros ejecutan un asesinato tan injustificado para la narración en sí como para los personajes.
Da la impresión de que Beigbeder escribió la historia en tres momentos diferentes, que luego no acertó a conjugar: el resultado es una novela enloquecida, cuando podía haber sido una novela abismal. Errores al margen, 13,99 euros es una narración estimulante y de un valor coyuntural nada despreciable, y aglutina en ella buena parte de las tendencias que más están perfilando la novela del presente: 'Autobiografismo', 'ensayismo' y cadenas secuenciales que o bien recuerdan el lenguaje del cine o bien recuerdan el del periodismo. Cambios normales si se tiene en cuenta que la novela lo devora todo y que es el género impuro por excelencia, como bien sabe Beigbeder que procede de la publicidad, donde la impureza se eleva a la enésima potencia.
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