Historias de una cocinera guerrillera
Toñi Liñán y otras tres compañeras han guiado las protestas de las mujeres de los algodoneros de Sevilla
'Si nuestros maridos reciben palos nosotras no podemos estarnos quietas', explica Pepi Sánchez, hermana del secretario provincial de COAG en Sevilla. Pepi, su cuñada Mari Carmen Durán y las hermanas Toñi y Pilar Liñán son las cocineras oficiales en la concentración que han llevado a cabo miles de agricultores durante las últimas dos semanas en Sevilla ante la sede de la Delegación del Gobierno central. Pero han sido algo más que eso. 'Somos cocineras guerrilleras', añade Sánchez tras referir que ella y Toñi Liñán, de 41 años, llevaron la peor parte en el corte de la línea del AVE que realizaron más de 1.000 algodoneros el pasado lunes; un acto de protesta que acabó con 21 heridos entre policías y agricultores.
'Si nuestros maridos reciben palos, nosotras no podemos quedarnos quietas'
'Cuando en los carteles se dice 'este tractor pertenece al banco' no es broma'
Toñi Liñán lleva casi un día encerrada en el Arzobispado de Sevilla junto a unas 60 compañeras, 24 horas sin probar bocado. Las mujeres, con el beneplácito del arzobispo, Carlos Amigo Vallejo, decidieron iniciar una huelga de hambre. 'Que se sepa que aquí también estamos nosotras', dice su hermana Pilar, de 28 años. Sus padres, algodoneros de Las Marismillas (Cabeza de San Juan, Sevilla) tuvieron ocho hijos, la mayoría aún relacionados con este cultivo. 'En todo esto, los que peor lo están pasando son los que se quedan en los pueblos', dice Toñi.
'Los niños ahora no miran los dibujos en la tele, se ponen a zapear para ver si salimos en los telediarios, están muy nerviosos', agrega Pilar. El hijo de Toñi se quedó en el pueblo; su marido, como ella, lleva quince días en todos los actos de protesta. El miércoles ocupó con otro centenar de agricultores la sede regional del PP, en una acción paralela a la de las mujeres. COAG había decidido levantar ambos actos de protesta al mediodía para que todos los agricultores volvieran a sus casas para preparar la marcha a Madrid, prevista para hoy, si la enésima reunión entre los representantes de COAG y los del Ministerio de Agricultura no acaba en acuerdo. Y las mujeres ya sólo aguardaban, impacientes, a que los hombres llegaran a la puerta del Arzobispado para salir.
La mayoría de los agricultores han estado yendo y viniendo a sus casas para descansar. Pero estas cuatro 'cocineras guerrilleras' han permanecido los últimos quince días en Sevilla, junto al núcleo duro de algodoneros, que ha estado en todas las refriegas. En estos días ha habido cortes de tráfico, muchas horas de espera, caceroladas y discusiones pero lo que más ha impresionado a estas mujeres fue la carga con la que la policía intentó evitar el corte del AVE en la estación de Santa Justa, en Sevilla.
'Ahí entramos todas, con los hombres', dice Toñi. 'Fue como la guerra', explica una compañera, sentada en uno de los sofás en los que han pasado la noche en el Arzobispado. Toñi se llevó un fuerte golpe que aún le duele. Pepi Sánchez tiene un moratón en la pierna. 'La mujer de Miguel [López, secretario regional de COAG] está peor, dicen que tiene roto el menisco', asegura Mari Carmen Durán en un improvisado repaso del parte de heridos de aquella jornada.
'Lo tenemos todo abandonado, la tierra está sin preparar, los hijos con los familiares, pero no podemos abandonar', añade Pepi Sánchez, que bromea sobre su fervor guerrillero: 'Es que escuchamos el himno de Andalucía y ya no podemos parar'.
Las mujeres de los algodoneros del bajo Guadalquivir tienen muy claro qué les va en la lucha: 'Aquí hemos estado aguantando años muy malos y ahora que empezamos a ganar dinero con el algodón no nos lo vamos a dejar quitar', indica una compañera de encierro. 'Es que aquí todas hemos recogido algodón a mano, yo lo hacía con sólo siete años, los fines de semana, a ver quien puede decir eso', aclara Pilar Liñán. 'Se ha invertido dinero, y los préstamos están sin pagar, los carteles en los que se dice 'este tractor pertenece al banco' no son broma'.
Apenas media hora antes de salir, Amigo Vallejo pasa a interesarse por la salud de las mujeres y a desearles suerte. 'Si aquí ya no nos escuchan, no sé donde va a ser', ironiza Pepi Sánchez, buscando con la mirada el cielo. 'Habrá que ir a Madrid, hay que aguantar aunque reventemos', acota Toñi Liñán, sin saber aún que unas horas más tarde la marcha se suspendería al aceptar el Gobierno las principales exigencias de los algodoneros. Su marido, Antonio Baeza, la esperaba a la puerta del Arzobispado después de abandonar la sede del PP. Las mujeres de los algodoneros dejan su encierro. En primera línea, haciendo un premonitorio signo de la victoria, las 'cocineras guerrilleras'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.