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Columna
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Círculo vicioso

El problema del terrorismo no es tanto ETA como Batasuna. Si no existiera Batasuna, el terrorismo sería manejable tanto policial como, sobre todo, políticamente. Es la existencia de Batasuna con sus aproximadamente 200.000 votos la que, combinada con el terror practicado por ETA, está resultando inmanejable para los partidos democráticos españoles.

Y lo está siendo porque esos 200.000 votos que en el conjunto del Estado son muy pocos, en el País Vasco son muchísimos. Dado el equilibrio entre el nacionalismo democrático (PNV/EA) y los partidos estatales (PP/PSOE) en el País Vasco, Batasuna se convierte en el partido decisivo, que puede bloquear el funcionamiento del sistema político vasco. Lo vimos en la pasada legislatura, en la cual, tras la ruptura del Pacto de Lizarra, Batasuna abandonó a su suerte al Gobierno del PNV, que empezó a perder votaciones en el Parlamento frente a la mayoría minoritaria que componían el PP y el PSOE, obligando al lehendakari a disolver anticipadamente la Cámara y convocar nuevas elecciones. Y lo estamos viendo en ésta, en la que al Partido Popular y el PSOE no les está importando coincidir con Batasuna para impedir la aprobación de los Presupuestos de la comunidad.

La bolsa electoral de Batasuna es la que está envenenando la estrategia antiterrorista o, mejor dicho, la que está impidiendo que exista una única estrategia antiterrorista aceptada por todos los partidos democráticos. A través de la presencia de Batasuna en el sistema político vasco, el cálculo electoral ha penetrado en la estrategia antiterrorista, confinándola en un círculo vicioso que no se ha sabido hasta el momento romper.

El nacionalismo democrático vasco es el que más directamente se ve afectado en su estrategia por este cálculo electoral. Los 200.000 votos de Batasuna son una garantía de una mayoría nacionalista estable en el País Vasco. De ahí la oscilación del PNV entre la alianza formal con Batasuna, como ocurrió en el comienzo de la pasada legislatura tras la firma del Pacto de Lizarra y la declaración unilateral de tregua por parte de ETA, o la penetración en la reserva de votos de Batasuna, como ocurrió en las últimas elecciones, celebradas tras la ruptura de la tregua por parte de ETA.

Pero no son solamente el PNV y EA quienes están haciendo cálculo electoral al pensar en el terrorismo, sino que también lo está haciendo el PP. La reacción a la ambigüedad del nacionalismo democrático vasco se ha traducido en la estrategia del PP y, en menor medida pero también del PSOE, de considerar que no es ETA y Batasuna, sino el nacionalismo en general la raíz del problema terrorista, desatando con ello una cruzada antinacionalista, que es de una rentabilidad limitada en el interior del País Vasco, pero de una rentabilidad extraordinaria para el PP en el resto del Estado.

Tanto el PNV y EA como el PP, que ha conseguido arrastrar en cierto modo al PSOE, están tomando en consideración la rentabilidad electoral al diseñar su estrategia antiterrorista. Y en estas condiciones es imposible llegar a ningún acuerdo. De ahí que, aunque en el terreno policial se estén produciendo avances en la lucha antiterrorista, en el terreno político estemos cada vez peor. Y sin que, además, se vislumbre por dónde se puede romper el círculo vicioso, ya que, por muchas medidas legislativas que se adopten, los 200.000 votantes de Batasuna no van a desaparecer. Al contrario. Es más que probable que esas medidas legislativas sean interpretadas también en clave electoral y conduzcan a una división todavía mayor entre los partidos democráticos a la hora de definir sus respectivas estrategias políticas en general y sus estrategias antiterroristas en particular.

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