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Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Asalariados, accionistas y consumidores

Jesús Mota

Alain Minc, cuya trayectoria intelectual y editorial es tan conocida que excusa presentación, explora en este ensayo algunas aseveraciones que se suponen capitales para comprender fenómenos tales como la productividad, la nueva economía y el santo advenimiento de Internet como el universo en el que todo conocimiento es posible. Una de las más tajantes es que el nuevo estadio del capitalismo es el patrimonial (el anterior, ya periclitado, sería el empresarial). En este estadio económico y social el trítptico de Montesquieu (poderes legislativo, económico y judicial) ha sido sustituido por la Santísima Trinidad: justicia -sobre todo en lo que se refiere a derecho de competencia-, medios de comunicación y opinión pública. Minc toma nota del cambio.

www.capitalismo.net

Alain Minc Paidós ISBN 950-12-6521-8

Mientras Minc sobrevuela por los espacios de las grandes definiciones todo parece razonable y ajustado a la descripción de los cambios bien conocidos de los nuevos tiempos. Nada que oponer, por ejemplo, a que hoy el individuo sea una suerte de representación horizontal de intereses diversos 'asalariado, accionista, consumidor y contribuyente' y 'en cada una de esas posiciones tiene aspiraciones diferentes'. Pero las conclusiones que se extraen de las descripciones ya son más discutibles.

Por ejemplo, Minc parece que piensa en Francia cuando asegura que los jueces parecen decididos a compensar la ineficacia del Estado, la impotencia de los sindicatos y la omnipotencia capitalista. Tal fervor de cruzado no se aprecia precisamente en Alemania, España, Italia o, si bien se mira, en Estados Unidos. El decreto de autoconstitución de la magistratura en institución defensora de los débiles no se ha publicado en todos los países.

Tampoco puede aceptarse una de sus ideas más queridas, la de la preeminencia que han adquirido los consumidores sobre los productores en el nuevo orden económico y el ascenso de los accionistas como una suerte de clase dominadora del mercado. Cuando Minc desarrolla estas hipótesis parece atender más a una cierta imagen estereotipada de la realidad que a la realidad misma; salvo que, de nuevo, observe estrechamente a la sociedad francesa y nada más.

En los mercados no mandan los consumidores, salvo que por dominio se entienda la elección informada única y masivamente a través de la publicidad; y sobre las empresas no mandan los accionistas, sino los directivos. Es discutible si en las áreas empresariales de influencia anglosajona los accionistas ejercen verdadero poder en los consejos de administración; pero está fuera de toda duda que en Europa continental -y sobre todo en España- los accionistas carecen de líneas de representación adecuadas en los consejos y de peso sustancial en las decisiones de las compañías.

Así que Minc articula su discurso sobre consideraciones demasiado estereotipadas. No son suficientes, en todo caso, para recelar de quienes temen 'un mercado mundial sin frenos' ni para dar por hecho que el capitalismo crea sus propios contrapoderes 'para no sucumbir a su propia soberbia', como si cupiera antropologizar un orden económico y atribuirle cualidades de autoregulación consciente. www.capitalismo.net resulta, pues, un poco decepcionante.

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